“Cuando nos sentamos con mi ex esposo Craig a contarles a nuestros hijos sobre Abby, arranqué diciéndoles: En esta familia vivimos y decimos la verdad de quienes somos, y después nos acompañamos con amor no importa de qué se trate. Ahora mismo les voy a enseñar cómo se hace”, contó Doyle en el posteo de IG donde hizo pública su relación con su actual esposa.
Glennon Doyle conoció a Abby Wambach, jugadora de fútbol profesional, en la gira promocional de su libro anterior. No podía ser un peor momento: ambas estaban casadas, Glennon tenía además tres hijos, Abby acababa de colgar el fútbol profesional, una vivía en Florida y la otra en Oregon.
Pero aún así lo hicieron, y se casaron, y articularon las familias no sin dificultades pero con el apoyo de exes y sus respectivas familias. Doyle dice que lo hizo fue honesto, y el mensaje fue recibido así por sus seguidores, que convirtieron el libro en un best seller en muy poco tiempo.
En la charla que Glennon dio para el público de Oprah (y que puede escucharse en la serie de podcasts Super Soul), cuenta que sufrió mucho antes de encontrar algo de claridad. Que después de años de bulimia y alcoholismo, un día tuvo entre manos un test de embarazo positivo y se dio cuenta que algo tenía que hacer para cambiar. Y entonces buscó un modelo de mujer, y encontró (medio en broma, medio en serio) que quería convertirse en una de esas mujeres que usan pañuelos en el cuello. “Pensé que esa era la clase de mujer que tiene tiempo para elegir algo en su vida, a diferencia de mí, que siempre estoy corriendo atrás de todo.” Doce años después su esposo le confesaba que le había sido infiel durante todo el matrimonio. Glennon se hundió en el dolor, dice que le dolía todo el cuerpo todo el tiempo, que hacer yoga le generaba violencia, y así hasta que volvió a terapia y se animó a recorrer el camino para atrás.
“Yo no sabía que todos los sentimientos eran para sentir. No sabía que se suponía que debía sentirlo todo. Pensaba que solo tenía que sentirme feliz. Que la felicidad era para sentir y el dolor era para adormecerse, desviarse, esconderse e ignorarse. Pensaba que, cuando la vida se ponía difícil, era porque yo me había equivocado. Pensaba que el dolor era debilidad y que yo debía soportarlo. Pero la cuestión era que cuanto más lo sentía, más comida y más alcohol tenía que meterme en el cuerpo.”
“Todos buscamos la salida fácil. Alcohol, drogas, sexo, shopping, negación, lo que sea… Amamos escaparnos de la soledad. El problema es que nos perdemos su poder de transformación. Porque el dolor no es una papa caliente, es un maestro de viaje. Y lo dicen todos los maestros espirituales del mundo: el dolor es el camino hacia la iluminación. Yo lo aprendí. Para mí, desde entonces, el orden de los factores es: primero caer, después levantarse; primero caer, después levantarse.”