Un movimiento vital.
Digámoslo de entrada: todos algún momento nos angustiamos. Lo sentimos en el cuerpo, en migrantes lugares del cuerpo. Algunos en la garganta, como un nudo que ahorca. Otros en el pecho cerrado. Otros en las entrañas, tal como canta Radiohead en No Surprises: el ajuste final/mi último dolor de panza…
La angustia -y su hermana, la ansiedad- son respuestas emocionales a una sensación de peligro difícil de identificar. Muy a groso modo, se diferencian en que la angustia presenta síntomas más físicos (paralizantes, a veces) mientras la ansiedad, síntomas psíquicos (inquietud, aceleración).
“Si se le pide a alguien que haga una lista de las angustias más importantes que le impiden vivir plenamente la vida, sería lógico esperar que aparecieran el terrorismo, las enfermedades, las catástrofes naturales y la crisis económica. Pero no. En lugar de eso, ahora sabemos que muchos están angustiados porque:1. No hay suficiente (dinero, amor, etc) 2. Nadie me quiere (miedo al rechazo)3. Esto es demasiado bueno para durar4. Me van a descubrir (es decir, otros van a darse cuenta de que estoy fingiendo)5. Mi vida no tiene ninguna importancia (es decir, cómo crear un legado de vida)
Para calmar esos miedos, muchos buscan la ayuda de un gurú de la autoayuda que hace una lista de todo (listas, usan muchas listas los gurúes): desde la necesidad de ser más generosos y centrarnos menos en la fortuna, hasta la de revelar el yo, incluso los defectos, pasando por un me merezco la felicidad escrito sobre un espejo o un escritorio y una carpeta de Hechos Positivos con los elogios que recibe cada uno”, escribe la filósofa y socióloga eslovena Renata Saleci en su libro Angustia.
Pero, a pesar de la sobredosis de máximas redentoras que encontramos redes, planners, tazas, imanes y hasta tatuajes, la angustia resiste. Y vuelve a aparecer. Porque tiene que ver con algo mucho más esencial y más profundo: la angustia tiene su sede -nada más y nada menos- que en el conflicto que nos plantea nuestro lugar en el mundo y las relaciones con los otros.
“La angustia surge de la percepción cambiada que tiene el sujeto de sí mismo (cómo me veo, cómo me ve el otro)” y se siente como un desarraigo, dice Saleci, en un contexto que nos quiere siempre productivos y funcionales. Saleci defiende la angustia, incluso la recomienda, porque cierto nivel de angustia nos previene de estar todo el tiempo buscando la felicidad. Además, es esencial para indagar, para transformarnos.
La anatomía de la ansiedad
Ellen Vora es una psiquiatra norteamericana, autora del libro titulado The Anatomy of Anxiety, donde distingue entre dos tipos de ansiedad: la verdadera y la falsa. Para ella, la “ansiedad verdadera” es una señal compleja de que algo en nuestra dinámica personal está necesitando atención. La “falsa ansiedad” es un desequilibrio del cuerpo, un desbalance químico que es el efecto residual de algo que no está bien en las entrañas. Puede ser una inflamación, por ejemplo, y se atiende creando las condiciones para curar el intestino con una dieta rica en caldo de huesos, colágeno, probióticos y fermentados. Ellen Vora sostiene que una cucharada de manteca de maní tres veces por día por ejemplo (a las 10 am, 2 pm y antes de dormir) es una receta infalible para mejorar la salud del tracto digestivo y el ánimo. Este es uno de los varios consejos bajados a la práctica que da en este libro en el cual explica a fondo el concepto de ansiedad, su origen, y propone un plan para llegar a ansiedad cero.
“Cuando analizamos la conexión entre el cerebro y las entrañas, es importante observar que el 90% de los receptores de serotonina se encuentran en el aparato digestivo. La psiquiatría nutricional ayuda a los pacientes a entender de qué manera la dieta puede incidir en el humor, para bien o para mal. Cuando se receta un antidepresivo necesario, los efectos colaterales generalmente se manifiestan en el aparato digestivo: algunos pacientes sufren temas gastrointestinales y hay entinces que equilibrarlos. Hay una ruta de doble mano, anatómica y psicológica, entre las entrañas y el cerebro, a través del nervio vago. El eje entrañas-cerebro es muy revelador de la conexión que existe entre la dieta y la salud mental”, dice la nota Gut feelings: how food affects your mood, que publica Harvard Health.
La angustia como señal
Una vez más, The Gelatina tuvo el placer de conversar con María Andrea Yannuzzi, psicóloga, PhD en la Universidad de Pittsburgh y terapeuta de negocios.
¿Qué es la angustia? ¿Cómo se siente en el cuerpo?
