Calma en el caos.
“En un cristal tenemos clara evidencia de la existencia de un principio vital formativo. Aunque no podamos entender su vida, un cristal es, no obstante, un ser vivo”, dijo a principios del siglo pasado Nikola Tesla, un ingeniero serbio brillante, maestro en los campos de la mecánica y la electricidad. Tesla fue el inventor -entre muchos otros descubrimientos- de la corriente alterna, lo que hace que la electricidad llegue desde una central hasta las terminales domésticas. Tesla era fanático de los cristales de cuarzo, y los usó en numerosos experimentos: “Si querés encontrar los secretos del universo, pensá en términos de energía, frecuencia y vibración”, dijo.
Los cristales se formaron con la tierra, y se transformaron con ella. Son como pequeñas muestras de su origen y su evolución. Cualquiera sea su forma, su estructura tiene la capacidad de atraer, concentrar y emitir energía.
Las culturas antiguas lo sabían, y cada una tiene su propia historia con los cristales. Desde Egipto a los mayas, desde Grecia y Roma hasta la Edad Media, ininterrumpidamente veneraron su solidez y su belleza. Los pulieron para usarlos como joyas, los incrustaron en custodias eucarísticas, juraron sobre ellos amor eterno, los usaron para cortar, para matar. Y para sanar.
“Los antiguos sabían que, cuando alguien interactuaba con un cristal, su campo electromagnético se movía hacia otros más sutiles. Por eso se ponían cristales en las coronas, o se colgaban en el cuello, o se usaban en anillos… Porque la ubicación de los cristales en determinados puntos (chakra corona, chakra corazón, falanges determinadas de los dedos) es un portal a otra frecuencia, a percibir otras cosas”, dice Andrea Kovacs Kadar, Médica y Psicoterapeuta, especialista en Soluciones Sistémicas y Abordaje Transpersonal.
Para principiantes
TheG conversó sobre cristales con Andrea Kovacs Kadar, que los usa para cerrar las sesiones con sus pacientes, como asistentes del encuentro terapéutico.
¿Cómo operan los cristales?
Los cristales tienen miles de millones de años y son unas de las estructuras más ordenadas de la naturaleza, no tienen casi alteraciones. Por eso responden de manera única al campo electromagnético. Un cristal es una estructura pura que capta energía y la hace circular a través de una red de flujo de forma equilibrada y constante. Porque transmite orden, acercarse a un cristal o a un campo de cristales ayuda a acomodar nuestro propio campo electromagnético. Es como calibrar, volver a un campo de frecuencia natural y saludable.
¿Es por eso que se dice que sanan?
Cada célula de nuestro cuerpo vibra en una frecuencia específica, y cuando esas frecuencias se alteran se hace necesario un ajuste. El cristal capta energía del universo y la transmite y amplifica en tu cuerpo para regresarte a una resonancia armoniosa y saludable. Porque, aunque no seamos siempre conscientes, estamos emitiendo ondas negativas permanentemente con nuestros pensamientos. Los cristales son instrumentos para la restauración del equilibrio, amplifican y transmiten la coherencia que en sí mismos tienen.
¿Dónde interviene el elemento de la fe? Se necesita creer en los cristales para que funcionen, ¿cierto?
Bueno, no. Cuando todavía no teníamos acceso a las tecnologías que miden las frecuencias de los cristales, ahí tal vez sí podía decirse que funcionaban como un placebo. Pero ahora está comprobado científicamente que el cristal tiene una frecuencia y la emite; no es magia. No por nada los cristales y minerales se usan en tecnología (silicio en los teléfonos celulares, cuarzo en los relojes, etc), porque tienen la capacidad de transmitir cosas.
¿Y esto vale para cualquier cristal?
Sí, pero hay de alta frecuencia y de baja frecuencia. Un hematite, por ejemplo, es un cristal de baja frecuencia y sin embargo es muy bueno para conectar con la tierra: cuando alguien está muy “volado”, podés apoyarle este cristal sobre el chakra raíz y lo ayudas a bajar. Para canalizar, usás los cristales maestros.
¿Qué significa canalizar?
Conectar con información que viene de planos de frecuencia más sutiles. Los cristales maestros tienen esa propiedad. Se llama cristales maestros a aquellos que tienen determinadas características morfológicas: geometrías, facetas (o caras) e inclusiones (cristalitos que salen a los costados como hijitos).
