Editorial Nº23

Mi columna dominical pretende ser realidad (o no) y ficción (o no) semana tras semana. Una mezcla de temperaturas. Es la forma que encuentro para mostrarles que lo importante es lo que pasa entre foto y foto.

Buscaré aquí un guiño que vaya bocetando el propio sistema de creencias de una persona normal, que intenta un balance para que la vida tenga sentido todo el tiempo. Salud!

FRÍO

Me cuesta mucho pensar qué pasa con la gente que muere en estos días y su familia que no la puede despedir. Seguir ese hilo cronológico desde que se enferman hasta que se entera esa familia que esa o esas personas partieron y no pueden ir a dar su último adiós? Me enteré que una chica de la edad de mi hija perdió a su papá, no por este virus, sino porque ya estaba enfermo. Esa familia se queda aislada despidiendo a ese marido y papá?

Y enseguida pienso en mi hermano Matías que todos los días está en California operando bebés y chicos generalmente con cáncer, y los médicos como él que siguen salvando o despidiendo vidas en este contexto de pandemia, más allá de este virus hipercontagioso y el riesgo para sus propias familias. Estas personas son los Sarmientos y los San Martines.

Cuando no opera, Matías canta canciones. Sin parar. Lo extraño, lo admiro. Lo amo. Todos lo que lo conocen lo aman.

Ayer también veía el tributo de música de @Globalcitizenship. Que cuota de igualdad que cada uno cante desde su casa, qué nivel de vulnerabilidad que nos trae a la vida la salud: somos todos iguales cuando existe la posibilidad de que podamos afectarnos a nivel físico. Veía a los más grandes como Gaga o Paul McCartney o los Stones o Jimmy Fallon desde sus cuartos. Todos iguales ante el riesgo. Salud como factor igualador.

Pienso que la música nos salva.

CALOR

Cuando pude entender que intestino y gluten y azúcar y lácteos tenían que ver con mi estado de ánimo, generé un nuevo estado de felicidad. No pintaba mariposas de colores cada mañana, pero había algo que ya estaba bien hecho y era para mi, y me daba salud.

Es que cuando tenés la información, como he dicho alguna vez, no podés ignorarla.

Podés emparcharla un tiempo, hasta que –como nos ha enseñado Borja Vilaseca en el Podcast de JPV que dimos como nota– te hartás de tu propio sufrimiento.

No soy ejemplo ni lo cuento con supremacía, todo lo contrario: creo que cuantos más casos normales hay, con más alivio se identifica la gente. Hace unos años estuve triste un tiempo largo (algún día vendrá la historia), hasta que volví a empezar, y si tengo que pensar cuál fue la primer tecla que por instinto cambié, fue el alimento.

Lo hice intuitivamente leyendo sin parar durante dos años, asistiendo a cursos, consultando a expertos que en TheGelatina les hemos presentado y así seguiremos. Algunos presenciales, otros a distancia. Algunos me atendieron en sus consultorios, otros vinieron a casa porque hubo momentos en los que yo no tuve tanta energía para salir.

La comida me hizo fuerte. Las proteínas. Las grasas buenas La fruta, la verdura. El azúcar y la harina las reemplacé, y dejaron de darme ese sueño infinito.

Después sola me di cuenta que los lácteos me inflaban bastante la panza.

Por un tiempo dudé del azúcar de la fruta, y hace un año no paro de comerla en el desayuno sola, generalmente.

Probé huevo solo a morir, white protein, proteína para desayunar, o sólo proteína. Una nutricionista deportóloga, otra online que controlaba mi porción vía foto, que me hizo semana de détox con sopa. Lo intenté todo. Juan es testigo. Hasta que conecté con mi cuerpo.

Ahí supe que los lácteos de coco o almendras, la proteína del pescado, el pollo, la carne roja muy de vez en cuando, las semillas molidas y enteras (casi, no granola), verduras de todos los colores y tamaños, igual la fruta, café descafeinado, mate, agua y sólo agua o bebidas saborizadas naturales, postres con lácteos de coco, tortas o budines de harinas buenas, nachos sin gluten, palta a morir, estas eran las cosas que me hacían bien. Suplementos dados por un médico. Alcohol? Nunca tomé, tomo muy de vez en cuando y tardo horas con la misma copa. Mis amigos de testigo. Tengo días en que necesito caramelos o chupetines a morir o un alfajor. Después la paso mal, se me inquietan las piernas, duermo mal, al día siguiente trato de volver a mi normalidad. Y ya.

La información es el mejor activo de la mente y después está escuchar a tu cuerpo. Y querer salir de un mismo lugar y dejar de vivir con parches.

Cuando armábamos las notas pensaba: ojalá alguien me hubiera dado todo esto junto a mí hace años. La medicina integral en nutrición y psicología en nuestro país es tan difícil, porque pocos profesionales asocian la tristeza también con la alimentación, el letargo, la fatiga, la mente nublada, la falta de concentración.

Ojalá los ayudemos en algo con las historias que tenemos para contar esta semana.

La alimentación, un deporte que guste –un rato- cada día o día por medio, un buen descanso, quizás alguna ayuda de un médico que necesiten para supervisar si esto aún no es suficiente: somos el héroe de nuestra propia vida así que si ahí estás estorbándote como dice nuestro libro esta semana, pedite permiso y correte.

Tenés tiempo en estos días.

La autora del libro -Brianna Weist- habla mucho de sacarse la presión de pasar a ser, en esta cuarentena, alguien mejor, y nos dice que aprovechemos la oportunidad para convertirnos en alguien más estable, más pleno. Y nos invita a asumir la responsabilidad y responder: qué es aquello a dónde realmente queremos retornar?

Salud!

Escribí esta editorial escuchando nuestra playlist de la semana Cajita de música para grandes y chicos

L.-