La bonus familia

Es la familia extra.

“Todas las familias felices son iguales”, escribió León Tolstói en 1875 y se consagró universal. “Y todas las ensambladas son difíciles”, podríamos agregar, para aggiornar la sentencia. Que los formatos se diversificaron y que el número de familias ensambladas aumenta año tras año es una tendencia mundial que confirman las estadísticas de cada país. Como integrantes de esta nueva sociedad (muchos de nosotros somos divorciados, o tenemos una familia mono-parental, igualitaria, adoptiva, etc, etc, etc), nos debemos a nosotros mismos pensar formas nuevas de definirnos, hipótesis de suma y no de resta, felicidades diferentes.

El concepto de familia nuclear se acuñó en 1941 para hacer referencia a una familia compuesta por padre, madre y los hijos de ambos. Considerando que pasaron casi ochenta años, se impone actualizar la expresión y, con ello, las formas de pensar estas nuevas relaciones. Porque todo el vocabulario que se usa para referirse a las familias ensambladas tiene sabor a norma. Las palabras ex, madrastra, padrastro o hijastro, por ejemplo, suponen algo anterior; definen, sí, pero como derivado.

Dos meses después de conocer a Tom Brady, Gisele Bündchen se enteró de que la ex del él estaba esperando un hijo de ambos. “No fue la situación ideal para nadie y no hay ningún libro que te prepare para eso”, declaró la modelo años después. “Ahora le estoy muy agradecida a Bridget (Moynahan, la ex de Brady). Sé que no fue fácil, pero no me imagino la vida sin Jack. Lo llamo mi bonus child.”

Bonus family
Jann Blackstone es una psicóloga norteamericana fundadora de una ONG que se llama Bonus Families, que trabaja por la convivencia pacífica de padres divorciados y sus nuevas familias. Lo primero es la palabra, pensó Jann. A nadie le gusta la terminación –astro que se usa en las familias ensambladas (en inglés es step, y tiene connotaciones antiguas de “huérfano”) porque trae a la mente las relaciones forzadas y abusivas del proto-Disney.

“Un día, hace años, estaba mirando un partido de basket de mi bonusdaughter, cuando su madre me comentó que Melanie odiaba llamarme madrastra (stepmom). Me contó que, cuando lo hacía, sus amigos automáticamente pensaban que yo era mala, y eso la ponía mal. Yo ya lo había hablado con Melanie, y me había confesado que aunque lo más natural era que me dijera mamá no se sentía cómoda haciéndolo para no ofender a su madre. Y esta situación se repetía cada vez que quería presentarme a alguien, lo que era a menudo porque vivía en mi casa dos semanas al mes. Con el tiempo yo aprendí a avanzar, a presentarme sola, pero las dos hacíamos una mueca con la boca cada vez que yo decía la palabra madrastra. Necesitábamos una palabra nueva, pero no la encontrábamos”, cuenta Jann sobre su propia experiencia.

“Mientras Melanie corría de un lado al otro de la cancha, su madre y yo ensayábamos otras formas de decir madrastra. Nos reímos mucho ese día probando todas las alternativas posibles. Incluso hicimos una lista de las virtudes de tener una madre extra… Bueno, desde ese día yo soy bonusmom (mamá extra), ellos pasaron a ser mis bonuskids (hijos extra) y todos juntos formamos una bonusfamily (familia extra). Cuando volví a casa y busqué la palabra bono en el diccionario, me convencí de que habíamos elegido bien. Para el diccionario, un bono es un premio a la performance, algo que te llevas de arriba.”

The Bonus Family es, de hecho, el título de una serie sueca de Netflix que cuenta la historia de Lisa y Patrik, una diseñadora de indumentaria y un profesor que se enamoran sobre los escombros de sus parejas anteriores y ante la conmoción de sus tres hijos. No, nadie, salvo ellos, está contento con esta nueva relación, pero la serie va progresando con la vida y nada es igual al final de como se preveía al principio.

Articular, no encajar
Para empezar, es preciso despojarse de los mitos. En el caso de las familias ensambladas, son varios: los chicos se van a adaptar, sólo necesitan tiempo; el amor logra lo imposible; hay que llevarse bien con el ex por el bien de los hijos, y podemos seguir. El problema con los aprioris es que suponen que todos arrancamos del mismo lugar, lo que nos lleva de nuevo a Tólstoi. En la base de una familia ensamblada no solo hay dos que se enamoraron de nuevo porque lo anterior no funcionaba. A veces las familias se rompen por otros motivos (salud, muerte, distancia) y forzar un encastre para la foto puede resultar un arma de doble filo.

