Para no hacerse cargo.
Retiro espiritual, técnica de respiración, meditación, yoga, cuencos, aura, astrología, religión, numerología, tarot, IChing, hasta hacer silencio para encontrar una respuesta, una señal. Cursos. Talleres. Mil cursos. Mil talleres. Hoy proliferan las técnicas para dejar de sufrir. O para sufrir menos. Como si sufrir no fuera parte del asunto. Todos te quieren pasar su receta y algunos, incluso, te la cobran.
Se llama bypass espiritual a la tendencia que propone buscarle una salida espiritual a los problemas humanos. La expresión es una creación del psicólogo estadounidense John Welwood y la desarrolló en su libro Psicología del despertar, publicado en 1983.
“En una época y una cultura como las nuestras, en las que los hitos que anteriormente jalonaban el paso a la madurez -como ganarse el pan con un trabajo digno, crear una familia, conservar un matrimonio o pertenecer a una comunidad que nos dé sentido- se han convertido en cuestiones sumamente esquivas para grandes segmentos de la población, el bypass espiritual resulta especialmente tentador para aquellas personas que tienen dificultades en afrontar los desafíos evolutivos que les presenta la vida. Son muchas las personas que, cuando todavía no se han encontrado a sí mismas, se ven inmersas en enseñanzas y prácticas espirituales que les instan a renunciar a sí mismos y, como resultado de todo ello, acaban sirviéndose de las prácticas espirituales para crear una nueva identidad «espiritual» que, en realidad, no es más que el ropaje bajo el que se oculta una vieja identidad disfuncional basada en la evitación de los problemas psicológicos”, escribe Welwood.
Elevar una causa personal a lo universal es, en definitia, una forma de arrasar con nuestras diferencias. La paradoja es que es justamente en nuestras diferencias donde debemos anclar para intentar vislumbrar una vida más acorde a nosotros mismos. Ergo, más feliz.
No hay grieta
TheG entrevistó a María Andrea Yannuzzi, psicóloga, PhD en la Universidad de Pittsburgh y terapeuta de negocios.
¿Cuál es tu opinión del concepto bypass emocional? ¿Creés que funciona o eventualmente uno tendrá que concetar con sí mismo para revisar algunos temas propios?
El término de Welwood siempre me pareció poco feliz, porque usamos un bypass cardio o gástrico para un “desvío o salto que intenta sanar” sea para irrigar el corazón adecuadamente -Favaloro, su creador- o para mejorar patologías asociadas al sobrepeso. Entonces un bypass espiritual desviaría y saltaría algo para mejorarnos… Pero, llamativamente, el término se utiliza como desvío iatrogénico, un daño colateral no deseado que determinadas prácticas “espirituales” podrían ocasionarnos con intencionalidad de manipulación o sin ella. Ese algo que se estaría peligrosamente saltando sería la parte correspondiente al dolor psíquico de los procesos psicológicos y sus tiempos de sanación, en vez de hacernos cargo de nuestra sombra y la del colectivo, advertiría Jung, en red de otredades solidarias. Sería algo así como ir directo a la transmutación iluminada salteando el plano de lo psíquico, desmereciendo los procesos mentales y psicoterapéuticos en nombre del sentir sólo positivamente y hasta culpabilizarnos de atraer aquello que nos daña
¿Funciona como refugio? ¿En la línea de “es muy dificil encarar mis temas y entonces los dejo en manos del destino”?
La espiritualidad puede ser utilizada para no asumir responsabilidad respecto de nuestros comportamientos y sus consecuencias y adjudicarlo todo a designios que nos exceden proyectando toda causalidad en el afuera, en cualquiera de sus formas. Por supuesto que no hacerle un monumento al sufrimiento y aliviar el dolor con herramientas paliativas es útil y necesario mientras no esté al servicio de negaciones permanentes y postergaciones disfuncionales para nuestra salud mental. En el otro extremo estaría la pretensión de controlar y manipularlo todo racional y obsesivamente sin poder distinguir ni tolerar aquello que nos excede.
En verdad no hay emociones malas; el miedo, la tristeza, el enojo son parte de la vida humana, los reconocemos y los transitamos pero sin anidar en ellos.Estacionarnos allí es lo que complica nuestros estados afectivos y ese estancamiento en su versión exacerbada implica ansiedades, depresiones, adicciones, violencias. También es cierto que se han eternizado tratamientos y muchos abordajes psicológicos se han convertido igualmente en dogmáticas religiones con rituales que no curan.
¿Cómo hacemos, entonces, para sentir algo de alivio cuando lo necesitamos?
Todo es cuestión de dosis, diría Paracelso. El mal uso de nuestros mecanismos de defensa, explicó Freud, nos hace más neuróticos. En cambio, mejoramos cuando los utilizamos armónica y plásticamente al desenredar los nudos del inconsciente, atravesando la sombra. En mi opinión, la espiritualidad para quienes la honran y practican no tiene por qué disociarse de los asuntos del psiquismo, son planos integrados, incluso con la corporalidad, cuidados para el bienestar y el sentido de trascendencia o propósito de cada quien. Lo mismo podríamos decir de cualquier creencia o posición política: nadie escapa al sesgo de interpretación, el desafío está en el discernimiento y la empatía, salir del todo o nada bipolar, navegar los matices, observarnos en coherencia menos narcisista y egoica integrando con humildad amorosa cada plano del todo que somos.
Paciencia, diría Lala
“Podrás recorrer el mundo, pero tendrás que volver a ti. La luz que ha de guiarte está oculta bajo el polvo de tu propia existencia”, dijo Krishnamurti. Claro que encontrarle la vuelta demora. Y, en el interín, uno puede echar mano de las técnicas que hagan falta para vivir menos atormentadamente.
“En el edificios Gardenhouse, ubicado en Wilshire 8600, en Beverly Hills, los residentes tienen acceso a experiencias espirituales que se organizan una vez por mes según el ciclo lunar. Una ceremonia de cacao -que es una “curación” guiada por un chamán que incluye una bendición, un trago de una bebida de chocolate amargo, una intención y baile- también está en el menú. El complejo ofrece también una ceremonia de luna llena, en la que los residentes verbalizan y escriben en un cuaderno aquello que quiern soltar (también habrá cristales, visualizaciones y quema de salvia). Cada una de estas experiencias tiene lugar en el atrio del edificio, un espacio arquitectónico al aire libre con paredes de mármol gris claro y una fuente gigante con un estanque que refleja tu imagen”, dice la nota How About a Concierge for Your Spiritual Life?, que publica The New York Times.
Lo que funciona vale. Lo importante es perderle el miedo al sufrimiento. Transitarlo. Sólo así lo volveremos pasajero.