La cocina es el corazón de la casa y la alacena, el centro neurálgico donde confluye lo que pasa en ella. Como todo espacio de alto tránsito, es normal que se vuelva algo caótico. Paquetes que empiezan a acumularse, migas que se confunden y fechas de vencimiento que se convierten en optativas. Remontar este caos que se da a puertas cerradas puede ser la clave de un reseteo fuerte en el vínculo con los alimentos de los que nos nutrimos. Como dice Claire Thomson en su libro El arte de la alacena: “Los contenidos de una despensa representan la independencia culinaria. Saber lo que contiene te permite ser más creativo y es una ayuda a la hora de planear qué comer”.
No importa el tamaño de la cocina, optimizar su orden tiene muchísimos beneficios. Para empezar, planear cada comida se vuelve una tarea mucho más amable. Decidir qué comer, ya sea que forme parte de una dieta planeada o que quede librado a la creatividad del momento, se vuelve algo fácil y alegre. Saber qué ingredientes están “en stock” también provoca una especie de sensación de libertad e independencia que viene de la mano de poder hacer algo con lo que tenemos. El espacio creativo que se abre es infinito y contribuye a sentirnos cada vez mejor en casa.
Marie Kondo, autora del best seller mundial La magia del orden, habla de una desintoxicación de posesiones. Para ella reducir lo que poseemos tiene efectos detox en nuestra mente. Pero, método Konmari aparte, hablemos de lo importante que es el placer visual de saber dónde está cada cosa. Entrevistado por VICE, Martin Lang, antropólogo evolutivo especializado en comportamiento ritual, afirma que “a la mente humana le gusta predecir cosas” porque cuando carecemos de control podemos experimentar ansiedad. “Si hay orden en la casa o el entorno, podemos sentirnos seguros y movernos libremente en el espacio”, dice Lang. Incluso limpiar “puede ser un mecanismo cognitivo que ayude a las personas a lidiar con la ansiedad”.
Ver los condimentos ordenados uno junto a otro en frascos iguales, todavía mejor si están agrupados por color, enciende una chispa que ya no se apaga. Un contenedor con manija, de esos que permiten tener todo mucho más a mano, se convierte en motivo de emoción y, muy pronto, llega el desenfreno de encontrarle el lugar indicado a cada ingrediente. Pero hasta un pequeño paso puede hacer mucha diferencia y empezar de a poco es mejor que no hacerlo para nada, incluso si simplemente se trata de devolver cada producto al lugar que ya tenía asignado.
Cómo enamorarse de la alacena
Despejar
Liberar todos los espacios es el primer paso: estantes, cajones y mesada, que nada quede sin vaciar.
Separar
Los paquetes abiertos hace mucho tiempo tienen que irse y esos que no planeamos consumir pero que todavía están cerrados necesitan circular hacia nuevas manos que los aprecien más. Por una cuestión de sanidad alimentaria, conviene poner más a mano los que tienen fechas de vencimiento más próximas.
Limpiar
Una limpieza profunda que vaya de arriba hacia abajo y que termine con todos los espacios secos y radiantes empieza a mostrar la luz al final del túnel en el proceso.
Organizar
En este punto, debemos reconocer que cada cocina es un mundo, pero en todas, la clave es la funcionalidad. Si bien podemos ver mil imágenes inspiradoras en Pinterest, la verdadera pregunta es qué es lo que necesitamos más a mano y cómo optimizar el espacio. Crear categorías por tipos de comidas (legumbres, cereales, etc.) o separar los paquetes abiertos de los cerrados, el criterio depende del espacio disponible y el uso que le demos. Los contenedores son aliados para delimitar estos espacios, si son transparentes o se pueden etiquetar, mejor.
Extra tips
- Los frascos de vidrio son un modo simple y efectivo de guardar los alimentos secos: cereales, arroces, frutos secos y granos se ven más accesibles y organizados. Bien tapados y etiquetados son un disparador de creatividad cuando abrimos las puertas de la alacena en busca de inspiración para una receta.
- Pensar en el guardado a la hora de comprar muchas veces puede ser difícil, sobre todo frente a las ofertas tentadoras de 3×2 o 2×1. Considerar las fechas de vencimiento y el espacio de guardado antes de sumar al carrito es crucial para mantener el orden.
- Las listas son todo. Antes de hacer las compras, un repaso por la alacena para determinar qué hay y qué falta no solo evita desperdiciar ingredientes, también ayuda a ahorrar. Aquí, como en tantos otros aspectos de la vida, menos es más: compremos lo que queremos, necesitamos y nos hace bien.
- Las frutas y verduras van a durar más si las guardamos como se debe. Se deben separar las frutas de las verduras y ponerlas a salvo del sol directo. Los tubérculos conviene que estén en un lugar oscuro y aireado. Palta, tomates, bananas, manzanas, duraznos y naranjas: sobre la mesada. Todas las verduras verdes, crucíferas y hongos, en la heladera. Es importante chequear regularmente la fruta y la verdura. Recordemos aquella máxima de la fruta que pudre al cajón.