Intimidad 24/7

¿Qué pariremos dentro de nueve meses?

Dentro de nueve meses, más, menos, todos pariremos algo. Un cambio de personalidad, una decisión, un proyecto que vio la luz en las sombras oscuras de esta cuarentena inédita, una reconciliación, una separación. Las catástrofes nos ponen a repensar nuestras prioridades, y hablar de prioridades es hablar de familia.
Diane Macunovich Ph.D. de Economía, publicó en 2002 un libro titulado Birth Quake, donde estudia el baby boom que se dio después de la Segunda Guerra: “El crecimiento exponencial de la tasa de natalidad, que casi se duplicó en pocos años, fue un evento totalmente inesperado, de otro mundo, trascendental.”
Sobran los estudios que analizan cómo sube el ratio de nacimientos a posteriori de sucesos traumáticos de distinto tenor, como la Segunda Guerra, el apagón de NY en noviembre de 1965, el tsnunami, las Torres Gemelas… Pero también hay otros ejemplos mas banales, como un paro de jugadores de fútbol que de repente liberó la agenda de los hombres los domingos y aprovecharon ese tiempo para tener sexo.
Entonces, entre los bebés que nazcan en diciembre de 2020 estarán los que fueron concebidos por motivos existenciales (esa cosa de la experiencia límite que nos empuja a pensar en la posteridad) y los que fueron concebidos porque una pareja estuvo enclaustrada unas cuantas semanas.
El encierro deja todo al desnudo. También los cuerpos. ¿Cómo preservar la intimidad cuando tengo tan cerca -y todo el tiempo- el objeto de mi deseo? ¿Cómo vivir un amor libre en cuarentena?

Lejos-cerca/Cerca-lejos
¿Qué contiene la palabra intimidad? Lo primero que viene a la mente es desnudez. ¿Pero qué tipo de desnudez? ¿Física? ¿Emocional? El escritor Adolfo Bioy Casares tenía su definición: “La intimidad no consiste únicamente en desnudarse y abrazarse, como personas ingenuas lo imaginan, sino en comentar el mundo.”
Convengamos que ese mundo al que se refiere Bioy Casares se puso patas para arriba desde la declaración de la pandemia del coronavirus. Y que lo que antes eran dos personas que se encontraban a “comentar el mundo” ahora son dos personas confinadas por un mundo hostil, forzadas a comentarse todo entre ellas todo el día. Y, encima, estresadas.
Si amás al prójimo, sugiere la consigna de prevención de este virus, no te le acerques. Pero, ¿qué hago adentro de mi casa? Encerrado con quien/es alguna vez elegí: ¿necesariamente voy a terminar odiándolos? ¿Cómo hago para mantener una distancia emocional higiénica de quienes más amo?
“Un evento negativo (como que tu pareja recuerde una pelea, por ejemplo) tiene tres veces el impacto de un evento positivo (que tu pareja recuerde un gesto amoroso tuyo, por ejemplo). Para mantener vivo el amor, existe lo que llamamos La Regla de Cuatro: se necesitan cuatro cosas para equilibrar una mala. Claro que, en un contexto tan negativo como el actual, van a ser necesarias muchas cosas positivas para compensar. Encontrarlas puede parecer un desafío, pero hay algunas oportunidades obvias aún dentro de las cuatro paredes de nuestra casa: las fotos o videos de vacaciones, salidas y fiestas que nunca tuvimos tiempo de revisar o de pasar al álbum, de papel o virtual. Ahora hay tiempo para hacerlo. Y será una fuente de buenos recuerdos inagotable, y las parejas encerradas en su casa podrán darse con ellas una dosis de nostalgia positiva”, dice la nota Cómo no dinamitar su relación durante la cuarentena, que escribieron John Tierney y Roy Baumeister para The Atlantic.

