Su aroma quema la desgracia, dicen. El palo santo es el nombre vulgar de la especie Bursera graveolens, un árbol de madera dura que crece en el continente americano, sobre todo en Ecuador pero también en México, Honduras, Costa Rica, Guatemala y Perú.
En realidad, hay dos palo santos. El que mencionamos recién, que se vende en pedacitos de madera amarilla en las veredas de la ciudad y en los negocios de bienestar, y la especie Bulnesia sarmientoi, que es un árbol de madera verde oscura, que se usa en decoración, para hacer muebles, o se comercializa directamente en pedazos o en discos, porque es suave y perfumado. Ambos tienen un aroma poderoso, fuerte y dulce a la vez, que los incas reverenciaban. De hecho, lo llamaban “madera sagrada” porque creían que el humo que despide al quemarse tenía la propiedad de limpiar la energía para favorecer una mejor comunicación con los dioses.
Mientras la población de árboles de la primera especie está relativamente bajo control, el palo santo verde está en peligro de extinción. “Nativo de la región del Chaco Semiárido, lo encontramos en las provincias de Salta, Chaco y Formosa. Es un árbol de madera dura, veteada y verdosa que contiene resinas que le dan un aroma intenso y agradable. Puede alcanzar hasta 20 metros de altura y 80 cm de diámetro el tronco, que es recto y relativamente corto. Tiene una corteza pardo grisácea. Crece lento y es longevo”, dice el agrónomo Juan Pablo Moro, un conocedor de la especie.
“Lo llaman el mármol de los chinos, porque es muy preciado y tradicionalmente se exportaba en grandes cantidades a ese país. Requiere permisos de extracción y de comercialización. El palo santo, junto con el chaguar, son emblemas de la cultura wichi y se usan para hacer artesanías. En ellos hay algo ancestral y cultural, esa identidad social que vincula al hombre con la naturaleza. Además, el palo santo tiene un perfume impresionante.”
La cosecha del palo santo es un proceso bastante particular. “Su madurez es de los 50 a los 70 años, lo que en términos relativos no es mucho. Una vez que el árbol muere por causas naturales, debe dejarse en su lugar durante al menos cinco u ocho años para que los aceites maduren lo suficiente y se pueda hacer incienso de calidad”, explicó a The New York Times Jonathon Miller Weisberger, etnobotanista y autor de Rainforest Medicine: Preserving Indigenous Science and Biodiversity in the Upper Amazon.
Esos aceites esenciales de la madera de palo santo producen un humo blanco cuando se queman, que se usa para purificar en ceremonias espirituales, pero también se extrae para perfumar productos de belleza, como fragancias o jabón.
“A diferencia de otros inciensos, el palo santo puede ser utilizado varias veces, se comercializa ya cortado en forma de barritas de unos 10 centímetros de largo. Es recomendable que se deje desarrollar una llama muy grande para obtener un intenso humo (durante unos segundos, para luego sacudir fuertemente la mano para apagarla, no deje que el fuego arda por todo el palito)”, dice inkanat.com.
“El palo santo se utiliza para expulsar las energías negativas y atraer las energías positivas, su aroma nos ayuda a profundizar en los momentos espirituales de meditación y contemplación. Actúa como relajante, repele a los mosquitos y es toda una experiencia sensitiva que lleva a las personas a un estado de calma y bienestar.”