Como legado.
Es que si. A la nueva familia o le ponés todo o la pasás de costado.
O tratás de formar una familia verdadera o es algo que te ocurre de repente o por goteo. Con vicios de a poquito o con grandes problemas que un día ves y es tarde otra vez. Otra vez! Mientras vos estabas haciéndote la entretenida para evitar problemas cerca de todo eso.
O te involucrás hasta el hueso y lo hacés propio o la dinámica no se hace almíbar. O no se llega al punto justo de las claras a nieve. O al merengue viste ese medio blandito por dentro y durito por fuera que no es azucarado…el punto justo, que sólo da la temperatura justa, o la barrica de roble que añeja perfecto.
Decidís ponerle todo. Y lo intentás y lo intentás. Y es tan complicado. Porque una nueva familia es otra oportunidad para mirarte al espejo. Y están los hijos que ya desgarraron y el músculo no está –el de nadie-para volver a romperse.
En medio de este tejido a consciencia y hermoso un día llega la desazón. Creés que nunca vas a volver a tener esa familia que alguna vez tuviste. Porque todo es tan difícil. Hay tantos más jugadores en esta cancha que en la primera. Todos tenemos tanta más carga, tantos más vicios, tanta más consciencia (o no), que la primera vez. Además la bronca, los duelos, la nostalgia. Esas mañanas en pijamas en ese nido, en esa casa, con esa vista, con ese olor, los chicos de esa edad, vos en ese momento suspendida ahí.
Hay unos segundos, o días, o semanas que no tienen consuelo. Y acá es cuando sólo el amor transforma. Cuando uno está casi escupiendo polvo, cuando la crisis sólo fortalece. Cuando la pérdida deja sentido.
Y de repente. Aunque no es tan de repente, porque has puesto todo de vos y tu amor puso todo de él, la red de ayuda hace su efecto.
Brota la salud de los lazos.
Del trabajo en pareja.
Del amor original.
Y el tiempo pasó.
Y los chicos todo lo saben.
Y siempre hay alguien más sabio que vos que ayuda pero no tan sabio como vos como para ver y sentirte atravesada por lo que sigue.
Ahí viene ese instante que cada vez se convierten en más instantes como ese, en el que todo fluye y tus hijos y los hijos que no son tus hijos pero sí son sus hijos están con tus hijos como sí lo fueran.
Y se divierten y se pelean como hermanos e interferís como mamá y todos aceptan tu intervención y te dan lugar y toman tu límite y te piden ayuda y te ruegan consejo.
En algún lugar sabés que todos esos patos nunca van a estar en fila, lo aprendiste a los golpes, lo aceptaste, porque han venido de otros lagos.
Pero hoy, de repente estos patos piden la misma pista. Respetan los mismos charcos, y quieren llegar a la nueva laguna.
Y sólo la mirada de ese nuevo papá y esa nueva mamá se entienden con los nuevos hijos disfrutando la vida de a ratos juntos así.
Creo que las Bonus Familias han venido a dejarnos una suma positiva de valores absolutos en el universo de lo fraternal. Sobre todo a quienes tenemos algo que aprender en este sentido y algo que transmitir a nuestros hijos y ellos a los suyos. Yo siento que le dejamos a esta familia, una nueva forma de amar, no más moderna, sí más abundante. Tienen un nuevo legado, les hemos transformado a nuestros hijos el patrón en la forma de quererse y poder querer a otros.
Y pienso que unir, que sumar las partes sólo se puede hacer con mucho amor. E inteligencia.
Y como dice nuestra nota central. También en este proceso he aprendido a dejar algún alma en paz. No podemos siempre y a la vez con todo.
amé este artículo como “Familia Bonus” y “Carta a un Bonus Papá”
❤️