Cuando el sexo se vuelve un cálculo.
Elena: No es ni miércoles ni sábado.
Bill: Pero vos sabés que podemos tener sexo cualquier otro día…
Elena: Pero es mucho más divertido cuando es planeado.
Elena Richardson es la ama de casa modelo de Little Fires Everywhere. En post-its de colores pegados en la heladera, Elena lleva el control de la casa y de todo lo que cae bajo el paraguas amplio de “lo doméstico” (que, a veces, se carga las vidas de otras personas). Incluido el sexo, que está pautado dos veces por semana.
Dos, tres por semana, una vez por mes, a la mañana, a la noche… Todas las parejas tenemos nuestras preferencias, pero no todas necesitamos calendarizarlas. Ríos de tinta se han escrito sobre el deseo, sobre cómo mantenerlo vivo, sobre cómo impacta la rutina en el fuego del encuentro (que, como todo encuentro, gana con lo fortuito), pero también sobre la construcción de una intimidad que va mucho más allá de coger y que no está mal poner en agenda.
Lo que pretendemos desnudar en esta nota es un hábito mucho más común de lo que todos estamos dispuestos a reconocer: que el sexo no siempre responde al deseo. Y esto vale para las parejas que llevan años juntas como para algunos usuarios de Tinder, que manejan los encuentros íntimos como una planilla de Excel.
La cantidad correcta de sexo
“Son numerosas las encuestas que establecen una relación entre una vida sexual activa y cierto estado de plenitud, con uno mismo y con el universo. Pero no explican por qué”, dice la nota The Joy of (Just the Right Amount of) Sex que publica The New York Times. “A lo mejor lo que pasa es que las personas felices tienen más sexo, y ya. Para establecer la causalidad entre felicidad y sexo, a la ciencia no le quedó otra que consultar a una muestra variada de parejas. Los resultados, publicados en 2015, confirman que no, que no existe tal causalidad. Un grupo de investigadores de Carnegie Mellon University convocó a 64 parejas, todas casadas y heterosexuales, para preguntarles con qué frecuencia tenían relaciones sexuales, cuánto disfrutaban de esos encuentros íntimos y cuán contentos se sentían en general. A la mitad de las parejas, elegidas al azar, se les pidió que continuaran con su vida tal y como estaba; y a la otra mitad se le pidió que duplicaran su frecuencia sexual: si tenían sexo una vez por mes (lo mínimo aceptable para participar del estudio), debían llevarlo a dos veces por mes; si tenían sexo tres veces por semana (el máximo aceptable), se les pidió que fueran seis.”
“También tenían que responder un cuestionario diario durante el tiempo que duró el experimento -que fueron 90 días- sobre la cantidad y calidad del sexo y los efectos sobre su estado de ánimo. Cuando se procesaron los resultados, se observó que duplicar la frecuencia sexual no los hacía más felices. De hecho, su bienestar declinaba, sobre todo en términos de energía y de entusiasmo, lo que a su vez afectaba la calidad de los encuentros. Los resultados sorprendieron a los investigadores. Según George Loewenstein, el profesor de economía y psicología a cargo del estudio, los resultados parecen indicar que tener sexo por algún otro motivo que no responde estrictamente a las ganas puede afectar nuestra calidad de vida y, con ello, nuestro estado de ánimo. Loewenstein sugiere que, si lo que se busca es sentirse pleno, es mejor concentrarse en la calidad que en la cantidad. Los estudios que vinculan la cantidad de sexo con la felicidad pasan por alto el dato central, que es el goce. Aquellas personas que gustan de sus parejas probablemente disfruten más sus encuentros y es esto lo que incide para bien en el humor”, dice la nota.
Hay que besarse más
TheG conversó con Mariana Kersz, psicóloga, sexóloga y autora de Un viaje al placer.
¿Existe algo así como una frecuencia sexual “ideal”?
No, no existe una frecuencia ideal. Hay personas que quieren tener relaciones sexuales todos los días y otras que están bien con tener relaciones cada seis u ocho meses. Cada persona construye su sexualidad y arma en su mente y en su cuerpo esta funcionalidad del deseo. No existe un estereotipo, ni en frecuencia, ni en tamaños, ni en tiempos. Hay que desarmar esta mirada cuantificada de la sexualidad. Está bueno entender el deseo como parte de una construcción que se hace a nivel personal y que luego se comparte con la pareja, con las dificultades que haya en el medio, porque no todos deseamos de la misma manera todo el tiempo.
¿Cuáles son los factores que apagan el deseo, fisiológicos y psicológicos? ¿Es la edad determinante?
Hay varios elementos que influyen en la disminución del deseo sexual, pero la edad no es uno de ellos. No hay fecha de vencimiento para el erotismo, no hay una edad en la que el deseo caduque. Por supuesto que va variando porque es dinámico, pero no podemos decir que el deseo se termina con la menopausia, o con la andropausia, o con la maternidad. A nivel fisiológico hay muchos factores que pueden incidir: la tiroides, la testosterona, el cortisol, hormonas muy relacionadas con el estrés, la prolactina, o cualquier otra patología de base que disminuya el deseo. Los factores emocionales o psicológicos también influyen: infidelidades, inseguridad, baja autoestima, vergüenza, falta de educación sexual, problemas de pareja, o familiares, o laborales, económicos, una pandemia… Hay miles de elementos que están en juego. Por eso es tan importante hacer una consulta temprana cuando se registra falta de deseo. Porque es algo realmente complejo de pensar, porque aunque tengas la testosterona baja (hormona relacionada con el deseo sexual) tampoco se resuelve automáticamente poniéndote un parche o usando gel de testosterona. El deseo es una construcción que tiene que ver con elementos emocionales, individuales, vinculares, de experiencia… Es un combo.
