No tiene consuelo
Por Lala Bruzoni
Svetlana Boym es una autora fascinante para esta conversación que les traigo hoy porque puso en palabras —con una mezcla de filosofía, estética y experiencia personal— lo que muchos sentimos como un nudo en el pecho: la nostalgia como fuerza cultural, emocional e incluso política. Su obra clave es The Future of Nostalgia (2001). En este libro fundamental, Boym —una intelectual ruso-estadounidense, exiliada de la Unión Soviética— analiza cómo la nostalgia no es solo un sentimiento individual, sino también una forma de pensar el mundo, el tiempo y la identidad.
Es ella quien, en estos últimos tiempos, me ha calmado. Me ha ayudado a entender el dolor, el terror que da la incertidumbre. Iba leyendo su análisis y se iban soldando las calles de los pueblos enteros que apaga la desilusión. Tanto pasa en serio, y tanto pasa en nuestra idea de las cosas.
Comprender tiene tanto que ver con calmar la pena. Serenar el duelo tiene que ver con traerlo a la vida cotidiana como continuación del proceso de amor que termina. Que ese dolor pase de la mente al corazón, del corazón al cuerpo, del cuerpo a la naturaleza… (tocando el pasto con los pies o el sol casi con las manos) movernos, empezar a convivir en paz con el dolor.
Porque el dolor nunca se va
Aprendemos a vivir con él, lo resignificamos en crecimiento. Se integra y nos transforma en mejores seres espirituales. No hay manera de soltarlo. Integrar es el nuevo valor de época. Ya nadie debería ir con eso de soltar y soltar. Yo, al menos, no encontré ninguna forma de soltar ningún dolor. Creo que nos da más y mejores relaciones con otros, e incluso con nosotros mismos.
He mencionado a Milena Busquets alguna vez cuando, en una entrevista en su vida real —lejos de su ficción exitosa—(bajo el título Esto también pasará) dijo: “En realidad, las cosas no pasan. Se quedan con nosotros. Si no, no somos nada.”
Es que tal cual ¿Qué seríamos sin historia? Lléname de vidas, por favor. Dame, por favor, qué sentir.
Boym, la autora de la que te empecé hablando, me enseñó algo clave que me calmó casi por completo.
En su libro, distingue dos tipos de nostalgia:
1. Nostalgia restaurativa (restorative nostalgia)
Es la que busca reconstruir literalmente el pasado perdido. Cree que el tiempo anterior fue mejor y que debe ser recuperado. Es más típica de los discursos nacionalistas, religiosos o de memorias familiares rígidas. Trata el pasado como verdad absoluta.
2. Nostalgia reflexiva (reflective nostalgia)
No busca reconstruir ni idealizar. Es una nostalgia que contempla el pasado sabiendo que no puede volver. Abraza la ambigüedad, la pérdida, incluso el sinsentido, pero encuentra belleza en el recuerdo y en lo que pudo ser. Es una forma poética, inacabada y, a menudo, dolorosa de mirar atrás.
Boym escribe:
“Nostalgia is not always about the past—it can be retrospective but also prospective. Nostalgia can be a romance with one’s own fantasy.”
(“La nostalgia no es siempre sobre el pasado — puede ser retrospectiva pero también prospectiva. Puede ser una historia de amor con la propia fantasía.”)
¿Qué la hizo especial para mí en estos tiempos?
Me ayudó a poner límites a mis pensamientos. Porque el divorcio no tiene consuelo cuando se siente como una nostalgia reflexiva imposible de atravesar.
“La nostalgia reflexiva se alimenta de la melancolía, pero también de la ironía, de la fragmentación, de la conciencia del paso del tiempo. Y en esa grieta, aparece el arte.”
En el caso vincular, pienso en todo lo que podemos crear a partir de lo que ya no es como antes. Y pienso también en lo dañinos que podemos ser los humanos con todo lo que acaba, cuando en realidad también tenemos derecho a celebrar diez años de éxito matrimonial, hijos en común, un vínculo maravilloso. Qué es un fracaso?
Vi la escena
Ella —Amanda Peet— salta en una cama elástica.
Él —Jon Hamm— la observa desde el jardín.
No hay música de fondo, no hay palabras. Solo la vibración contenida de un reencuentro que no promete nada y, sin embargo, y dice tanto.