El psiquismo se expresa sobre el cuerpo en estados afectivos que -cuando son de naturaleza penosa- se manifiestan como angustia, congoja, preocupaciones, ansiedades, aflicción, etc. La angustia es un afecto que se siente en el cuerpo y nos desacomoda.
La sede de la angustia es el yo, que reconoce el displacer en el cuerpo y la traduce en síntomas muy variados paraexpresarla y, al mismo tiempo, intentar mitigarla. Cuando la carga –strain o estresor- ligada al ambiente externo, y sobre todo a lo vincular y laboral, es excesiva rompe nuestra capacidad de adaptarnos a ella.
En tanto seres integrados, todos nuestros estados anímicos conllevan su carga afectiva y somática, cognitiva y emocional. Pensamientos, lenguajes -y sus representaciones- descargan continuamente sentires muy variados y diversos, y algunos son displacenteros, como la angustia, pero no por ello menos vitales y necesarios.
¿Por qué tenemos tan poca tolerancia a la angustia o a cualquier otro síntoma “no feliz” que puede estar indicándonos algo?
Porque sus síntomas son displacenteros, se viven como amenazas internas o externas, y generan todo tipo de malestares somáticos: agitación, sobresalto, parálisis, sudoración, temblor, adormecimiento, entumecimiento, hormigueos, alteraciones del ritmo respiratorio, taquicardias, palpitaciones, mareos, náuseas, vértigo, descomposturas gastrointestinales, insomnio, etc.
El altísimo nivel de angustias, ansiedades y depresión que provocó la pandemia hirió la malla psicofísica individual y colectiva, y esto se vio exacerbado por el temor a las pérdidas y el dolor por los duelos.
Cuando la angustia es inmanejable, ¿qué hacemos?
Si la angustia deviene inmanejable, perdemos el equilibrio y lo primero que tenemos que hacer es recuperarlo: acudimos a una consulta psicológica y a una evaluación psiquiátrica. La angustia traumática puede arrojarnos a estados de desamparo, indefensión, desvalimiento, cinismo y desesperanza, que se proyectan en un porvenir amenazante, devastador y apocalíptico que impide vercaminos de construcción y reparación probables.
La angustia como movimiento vital puede ser resuelta a través de conductas saludables y no debe ser acallada ni transformada en inmovilidad, freezing, inercia, aislamiento y depresión. Se trata de tomar conciencia de la incertidumbre, de aquello que nos excede y no podemos controlar pero que es parte de la aventura de la existencia y el coraje para vivirla en todas sus facetas.
La angustia se transcurre, se canaliza y se administra en procesos personales. Reevaluamos su contenido, susamenazas y probabilidades mientras la afrontamos, porque la huída, la negación y la minimización nos debilitan y adormecen, nos transforman en sujetos desvitalizados, cansados, abúlicos, inhibidos, apáticos.
Atravesar estas emociones, ¿puede echarnos alguna luz para cuando salgamos del otro lado?
Atravesar angustias es parte de trascender la sombra personal y la del inconsciente colectivo, diría Jung; es no identificarse con el fantasma o el falso ser y descoagularlo,diría Lacan; es concientizar contenidos inconscientes y elaborarlos para resolver conflictos y deseos, diría Freud; es escrutar pensamientos automáticos e identificar sus disparadores emocionales, diría Beck. Transcurrir las angustias, reconocerlas y nombrarlas es comenzar a resolverlas como tensión vital a través del poder sanador de la palabra, para luego accionar e integrarlas junto a esos maravillosos estados de disfrute y sentires placenteros en infinitos matices.
Reinterpretar y resignificar los problemas, perseverar y resolverlos, madurar la tolerancia a la frustración y la paciencia, ampliar y sostener la capacidad de espera, cultivar el sentido del humor y el optimismo, practicar meditación, mindfulness, respiración y relajación conscientes, actividad física, prácticas de wellness y hábitos de bienestar, arte, creatividad y esparcimiento, en total:menos adrenalina y más endorfinas, más activación vagal, más amor, confianza, reconocimiento y pertenencia grupal y colaborativa, más vínculos afectivos y solidarios que nutren y brindan el soporte necesario para administrar la incertidumbre.
Uno de los principales problemas del mundo en que vivimos es la rotuladora, la máquina de ponerle un nombre a todo, a todos, a esto que siento pero también a la conducta de equis, el error de querer transformar cualquier cosa en algo productivo. Un componente alto de lo que nos dispara la angustia procede de la resistencia a reconocerla, a aceptar que no encaja, porque negarla sólo nos pone más ansiosos. No hay un motivo más justificado que otro para sentirnos ansiosos. No hay felicidad por oposición a angustia. Hay las dos cosas. Hay fe y falta de fe. Hay días buenos y días malos. Y en ese hilo estamos todos los que estamos vivos. “Un día, en retrospectiva, los años de lucha te parecerán los más hermosos”, dijo Sigmund Freud.