El miedo

Qué es la habénula lateral

Según la American Psychological Associationtrauma es una respuesta emocional a un evento de impacto, como un accidente, un desastre natural o un acto de violencia sexual. “Inmediatamente después del evento, son típicos el shock y la negación. Otras reacciones a largo plazo incluyen cierta imprevisibilidad en las emociones, flashbacks, relaciones tensas y hasta algunos síntomas físicos”, dice apa.org. El DSM-5, la Biblia de la psiquiatría, aclara que no se consideran traumáticos los eventos que no implican una amenaza directa a la vida o a la integridad física de una persona, y por eso un divorcio o perder el trabajo no se incluyen dentro de esta categoría (podesmos descutirlo). 

Mientras trauma es el evento en sí mismo, el miedo es la respuesta asociada al trauma. Pero los límites entre y uno y otro son borrosos, como queda en evidencia en el estrés postraumático: el miedo pasa de ser una respuesta a un evento específico a volverse una reacción más generalizada, que permea incluso experiencias que no se relacionan con el evento original. 

Históricamente, es la amígdala la parte del cerebro que se relaciona (y se estudia) con la generación de las reacciones del miedo. Pero existe una sección del cerebro anterior, que se llama habénula, decisiva en la comunicación de la información sináptica. Es diminuta, pero su incidencia en el circuito del miedo es enorme. 

Un descubrimiento del CONICET

La prestigiosa revista inglesa Neuropsychopharmacology publicó  a comienzos de este año el descubrimiento de un equipo de biólogos del CONICET que investiga hace años el comportamiento de la habénula lateral y su función en el condicionamiento del miedo. El paper se titula A novel role for the lateral habenula in fear learning y es el resultado del trabajo de Joaquín Piriz y Tomás Sachella, respectivamente investigador del CONICET en el Instituto de Fisiología, Biología Molecular y Neurociencias (IFIBYNE, CONICET – UBA) y becario del Consejo en el Instituto de Fisiología y Biofísica Bernardo Houssay (IFIBIO HOUSSAY, CONICET – UBA), en conjunto con un equipo de especialistas de diversas instituciones científicas. 

“Existen dos tipos de miedos, aquellos que son innatos y los que pueden aprenderse; es acerca de este último tipo de miedos, y la creación de memorias aversivas, que se desenvuelve la investigación sobre el papel de la habénula lateral”, dice conicet.gov.ar

TheG conversó con Tomás Sachella más en profundidad sobre el estudio. 

¿Me podrías resumir en pocas palabras el descubrimiento? 

El resumen de lo que encontarmos es que la habénula lateral, una estructura que estaba bastante dejada de lado por contingencias de las neurociencias (como es muy chiquita, es difícil de encarar: en el caso de las ratas mide menos de 1 mm de ancho, de largo y de alto), está implicada en la formación de las memorias de miedo. 

¿Ustedes sabían de antemano que la habénula lateral está comprometida en el miedo? 

No, no lo sabíamos. La habénula queda determinantemente incluida dentro del circuito del miedo a partir de estos últimos trabajos nuestros, pero no es específicamente el centro más reconocido por estar implicado en el miedo. El miedo en sí mismo, la emoción miedo, está más vinculada a la amígdala. 

¿Y cómo incide la habénula?

Lo que descubrimos es que la habénula lateral permite la generalización de una memoria de miedo. Durante la formacion de una memoria de miedo, esa memoria se asocia al evento que funcionó como estímulo aversivo y uno aprende a tenerle miedo a todos los estimulos relacionados con ese evento. 

Pongamos el caso de una rata en una jaula que recibe un shock eléctrico después de escuchar un tono. La rata puede formar dos asociaciones: 

1. Al contexto en el que recibió el shock eléctrico, y entonces aprende a desarrollar miedo a ese contexto. No al shock eléctrico en sí sino a lo que, con el tiempo, la condiciona para temerle a ese contexto. Llamamos “contexto” a todo el complejo de estimulaciones multisensoriales: la jaula, los olores, el momento del día, etc. 

