Lo que dicta el corazón.
“Mi padre y yo debemos haber tenido unas tres conversaciones importantes en la vida, de esas que lo cambian todo. Esta fue una de ellas:
-Escuché por ahí que estas boxeando. ¿Es verdad?
-Sí, papá.
-Laila, ¿sos consciente de dónde te estás metiendo? Todo el mundo te va a mirar, vas a tener un spot de luz apuntándote todo el tiempo… ¿Sabés la presión que eso va a significar para vos?
-Sí, papá, lo pensé mucho. Igual quiero hacerlo.
-¿Y si te dan una paliza?
-Haré lo que vos hiciste, papá: me voy a levantar.
-Es muy duro, hija, el boxeo es un deporte de hombres… No es para vos.
-Te entiendo, pero tomé una decisión y es la final: voy a hacer lo que me dice el corazón.
Seis meses después debutaba como profesional. La presión era tal cual mi padre me la había contado. Aquel día él estaba sentado entre la audiencia. Sonó la campana. Se acercó mi contrincante. 54 segundos después, ella caía a la lona por KO. Miré la sonrisa en la cara de mi padre. Era todo lo que necesitaba.”
¿Qué hay en un nombre?
Laila Ali es una de las dos hijas que Muhammad Ali tuvo con su segunda esposa, Veronica Porché. Nació en diciembre de 1977. Sus padres se divorciaron cuando tenía ocho y ambas hijas se mudaron con su madre a Malibú, California. Laila dice que no se acuerda de haber vivido con el campeón bajo el mismo techo, pero tiene otros recuerdos caprichosos, como que a su padre le gustaba grabar las voces de ella y su hermana Hana con un micrófono y un grabador de los de antes.
Fue una adolescente rebelde. Estaba siempre enojada, pero también era fuerte y ambiciosa. Le gustaba meterse en peleas callejeras, con chicos, en el gueto. A los quince años se la llevaron presa por robar en un negocio. “Pasaba el rato con un grupo de chicas medio bandidas, y un día se me ocurrió robar, aunque no porque me hiciera falta, porque tenía plata en el bolsillo. Pasé un tiempo en el pabellón de adolescentes. Creo que mucha gente lo hace y no la agarran. Bueno, a mí me agarraron. No tengo problema en contarlo si ayuda a otros”, declaró en una entrevista.
Laila jamás se imaginó que se dedicaría al boxeo profesional, como su padre. “Él siempre nos decía que el boxeo no lo definía, que era una plataforma para hacer otras cosas. Pero le encantaba hacernos saber que era muy famoso, que en cualquier parte del mundo la gente lo reconocía. Nos decía que lo que de verdad importaba no era lo que hacía sobre el ring sino lo que hacía abajo. Mi padre siempre hablaba de cómo quería ser recordado. Años después, cuando yo misma me hice adulta, empecé a pensar en mi propio legado, en qué iba a hacer además de ser la hija de Ali. Porque también heredé de él el deseo de retribuir lo recibido. Yo también quería hacer una diferencia, pero no sabía exactamente cómo.”
¿Alguna vez tuviste miedo de que no se te diera?
“Yo sabía que lo lograría porque lo sentía en cada célula de mi cuerpo. Y no es un mantra lo que digo. Lo sentía de verdad. Sabía que iba a poder. Y cuando alguien tiene esa certeza, va y lo hace”, le respondió Laila a Oprah Winfrey en el podcast de la serie Your life in focus.
Flashback
“A los 18, iba a la escuela y vivía sola. Tenía mi propio salón de uñas, donde hacía una pedicuría excelente y el mejor masaje de pies que alguna vez te dieron. Una noche fui a lo de una amiga a ver una pelea de Tyson, teníamos pop-corn, pizza, todo… Y, de repente, subieron dos mujeres al ring. Juro que, hasta ese momento, yo no tenía idea de que existía el boxeo femenino. Ni-idea. Así que vi esa pelea con la boca abierta, y me fui a casa soñando con ser boxeadora.”
“A la mañana siguiente, cuando me levanté, empecé a pensar en todas las cosas que tenía en contra: no tenía formación deportiva, no iba poder, qué iba a pensar mi padre, etcétera… Así que descarté la idea. Y pasó un año entero, pero la voz adentro de mí no se callaba. Entonces decidí escucharla. Me anoté en un gimnasio y empecé a entrenar en secreto. Yo no se lo quería contar a nadie porque prefería probarme primero, saber si tenía lo que hay que tener para llegar a ser una boxeadora profesional. Porque mi objetivo era ser la mejor, convertirme en campeona mundial.”