Ah, ¿entonces los que están pulidos no sirven?
Los cristales maestros no están pulidos, se encuentran en la naturaleza en su forma primigenia. Después están aquellos que se moldean a propósito, como los biterminados, que son los que tienen punta arriba y punta abajo para conectar cielo-tierra. Cuanto más bruto es un cristal más conserva su propia resonancia. Pero uno pulido igual tiene su red de flujo.
¿Dónde los compro? ¿Cuál elijo?
Te comprás el que primero llama tu atención, porque tu campo vibratorio va a entrar en resonancia con el cristal que necesita. Hay en Buenos Aires un negocio que se llama La Gruta donde exhiben cuencos con distintas piedras para que vos veas cuál llama más tu atención, y así empezás a preguntar.
¿Cada cristal tiene un significado?
Cada uno tiene una propiedad, una cualidad de frecuencia y energía. Por ejemplo, el citrino recuerda a la energía solar, es un cuarzo de color amarillo que se apoya en la boca del estómago. Muchos lo llevan en el bolsillo como amuleto de la abundancia, porque el amarillo tiene que ver con la energía del dinero. La pirita también: es una piedra plateada que se usa para la abundancia y para transmutación de energía.
¿Y el cuarzo rosa?
El cuarzo rosa es para cuando estás buscando mantener una total energía con tu corazón, con la emisión de tus sentimientos. Los cuarzos rosas contienen mucho amor, por eso a muchas mujeres les recomiendo que se compren un corazón de rosa cuarzo y lo usen como colgante.
¿Dónde pongo los cristales en mi casa?
Los podés poner en cualquier lugar: arriba de tu cuerpo, en una repisa, abajo de la almohada, al lado de la computadora o en tu mesa de luz. Podés ponerlos todos juntos, no es que se repelen unos a otros.
¿Cómo se cuidan?
Cuidar un cristal significa darle tu atención y tu conciencia. Los cristales emiten frecuencias. Cuando no entran en resonancia y quedan abandonados hay que volver a conectarse con ellos, ponerles atención.
¿Eso sería tocarlos, por ejemplo?
Sí. Lo que ellos reciban, por cómo los tratás con respeto y con amor, te lo devuelven aumentado. Porque son grandes transmisores, reflejan nuestra propia energía amplificada y aumentada.
Entonces un cristal no es un objeto de valor en sí mismo si no en su relación con algo, con alguien…
Su poder transmisor se manifiesta en contacto con algo o con alguien, aunque también es cierto que en su naturaleza autónoma tienen un diseño perfecto y ordenado.
Cómo cuidar los cristales
Así como se ensucian, hay que limpiarlos. Porque absorben el polvo doméstico, pero también la energía circundante, propia y ajena. “Con sostenerlos amorosamente entre las palmas de las manos es suficiente. Uno mismo puede ponerlos en frecuencia, porque también nosotros somos vibración”, dice Andrea Kovacs Kadar.
Otras maneras de amarlos:
- Lavarlos con agua salada: funciona como un imán para las energías negativas.
- Dejarlos durante un par de días expuestos a la luz del sol y de la luna, para que el cristal la filtre y se purifique.
- Enterrarlos durante una semana: devolver los cristales a la tierra los ayuda a recargarse de la vibra de los elementos.
- Quemar unas hojas de salvia y pasar los cristales por el humo, que es purificante.
- Creer en ellos: eso les quita toda negatividad.
En una nota titulada I Want to Believe My Rose Quartz Is Bringing Love Into My Life que publica The Cut, Katie Heaney cuenta que un bello día caminó hasta un negocio cerca de Union Square, en Nueva York, a comprarse un cristal de cuarzo rosa. Atravesaba un momento emocional delicado y había leído en un libro que esta piedra le traería amor incondicional, y ahuyentaría viejos odios y resentimientos. “Se supone que el cuarzo rosa mejora el amor propio y la vida amorosa a través de un proceso dudoso que tiene que ver con la energía y el chakra del corazón, que se asocia a los colores verde y rosa. Ya no hay quien niegue que formular intenciones puede incidir en nuestra conducta, y que tomar algunas decisiones encuadra nuestra manera de pensar. Yo me compré aquella piedra con la esperanza de que mejorara mi vida. Tal vez fue eso lo que iluminó mi perspectiva, y lo que me animó a empezar a vivir de tal forma que todo terminó mejorando”, dice Heaney.