La serie se llama Amigos y vecinos y acaba de estrenarse en Apple TV. Distinta a Mad Men, aquí este hermoso de la vida ya es un cincuentón logrado. Separado porque su mujer le fue infiel. Lo muestran como el antihéroe que te rompe el corazón. Hace que ni notes los delitos que comete en la serie, de lo que te duele el pobre.
Cuestión que esta escena —mínima, visual, suspendida en el aire— ya me habían advertido mis amores te estruje la vida si te separaste. Esa complicidad que sólo supo haber entre dos destruida pero vigente: Dios devolvémela.
Mel y Coop, los personajes, fueron pareja. Hoy están separados. Ella lo engañó, sí. Pero lo que se ve es que la infidelidad tuvo más que ver con un vacío interno que con una falta de amor hacia él. Ella estaba furiosa. Parece que él no la veía. Es que “ella no se veía? “ En fin. Todo tiene que ver con uno? Te has enojado con la persona correcta?
Saltando sola en la cama elástica durante su cumpleaños, Mel parece buscar en el aire algo que no encuentra en tierra firme: una ligereza perdida, una risa vieja, una versión de sí misma que ya no está. Ni siquiera con este nuevo marido que parece hacerle el amor hasta cada amanecer.
Y él la mira —Jon Hamm— como quien ve algo precioso, pero irrecuperable.
No hay rencor.
Solo una aceptación muda:
“Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos”, como escribió Neruda en su poema número 20.
Lo que no tiene consuelo, a veces, cuando te divorciás —aunque sepas que es el Norte— es que no es lo que querés hacer en ese presente exacto. Pero toca y corresponde.
Surge una desesperación inigualable, de rendición:
“Volvamos y veamos” Por mí, por vos, por todos.
Y si tenés hijitos… sus caritas, ¡Dios mío! ¡Qué daño irreparable estamos haciendo!
Somos los peores.
Vamos viendo, pero volvamos a pegarnos con voligoma aunque sea. Pero juntos.
Por Dios, daño a ellos, no.
Nuestra vida, nuestros guiños, nuestros olores, nuestro hogar, nuestros amigos, nuestro sexo… ¿así, nunca más?
¿Todo nuestro mundo?
No quiero otra vida.
¿Y ahora qué? ¿Cómo hago?
Llegar sola a un lugar? Y qué hago?
¿Podré sola?
No quiero a tu nueva persona en mi familia.
No me acostumbro a estos lunes.
A estas diecinueve horas sin que llegues…Me arden si no estás.
Puteame porque otra vez juego al fútbol. Pero hablame por favor.
Bueno, es que yo no sé prender el fuego.
Te juro que hoy los baño yo. Decime algo.
Ni te digo al explorar lo que hay allí afuera…No era como creí.
Solo quiero volver con vos. “Es que yo, de verdad, me volví a enamorar. Quiero que lo conozcas.”
Qué importante, entonces, es manejar la nostalgia traicionera. Que no destruya los pensamientos. Porque si destruye los pensamientos, destruye el ánimo. Y si destruye el ánimo, destruye la vida.
Qué le preocupaba a Boym sobre la nostalgia
A Boym le inquietaba el uso distorsionado de la nostalgia como excusa para negar el presente.
Le preocupaban los líderes que prometen volver a un pasado “mejor”, los discursos que idealizan épocas irreales, y las personas que convierten la memoria en trampa.
Por eso distingue: la nostalgia restaurativa puede ser regresiva, pero la reflexiva puede abrir caminos nuevos. Es esa la que permite, incluso en medio del duelo, agradecer lo vivido sin necesidad de rearmarlo.
Recordar, sin quedarse a vivir allí.
El divorcio en cifras
En el mundo actual, el divorcio es un fenómeno cada vez más extendido.
Según la ONU:
• En Europa, más del 40% de los matrimonios termina en divorcio.
• En América Latina, las cifras se duplicaron en la última década.
• En Argentina, 1 de cada 3 parejas se separa antes de cumplir 10 años.
A cada persona que está pensando en separarse, o que ya lo tiene decidido, le doy el mismo consejo:
“No lo hagas.”
Después, claro, cada uno tiene su vida, su motivo y su búsqueda personal.
Pero yo, con cariño, les diría eso.
Porque hay personas que no encontramos otra alternativa.
Y también eso es parte de la vida.
Y también eso es parte de la vida.
12/05/2025.