2. Al tono, que llega junto con el shock eléctrico (condicionamiento pavloviano). Como este tono se presenta en un momento muy específico como un estímulo muy agudo, la rata no lo identifica como parte del contexto, lo aísla como un estímulo aparte. 

Entonces la rata es capaz de formar, además de una memoria contextual que le hace temerle a ese contexto, una memoria que le hace temerle al tono en sí mismo en cualquier otro contexto.

Y esto es lo que se llama una generalización. La rata no sólo le teme a la situación en la que en ese contexto le presentan ese tono sino que le teme, por un lado, al contexto solo (sin el tono) y también al tono presentado en cualquier otro contexto. Generaliza en ambos sentidos. 

Cuando sacamos a la habénula del medio, la rata no generaliza: no le teme al tono por sí solo, ni al contexto por sí solo, sino que sólamente es capaz de evocar esa respuesta de miedo cuando se le presenta el tono en el mismo contexto, cuando las dos cosas coinciden. 

¿Y cómo se saca a la habénula del medio?

Hay varias formas. La que primero usamos es un método farmacológico, a través de una cirugía que le pone dos cañitos que apuntan directamente a la habénula lateral del cerebro de la rata. Durante el “entrenamiento” (el momento del condicionamiento pavloviano) se le inyecta una cantidad infima de una droga que adormece a la habénula lateral, la inactiva, la inhibe. Pero luego usamos una herramienta optogenética que -con mucha mejor resolución y menos daño para el animal-  permite controlar la actividad de la habénula en segundos mediante estímulos de luz. 

Desde tu profesión, ¿cuál es el alcance que tiene un descubrimiento como este?

El gran impacto es sobre los miedos aprendidos. Ya hay algunos tratamientos que se están empezando a desarrollar, sobre todo en Estados Unidos, porque se vincula a la habénula con el Trastorno del Estrés Postraumático. Lo que pasa en TEPT es que, a partir de un evento en el cual estuvo bien sentir miedo, se puede desarrollar una memoria que evoca ese miedo en situaciones más generales que no hay por qué temer. 

Joaquin (Piriz) usa un ejemplo claro: si un día vas a cruzar la calle y casi te pisa un auto, vas a sentir un poco de miedo, pero ese miedo te va a servir para responder a la situación en la que te están por pisar. Pero, si a partir de ese miedo inicial que tuviste en ese evento, empezás a tenerle miedo a salir a la calle porque todo lo asociás con eso que te pasó, entoces eso se vuelve una respuesta poco fisiológica, poco adaptativa, muy similar a lo que pasa en TEPT. 

Sacar a la habénula de la ecuación o disminuir su actividad durante la formacion de una memoria, puede ayudar a mantener a raya esa generalización poco adaptativa.

“Los resultados, que apuntan a la comprensión del funcionamiento de esta estructura cerebral, podrían contribuir hacia el avance del tratamiento de patologías asociadas a la expresión del miedo, como fobias, trastornos de ansiedad, estrés postraumático, entre otras”, dice conicet.gov.ar

“Charles Darwin venció la noción de esencias en biología. Observó que una especie no es un específico tipo de ser con un conjunto fijo de atributos, sino una población de individuos ricamente variados, y cada uno de ellos es más o menos adecuado a su entorno”, dice el artículo What emotions are and arent, que publica The New York Times

“Del mismo modo, la palabra que se usa para las emociones enojo, o miedo, o alegría, nombra un conjunto de estados biológicos diversos que varían según el contexto. Cuando te enojás con tu compañero de trabajo, a veces te late el corazón y a veces no te late nada. Podés fruncir el ceño o reírte mientras planeás la venganza. Podés gritar o hacer silencio.”

La única norma en esto es la variedad.