Qué mezcla maravillosa.
(antiguamente)
“El uso de la gelatina como agente terapéutico se remonta a la antigua China. Probablemente se convirtió en el primer alimento funcional cuando el matemático francés Papin inventó una máquina que llamó digestor en 1682. El digestor de Papin era un aparato que cocinaba huesos o carne al vapor para extraer de ellos una gelatina. Del mismo modo que hoy las vitaminas ocupan el centro de la escena nutricional, hace doscientos años era la gelatina la protagonista de los estudios científicos relacionados con la nutrición. Sus principales fanáticos eran los franceses, que por entonces procuraban formas eficientes de alimentar a sus ejércitos y al inmenso número de indigentes que poblaban las calles de París y otras ciudades. Aunque la gelatina no es una proteína en sí misma -es solo una poderosa fuente de los aminoácidos arginina y glicina- tiene el poder de potenciar las proteínas, y por eso puede transformar un par de bocados de carne en una comida completa. Durante el sitio de París, cuando escaseaban las verduras y la carne, un médico llamado Guerard puso a sus pacientes en una dieta a base de caldo de huesos y grasas, y todos sobrevivieron. También fueron los franceses quienes lideraron las investigaciones más relevantes sobre la gelatina hasta los años 50. Probaron su eficacia en el tratamiento de numerosas enfermedades, como las úlceras pépticas, tuberculosis, diabetes, deficiencias musculares, infecciosas, ictericia y hasta cáncer. Los bebés presentaban menos trastornos digestivos cuando se le agregaba gelatina a la leche, decía otro estudio. El investigador norteamericano Francis Pottenger observó que la gelatina es una coloide hidrofílico, lo que quiere decir que atrae y retiene líquidos, y por ende mejora la digestión porque funciona como un imán para que los jugos gástricos hagan su trabajo”, dice la nota Broth is beautiful publicada en The Weston A. Price Foundation.
(ahora)
Cuando se descubrieron los sintéticos, la gelatina perdió sus reminiscencias de abuela y en su lugar entró la imagen del postrecito psicodélico color cereza brillante y perfecto. El que empujábamos con el dorso de la cuchara para verlo bailar, porque la gelatina es elástica, light, ofrece resistencia y después se deshace en un segundo. Simpática, inocua, retro.
Como dice Lala Bruzoni, fundadora de TheGelatina, es una mezcla de frío y calor que cura despacio, es firme, pero también se desarma apenas con un chorro de agua, parece hiper sólida pero se puede ver a través. La gelatina se hace con agua hirviendo y agua fría. Se enfría en la heladera, y sale transformada en otra cosa. Lo más divertido es desmoldarla, porque lo que hay que hacer es justamente el proceso inverso: sumergir el molde en agua caliente para que se derritan sus bordes y se desprenda como magia. Calor, frío. Frío, calor. Y así en un loop interminable.
(qué tiene que ver la gelatina con la felicidad)
Cuando uno atraviesa situaciones que hipersensibilizan, así queda: más sensible. Esta es una buena forma de entender el trauma. El trauma, en la definición de un diccionario básico, es un choque o impresión emocional muy intenso causado por algún hecho o acontecimiento negativo que produce en el subconsciente de una persona una huella duradera que no se puede -o se tarda en- superar.
TheGelatina nació como una mezcla de contenidos para equilibrar cuerpo, mente y espíritu con información valiosa y datos de color. Tiene como brújula ofrecer un periodismo para personas curiosas y entregadas, y aspira a sumar servicio para todos los que tienen sed de sanación. La información es un arma poderosa, y queremos divulgarla a través de nuestras historias. Queremos que esta mezcla integre a las personas. Que emocione. Que cure. Que expanda. TheGelatina es un proyecto de salud, de la salud de estos tiempos. Porque la salud emocional es el futuro y el faro que orienta lo que aspiramos a comunicar.
Nuestro lenguaje es como la gelatina: simple pero eficiente, básico y mágico. La idea es resignificar el disfrute. Apagar el ruido. Tal vez sea distinto de lo que nos vienen enseñando con tanta profusión de mensajes. La gelatina es una invitación a sentarnos a la mesa con nosotros mismos, vernos a través, transparentarnos. Algo que, en estos tiempos, se parece mucho a ser feliz.
(volver a lo natural es la forma de calibrar)
Nutricionalmente hablando, la gelatina es una fuente de colágeno, una proteína que contiene aminoácidos necesarios para las articulaciones, músculos y cartílagos. En el eje digestivo, Chris Kresser, gurú de la medicina funcional, dice que “las sopas hechas con caldo de hueso son un elemento esencial de las dietas GAPS (por su sigla en inglés Gut and Psychology Syndrome), que están diseñadas para fomentar la salud digestiva. Previene el sindrome del intestino permeable, que está en la base de muchas alergias e intolerancias alimenticias, inflamaciones y autoinmunes”, dice en su página web.
Además, el colágeno tensa la piel y ayuda a dormir. Dice Kresser: “La gelatina contiene glicina, que es un neurotransmisor inhibitorio que disminuye la ansiedad y da calma. Esto se debe a que la glicina contrarresta los efectos de la norepirefrina, una hormona del estrés que provoca sentimientos de pánico.”
(la dieta de la vida)
Hay bocados que nos condenan, como la manzana en el paraíso, y bocados que nos salvan. Pero todo depende del plan mayor.
“No existe la comida perfecta. No todo lo que contiene tu plato tiene que servir para algo. También es importante que tengas en cuenta tus gustos. La elección es tuya y, cuanto más consciente sea tu dieta general, más espacio tendrás para indulgentes antojos. Para alimentarte saludablemente, tenés que dar un paso atrás y observar con perspectiva. No te castigues. No te preocupes por cada comida, ni por cada bocado. Si tu dieta es consistente, va a alternar picos y valles, y eso está bien”, dice el artículo Nutrition 101 publicado en Harvard Health Publishing.
La clave es la alternancia. Como el frío y el calor que hace la gelatina. Como todo en la vida, bah.