“Iba al gimnasio seis veces por semana, a la noche, cuando salía de la escuela. No me lo salteaba por nada del mundo. Era un entrenamiento durísimo, me acuerdo que me dolía todo el cuerpo las 24 horas de los 7 días de la semana (quien haya hecho entrenamiento de boxeo sabe de qué estoy hablando: te duelen músculos que ni sabías que tenías).”
“También tuve que aprender a correr. En eso me ayudó mi mamá, que me llevó a la playa y me dijo: vamos a correr 30 segundos y caminar 1 minuto. Y así empezamos, hasta que llegué a correr una milla, y después a dos, tres y cuatro. En cuatro meses perdí 15 kilos, gané masa muscular y me transformé en la luchadora que siempre había soñado.”
“Fue muy exigente, pero amé cada minuto de esa etapa porque mantenía en la mente el objetivo. Tenía una foto en la cabeza: me veía en el centro del ring, con los brazos en alto y los cinturones dorados colgando sobre el short.”
La suerte no existe
4 títulos mundiales y 24 victorias (21 por KO) después, la campeona de nombre propio dijo que “nada de eso pasó por accidente. Es lo que tenía que pasar, yo solo le puse trabajo.”
“Después de ganar mi primer título mundial, mi padre vino al camarín con cara seria y, otra vez, me dijo que teníamos que hablar. Pensé que me iba a dar un consejo o algo, pero me dijo me equivoqué, es verdad que podés pelear. Me acuerdo que sentí como una nueva victoria en ese comentario, pero esta vez no se trataba solo de mí: era una victoria de todas las mujeres.”
Muhammad Ali se oponía al boxeo femenino porque iba en contra de su fe musulmana. Tampoco se puso muy contento, y por el mismo motivo, cuando otra de sus hijas quiso ser comediante.
“Finalmente me gané su respeto, arriba y abajo del ring. Él tenía que entender que nadie se iba a poner en el camino de mi deseo, ni siquiera mi propio padre”, dice Laila en el podcast Your life in focus.
“Convertirme en atleta me fortaleció físicamente, pero también mental y espiritualmente. Una de las lecciones más valiosas que aprendí es que la confianza llega con la preparación. La gente me pregunta cómo hago para ser tan segura de mí misma. Simplemente hago lo que tengo que hacer, y esto se aplica a cualquier aspecto de mi vida.”
Colgar los guantes
Ex-boxeadora, esposa, madre, presentadora de TV, autora de libros y referente consagrada del empoderamiento femenino, Laila Ali también tiene un fuerte compromiso con la salud que viene de la mano de la buena alimentación. “El primer paso es sentirse bien por dentro. Cuando uno aprende a alimentarse correctamente, está listo para emprender el camino hacia un yo más saludable.” En su página web, por ejemplo, vende blends de condimentos orgánicos especialmente diseñados para agregar valor nutricional a las comidas. Y también Food for life, su libro de recetas saludables.
“Tengo 42 años, dos niños, peso 90 kilos y me siento muy bien, muy saludable, mucho más saludable que lo que me sentí en años, porque ahora sé lo que necesita mi cuerpo. Ya no entreno duro, entreno sabiendo. Pongo el foco en mi salud, no en mi peso. Me acuerdo que cuando a mi papá le diagnosticaron Parkinson, me decía que una dieta orgánica seguro lo curaría. No sé si es verdad o no, pero eso también se me metió en la cabeza y cambió mi manera de pensar sobre la comida: la comida puede jugar a favor o en contra, depende lo que elijamos comer.”
Con algunos problemas de corazón y riñones, Laila se toma la salud muy en serio. “Hay días en los que me siento cansada y desmotivada. Es un desafío, pero también un llamado de atención sobre las conductas preventivas: es muy importante tomarse tiempo para cuidar de nuestro cuerpo y nuestro espíritu. ¿Qué clase de pensamientos te metés en la cabeza? ¿Qué alimenta tu alma?”
Tu legado
“Para mí es muy importante ser una buena madre para mis hijos, como lo fue mi padre conmigo. Pero, para estar presente con mis hijos y mi esposo, y cuidar de ellos, primero tengo que cuidarme a mí misma. ¿Cómo voy a pedirle a otros que aspiren a su mejor versión si no lo hago yo misma primero?”
“Por eso, vos, ¿alguna vez pensaste cuál va a ser tu legado? ¿Cómo querés ser recordado? ¿Como alguien que vivió una vida contagiosamente feliz? ¿Como un padre increíble? ¿Como alguien que se animó a ir detrás de sus sueños? Tu legado es la intención que ponés en tu manera de vivir. Porque hay que tener un propósito, pero después hay que ser deliberado e implacable. Todos podemos escribir nuestra historia cada día. Tu pasado no te define. No esperes más. Empezá ahora. ¿Lo vas a hacer? Yo sé que lo vas a hacer.”