Es tan humano como errar.
Cuando tenía apenas cuatro años, un sobrino mío de rulos rubios y ojos bien redondos y verdes, insultó a su mamá. Me acuerdo bien, íbamos los tres en un auto por una ruta de Estados Unidos, veraneo familiar, todos felices. La mamá se enojó y retó a su hijo. Tenso silencio. “Perdón”, le dijo él, con la mirada baja. Ella lo miró por el espejito retrovisor. “¡Perdón!”, repitió el niño, más fuerte. Otro silencio. Hasta que finalmente, urgido por las ganas de deshacer su ofensa con la misma velocidad con la que se había dado cuenta de que la había herido, le dijo: “¡Perdonáme, o te pego!”
“El perdón supone una relación entre dos partes, una de las cuales fue lastimada por la otra y entre quienes existe (al menos en teoría) cierta comunicación”, dice Charles Griswold, profesor de filosofía en la Universidad de Boston y autor de Forgiveness: a philosophical exploration. “El perdón requiere reciprocidad entre el ofensor y el ofendido. Vos podés pedir perdón, pero puede que no seas perdonado.”
Nos lastimamos entre nosotros de muchas maneras todo el tiempo. Cuando pedir perdón no es un resorte automático que lo único que pretende es llevar el contador a cero, contiene la posibilidad de reflexionar sobre lo que nos enoja, o sobre lo que nos lastima y nos provoca represalia.
Rezo por vos
El perdón tiene connotaciones religiosas. “Aunque no se puede negar que en la cultura occidental el perdón cobra protagonismo en el contexto del catolicismo y el judaísmo, no hay nada en esta virtud que remita a un contexto religioso”, dice Griswold, pero agrega que es cierto que supone ciertas normas. Pronunciar las palabras “te perdono” no quiere decir que de hecho uno lo esté haciendo, como tampoco “me perdonaste” borra las secuelas de la discusión que todavía está flotando en el aire.
Alejandro Bertolini es sacerdote, Doctor en Teología y está terminando su Doctorado en Filosofía. Además, es profesor en la UCA y Secretario de la Sociedad Argentina de Teología.
Uno piensa en perdón en el cristianismo y piensa en la parábola del hijo pródigo. Para quien no sabe de qué estamos hablando, es el relato de un padre que reparte su herencia en vida entre sus dos hijos. Uno aprovecha el dinero para irse de la casa y dedicarse a darse todos los gustos y licencias, mientras el otro hermano se queda en la casa del padre. Cuando el hijo “descarriado” se gasta todo, decide volver a la casa de su padre, quien da una fiestón para recibirlo, ante la furia del hermano “correcto”, que lee como una injusticia que su padre perdone con tanta efusión el desvío de su hermano. ¿Cómo se lee esta parábola?
Se lee como la alegría de un vínculo fundamental que se restablece. Lo que hace el padre no es tanto celebrar al hijo pródigo porque encaminó su vida sino porque maduró y porque, después de la distancia que tomó para encontrarse con él mismo, entendió que el vinculo con el padre era vital y entonces lo recibe con una fiesta. Para el cristianismo el perdón tiene más que ver con un vínculo que se recompone que con una falta que se perdona. Aunque a nivel del inconsciente colectivo el cristianismo se vincula con aquella idea antigua de las Tablas de la Ley y el pecado, el sacramento que antes se llamaba “Confesión” ahora se llama “Reconciliación”: en uno el foco estaba puesto en la falta, mientras que el otro pone el foco en la relación.
¿Pero no deja entender que la fiesta es volver a la norma, que el perdón es reglamentario?
No, yo creo que el otro hermano nunca entendió de qué se trataba la riqueza de estar con el padre. En la parábola, el padre le dice “todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mÍo”, como dándole a entender que podría haber hecho fiestas todos los días si hubiera querido. Ninguno de los dos hijos sintonizó con el valor del vínculo con el padre.
Si Dios es perdón, ¿para qué existen los mandamientos?
Los mandamientos tienen valor de ley pero están redactados en tiempo verbal Futuro, ¿te diste cuenta? No en Imperativo, que es el tiempo en que se dan las órdenes, sino en Futuro. Es como si te estuvieran diciendo: una vez que conozcas el sentido de lo que te propongo no vas a querer hacer eso, ni eso otro. San Pablo dice “la ley mata, solo el Espíritu vivifica”: una vida centrada en la ley y en la transgresión te aplasta, sólo el espíritu de un vínculo renovado te libera.
¿En qué quedaron la “penitencia” y el “infierno” como indicativos del pecado/error?
