“En la casa vacía donde me había casado, la casa que habíamos ampliado porque tuvimos más hijos que habitaciones, ahí estaba yo, completamente sola. Estaba por cumplir 50. El esposo, quien había creído que era el amor de mi vida, me había engañado con otra y después decidido que no quería luchar por nuestra relación. Mis hijas no me hablaban: ni me llamaban para mi cumpleaños, ni me mandaban mensajes de Feliz Navidad. Nada. Su padre -el amigo con que el que había contado durante tantos años- se había esfumado de mi vida. La carrera que había construido desde que me fui del departamento de mi madre cuando tenía dieciséis estaba detenida, o tal vez terminada. Todo a lo que me aferraba -mi salud, inclusive- me estaba abandonando. Sufría unos dolores de cabeza tremendos y no podía parar de perder peso. Me veía como me sentía: destruida.”
El prólogo de la autobiografía de Demi ya nos advierte que lo que vamos a leer no tiene el glamour que uno espera de la vida de una estrella de Hollywood. O sí, pero el revés de la trama del glamour. Es la cronología descarnada de una vida como cualquier otra: aunque uno se imagine sólo luces, hay tres matrimonios fallidos, abusos de sustancias y trastornos alimenticios.
Demi y su hermano Morgan pasaron los primeros años de su vida mudándose de un lugar a otro con sus padres, que mantenían una relación explosiva. Cuando finalmente se divorciaron, los chicos quedaron a cargo de la madre, una mujer bipolar que determinó las relaciones afectivas posteriores de la actriz de Ghost. Moore se convirtió en la madre de su madre. En este libro, Demi baja la guardia y recuerda la escena en que tuvo que meter su mano chiquita en la boca de su madre para sacarle las pastillas que se quería tragar en un intento de suicidio, recuerda la ansiedad que sentía cada vez que volvía a casa porque no sabía con qué escena se iba a encontrar y reconoce todo lo que tuvo que trabajar para asumir lo que le había tocado y hacer algo con eso que no destilara odio y destrucción.
“Usé mis dedos, los dedos de una niña, para sacar de la boca de mi madre, que mi padre mantenía abierta mientras me decía qué hacer, las píldoras que se había tratado de tragar. Dentro de mí, profundamente, algo se movió y nunca se reacomodó. Mi infancia se había terminado. Cualquier impresión de que podía contar con cualquiera de mis padres se evaporó. En ese momento, con mis dedos dentro de la boca de mi madre suicida, que aullaba como un animal salvaje, y con la voz de mi padre que me gritaba indicaciones, pasé de ser alguien a quien ellos al menos trataban de cuidar para ser alguien que ellos esperaban que les arreglara sus líos.”
Demi Moore eligió el camino de la autodestrucción (si es que este camino puede elegirse libremente) y todo en su vida fue una sucesión de excesos, relaciones fallidas, infidelidades y boicot físico y emocional. A punto de filmar la película Propuesta indecente, escribe Demi: “Iba a estar en exhibición otra vez, y lo único en lo que podía pensar era en mi cuerpo, mi cuerpo y mi cuerpo. Aumenté mi ya excesiva rutina de ejercicios. Reduje los hidratos de carbono, me puse a correr y a andar en bicicleta, y me ejercité en todos los aparatos imaginables.”
“Cuando estaba haciendo Striptease, para el desayuno medía media taza de avena y la preparaba con agua; el resto del día solo comía proteína y algunos vegetales, y nada más. Si toda esta obsesión sobre mi cuerpo suena loca, es exactamente eso: los trastornos de alimentación son locos, son una enfermedad. Pero eso no los hace menos reales”.
Demi llegó al punto más profundo un día de 2012, que colapsó delante de su hija Rumer por una combinación de alcohol y marihuana sintética. Cuando Inside Out salió publicado, la misma Rumer declaró: “Me siento orgullosa de la vulnerabilidad de mi madre. Creo que muchas mujeres van a tomarla -entre ellas yo, su hija- como un referente de fuerza y un modelo a seguir. Porque lo que realmente me parece admirable es que nunca se propone como la víctima de sus historias. Se hace cargo, se muestra responsable… Sí, esta es su perspectiva, y ella es la primera en reconocerlo, pero se permite mostrarse y mostrarle a todos que uno puede atravesar momentos realmente difíciles y, aún así, hacerse cargo y salir adelante sin fanfarronear con lo que superaste. Eso me parece increíble.
“Tuve una suerte extraordinaria en la vida: tanto buena como mala suerte”, dice Demi en el libro. “Escribir todo me hace comprender que mucho fue muy loco, muy improbable. Pero todos sufrimos, y todos triunfamos, y todos podemos elegir cómo sostener ambas cosas.”