Amar sin ropa
Reconozcámoslo: estamos todos vulnerables, y eso puede ser un trampolín a la pileta del encuentro. En una pareja con cierta antigüedad, la intimidad emocional puede convertirse en un disparador del deseo sexual.
Sin embargo, la cuarentena transformó la casa en una tienda de campaña. De lugar de descanso pasó a ser oficina, escuela, gimnasio, cine y sala de reuniones. Ni siquiera la cama es lo que era. Ni nosotros mismos, que estamos acorralados entre la ropa de fajina y los guantes de latex por un lado y, por el otro, el esfuerzo por mantenernos suaves, optimistas.
TheGelatina entrevistó a Patricio Gómez Di Leva, Psicólogo y Sexólogo:

Si para una pareja de cierta antigüedad el sexo puede ser una forma de encuentro, ¿cómo se hace, en cuarentena, cuando estoy todo el día encontrándome con mi pareja, para mantener el deseo?
“El motivo de consulta más frecuente de las parejas que vienen a verme tiene que ver con la falta de deseo. Cuando uno empieza a indagar un poco, nota que lo que hay atrás de la falta de deseo muchas veces es falta de tiempo. Lo que pasa con la cuarentena es lo contrario: hay demasiado tiempo compartido, y esto puede ser muy desgastante. Por eso es importante que cada uno genere y respete su propio espacio de intimidad personal. Y, después, armar momentos de encuentro para la pareja, que sean de alguna manera especiales. Momentos solo para la pareja. Chocarse en el pasillo no es conectarse.”

¿La vulnerabilidad erotiza?
“A las personalidades más protectoras tal vez la vulnerabilidad los erotiza. Pero esto depende de la historia personal de cada uno: a algunos puede erotizarlos, y a otros todo lo contrario.”

¿El estrés deserotiza?
“El estrés es uno de los peores enemigos de la sexualidad. Hay algunas personas, que son las menos, que usan la sexualidad como válvula de escape y, en momentos de mucha tension o estrés, están hipersexualizados. Pero, en general, cuando las hormonas del estrés aumentan, las sexuales disminuyen.”

¿Es este el momento de aplicar técnicas nuevas? Cualquier estrategia que apunte a traer la mente y los sentidos al encuentro sexual…
“Yo con mis pacientes uso mindfulness, una herramienta que ayuda a focalizar y estar presente a un 100%, y dejar pasar los pensamientos que distraen.”

Finalmente, ¿cuán exigentes con una pareja son las preguntas que acabo de hacerte? ¿No habrá que ser más amoroso en este momento, y ya?
“Tenemos que aprovechar la cuarentena para conectarnos con nosotros mismos y para descansar un poco, sí. Tenemos que estar activos, pero también tenemos que darnos tiempo para relajar. Hay que tomárselo con calma. Y ser conscientes de que si una pareja tenía ya de antes algunas dificultades sexuales, éstas no van a desaparecer por el hecho de convivir 24/7. La reconexión no es automática.”

Ni tanto ni tan poco
Un estudio de 2010 titulado The fertility effect of catastrophe analiza los efectos que tuvieron los huracanes de las costas del Atlántico sobre la tasa de natalidad del estado de Florida.
“Teníamos alguna evidencia que sugería que los nacimientos habían aumentado en Florida después de la temporada devastadora de huracanes de 2004. Entonces pensamos que este estado era ideal para estudiar la proclividad a la reproducción”, explica Richard Evans, uno de los autores.
El relevamiento se realizó sobre distintas tormentas y distintos grupos de mujeres, de razas, estado civil, poder adquisitivo y nivel educacional diferente. “La investigación arrojó dos resultados. En el caso de las tormentas tropicales de categoría baja o media, registramos un efecto positivo y significante en la tasa de natalidad nueve meses después. También observamos que, cuanto más duraba la tormenta, más nacimientos había, lo que nos sirve de evidencia para confirmar la hipótesis del apagón de Nueva York: cuando se apaga la luz, se cierran los negocios y no hay TV, hacemos más bebés”, dice Evans.
Sin embargo, el estudio también reveló que, cuando la amenaza de tormenta es grave, y se multiplican las alertas, la tasa de natalidad baja en vez de subir. “No podés pensar en bebés cuando estás concentrado en sobrevivir”, dice el especialista.
Por ahora (por ahora), muchos de nosotros estamos a salvo en casa y con la mente puesta más en la comunidad -y en cómo lo que hacemos repercute en la comunidad- que en nosotros mismos. Un altruismo forzado, que no viene mal, y que ayuda a distraernos de los efectos que el coronavirus está teniendo en nuestro trabajo, economía, rutina, etc, etc. Tal vez este espíritu de grupo contenga la chispa de una renovación. Y entonces nos agarren ganas de hacer bebés pensando en una generación futura mejorada, más solidaria, el tipo de sociedad que ahora todos decimos que queremos.