La penitencia entendida como aquello que repara el daño sigue existiendo, pero ahora tiene un valor más simbólico (aunque valor al fin) que demuestra la intención de cambiar. Al infierno se lo cargó de una mitología que terminó volviéndolo algo fantástico, pero en esta reconversión de la teología debe entenderse como la auto-exclusión de un vínculo de amor pleno.
Rezo por mí
Benjamin Alaluf tiene 26 años y estudia el Seminario Rabínico Latinoamericano Marshall Meyer, sede Buenos Aires.
¿Qué es Iom Kipur, el día que se asocia con el perdón en el año judío?
Iom Kipur quiere decir Día de la Expiación. La tradición judía presume que el hombre se equivoca, que todos somos imperfectos, la santidad solo le corresponde a Dios. Por eso, en los rezos que hacemos tres veces por día (a la mañana, a la tarde y a la noche) incluimos una oración para pedir perdón que, traducida, dice algo así como “perdónanos padre nuestro porque hemos errado, absólvenos rey nuestro porque nos equivocamos.” Tres veces por día pido perdón. Iom Kipur es un día que cierra el trabajo de un mes en el que me hago cargo de mis errores porque, para el judaísmo, los errores entre el hombre y Dios se arreglan entre el hombre y Dios, mientras que los errores entre el hombre y su prójimo se arreglan entre el hombre y su prójimo. Esto es muy importante: Iom Kipur no te absuelve de faltas que cometiste con terceros.
Y entonces, ¿qué pasa en el día de Iom Kipur?
La fiesta es, simbólicamente, un juicio que Dios le hace a la humanidad. La metáfora es que Dios determina el destino de la humanidad para el año que sigue: quién va a vivir, quién va a morir, quién se va a empobrecer, quién se va a enriquecer… Es el mérito de nuestras acciones lo que nos inscribe en el libro de la vida. Pero durante todo el mes previo a ese día, hay un período que llamamos Iamim Noraim (días terribles). ¿Por qué son terribles? Porque no hay nada mas terrible para el hombre que encontrarse con sus propios errores y juzgarse a uno mismo. Es todo un mes para levantar el teléfono y pedir perdón a quien hayas ofendido. Y hay otro concepto clave: Teshuvá, que viene del verbo lashuv, que significa retornar. Es la palabra que utilizamos para el arrepentimiento, para ese proceso de arreglar las cosas. Por eso es un retorno a uno mismo. Todo el mes previo a Iom Kipur gira en torno a la Teshuvá.
¿Cuáles son las reglas que me indican qué es lo que está mal hacer, y que debo pedir perdón por eso?
El judaísmo es muy reglamentario, acaso más que el cristianismo. Y más pragmático: rezar tres veces por día, comer tal cosa, etc, etc. La Torá tiene 613 mandamientos o leyes, entre los cuales están los diez mandamientos del cristianismo, pero también hay muchísimos mandamientos morales o máximas que están por fuera de ese número.
¿Y existe el castigo?
No hay un dogma, pero sí algunos conceptos. Existe una noción talmúdica que habla del gueinom, que es lo más parecido que el judaísmo tiene al purgatorio como el lugar donde están las almas que tienen que expiar sus faltas. El tiempo que pases en gueinom depende de lo que hagan los que quedaron en la tierra -mediante sus buenas acciones- para elevar tu alma. Porque para el judaísmo hacerse de un buen nombre es central: cuando una persona que no hizo el bien se muere, queda en los vivos redimirlo. Y después hay otra idea de justicia: que la retribución por lo bueno o por lo malo pasa en esta vida, tal vez no todo, pero existe una justicia operando.
Eternamente presos
Nelson Mandela estuvo veintisiete años preso por oponerse al apartheid, y durante ese tiempo lo torturaron varias veces. Dieciocho los pasó en un cuarto que medía no más de 4×4 en Robben Island, a pocos kilómetros por mar de Ciudad del Cabo. Cuando lo liberaron, en 1990, pronunció la célebre frase: “Y mientras salía por esa puerta hacia mi libertad entendí que, si no dejaba atrás toda la ira, el odio y el resentimiento, iba a seguir siendo un prisionero toda la vida.”
Perdonar a otro, pedir perdón, perdonarse, supone dejar atrás el enojo. A veces lo logramos en un instante, a veces podemos demorarnos toda la vida en el proceso. Para empezar a considerarlo, entonces, uno debe preguntarse qué clase de vida es sostener para siempre un rencor. Y recordarse que el error es tan humano como la compasión.