En su artículo 5, Myths About Step Family, que publicó Thrive Global, Gayla Grace dice que las familias ensambladas pueden terminar funcionando como familias tradicionales, pero que intentarlo de entrada es la via directa a la frustración. “Las dinámicas son diferentes. En las familias ensambladas, los roles parentales no están tan claros. Como los chicos son anteriores a la pareja, es aconsejable que los padrastros intenten armar primero una relación de confianza antes de impartir disciplina. Hay un viejo dicho que se aplica: reglas sin relación terminan en rebelión.”

Se trata de ensamblar, no de encajar. De articular lo que hay. De poner entre paréntesis todo lo que trae connotaciones de pérdida para provocar algo que sume pero no reemplace. Puede llevar tiempo, el tiempo que se necesita para que los chicos encuentren su lugar en la nueva dinámica familiar. Al fin y al cabo, es como cualquier relación, que se parece más a una maratón que a un pique corto. Lo bueno de una familia ensamblada es que se puede usar a favor eso de no compartir lazos de sangre. Sería algo así como, ok, la vida me juntó con estas personas: why can’t we give love one more chance?, como dice Bowie en Under pressure.

La importancia está en los detalles
Es más fácil decir que hacer, claro. Las familias ensambladas a veces necesitan relatos magnánimos para justificar(se) la movida. Nos llevamos muy bien todos. Funcionamos como un bloque. Mi madrastra es la mejor del mundo. ¡Ahora, sí! Y cosas por el estilo.

“80% of success is showing up”, dijo Woody Allen, y lo escribo en inglés porque no es tan fácil traducir showing up. Quiere decir estar presente, estar ahí, entrar en el juego. Si la mesa del desayuno para una familia tradicional es rutina, para una ensamblada es una celebración, una pequeña victoria. Porque la estabilidad no depende de si es primeras o segundas nupcias sino de la estructura que podamos armar para que los chicos se sientan queridos. El resto se va dando. Tal vez haya que dar un pequeño paso para atrás y hacer el espacio para que la unión gane por naturalidad, para que las afinidades se establezcan solas. Hasta en las mejores familias pasa que este se lleva mejor con ese que con aquel, ¿o no?

Elizabeth Bernstein es una socióloga estadounidense que tiene una columna en el Wall Street Journal, donde una vez escribió sobre familias ensambladas: “Son cuatro las etapas de la adaptación: la primera es la etapa de la fantasía, cuando la pareja está toda ilusionada por el futuro que van a construir juntos. La segunda, naturalmente, es la etapa de la desilusión, que es la que experimentan los hijos cuando se dan cuenta de que sus padres ya no van a volver a juntarse. Esta etapa coincide con las primeras señales de reacción de los hijos hacia su padrastro o madrastra, lo que complica bastante la dinámica familiar. Después viene la etapa de la reestructuración, cuando se empiezan a crear nuevos hábitos y mecánicas. Y, finalmente, llega la etapa de la recompensa, cuando los miembros de la nueva familia reconocen los nuevos lazos, aún con diferencias.”

Co-paternar
El co-parenting es otro término de estos tiempos. Es cuando ambos padres participan activamente en la crianza de los hijos. Puede no ser fácil cuando hubo una separación dolorosa, pero es necesario intentarlo para que los chicos se sientan protegidos y respetados.

helpguide.org ofrece algunos consejos para padres divorciados:

  1. Deponer las armas. Para co-paternar, es necesario dejar a un costado las emociones, porque ya no se trata de la relación de pareja. Ahora la prioridad la tienen los hijos.
  2. Mejorar la comunicación. No es fácil (¿por qué podría comunicarme ahora si no lo pude hacer en todos los años que estuvimos juntos?) pero tal vez ayude cambiar la perspectiva y pensar que la comunicación con mi ex tiene como único objetivo el bien de mi hijo.
  3. Tomar juntos las decisiones importantes. No vale cortarse solo. De nuevo, por el bien de los hijos, corresponde que las decisiones de peso sean consensuadas.
  4. Facilitarles las transiciones a los chicos, ayudándolos a armar el bolso y poniéndole buena onda. Si son muy chicos, también preparándolos con anticipación.

Bernstein dice que una bonus familia puede tardar de dos a diez años (!!) en encontrar su propia identidad. Y que se construye con pequeñas cosas. Me imagino un escenario con menos vacaciones doradas en Disney y más de eso que es la vida de todos los días, la charla espontánea entre las góndolas del súper o un chat que empezó con el partido de fútbol pero terminó en otra cosa. También me imagino un cartel de NO MOLESTAR del lado de afuera de la puerta, porque para poder armar una familia nueva algunas almas tienen que quedar (al menos temporariamente) afuera.


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