El psicoanálisis dice que lo erótico está en la intermitencia, en los intersticios entre lo que aparece y desaparece. ¿Compartís esta idea?
Depende de cada caso. El deseo es algo que se construye, por ende esta intermitencia puede servir en algunos casos, pero no en todos. Hay muchas personas que no desean per se y tienen que salir a buscar ese deseo. Para esas personas, la intermitencia puede sentirse como un rechazo. Hay una frase de Esther Perel que me gusta mucho: “El fuego necesita aire”. Para alimentar el deseo es necesario dejar la situación en suspenso… Si todo está dado, pautado, si todo el tiempo quiero, etc., puedo arrebatarlo.
Si coger se vuelve el programa de una pareja, como ir al cine o salir a cenar: ¿esto necesariamente quiere decir que se perdió espontaneidad? ¿O no te parece tan mal la idea de pautar/prepararse para un encuentro?
Esto tiene que ver con la idea de que el deseo surge espontáneamente. Onda pisamos una baldosa y surge el deseo sexual. Y la realidad es que no es así. Para construir el deseo, una de los consejos que damos en el consultorio es pautar el encuentro, planificarlo. Esto no necesariamente indica que es incorrecta mi manera de desear. Porque, en general, las personas con vulva deseamos diferente de las personas con pene (obviamente, estamos hablando en este caso de parejas heteronormativas). El deseo de los hombres es más instintivo, ellos suelen estar más estimulados, se habilitan más el deseo, su rol es más activo en general. Mientras el deseo de las personas con vulva es más reactivo que proactivo. (Lo que, por otra parte, explica por qué durante tanto tiempo hubo personas que se sometieron a encuentros sexuales sin placer sólo por el hecho de complacer a sus parejas.) Respondiendo a tu pregunta, creo que no siempre el deseo es espontáneo y necesita de la planificación del encuentro. Besarse todos los días un ratito antes de ir a dormir activa el deseo y es algo planificado, por ejemplo. ¡Y está bien! Porque a menudo pensamos con nostalgia que el deseo surgía espontáneamente al principio de nuestra relación, pero lo cierto es que eso nunca pasó. Porque, en los comienzos de una relación, uno suele estar muy activo en el chat con la otra persona, uno se viste para ver a esa persona, organiza un día y un horario de encuentro, hace un plan, etc: ¡no hay nada de espontáneo ahí tampoco! No le tenemos que tener miedo a planificar el encuentro como si tuviéramos una cita. El combo abuela-cena-cine-telo funciona muy bien, de hecho.
Si desearse sexualmente es uno de los combustibles de una relación, ¿te parece que la calendarización del sexo es una manera de llenar el casillero para quedarnos tranquilos?
Desearse sexualmente es uno de los combustibles, pero no es gratis. Al deseo hay que buscarlo, hay que construirlo. No porque yo sea tu pareja desde hace diez años me tenés que desear, o porque me corté el pelo, o porque tenemos hijos. El gran problema con el deseo es que creemos que tiene que estar ahí instalado y que la otra persona merece mi deseo porque sí. Y la verdad es que hay que hacer muchas cosas para construirlo y mantenerlo. Y también con uno mismo: si mi mente está off de deseo, es esperable que no desee al otro. Me resulta sorprendente la cantidad de veces por día que escucho en el consultorio frases como esta: “Accedo a tener relaciones el fin de semana porque mi pareja me insiste tanto durante la semana que, si cogemos el finde, hasta el martes tengo recreo”. Siempre pienso hasta qué punto tenemos metido el chip de tildar los casilleros del otro y no los propios.
¿Coincidís con la idea difundida (en redes) de que una pareja en crisis tiene que coger mucho primero y encarar sus problemas después?
No, para nada. Soy terapeuta de pareja además de sexóloga. ¿Cómo cogerías con alguien con quien tenés discusiones, con quien estás en conflicto? Para coger hay que desear, y ese deseo se construye desde la intimidad.
A menudo la calendarización del sexo es un tema que se asocia a las parejas que llevan algún tiempo juntas y sufren los efectos de la rutina. Pero bien podría decirse lo mismo de una persona muy activa en Tinder, que busca una sexualidad productiva. ¿O nada que ver?
Sí, tiene que ver con la manera de desear más que con el hecho de coger. Pensemos en una persona que está sola, supongamos que es una persona con vulva. Esta persona se pone como meta una vez por semana tener un encuentro placentero conmigo misma (bañadera, música, vinito, velas, sex-toy…): me parece que esto de la calendarización es un recurso súper valioso. El deseo hay que ponerlo en agenda.
¿Los hombres sólo quieren coger?
Yo te repregunto: ¿de donde salen estos conceptos tan estigmatizados? ¿Por qué las personas con vulva en general pensamos así? Tenemos esta mirada de la persona con pene como una persona limitada que solo piensa en su pene. Creo que es responsabilidad nuestra ampliar el mundo de la sexualidad desde el placer y no reducirlo a la genitalidad. No nos perdamos de entendernos, de mirarnos, de tocarnos, de besarnos.
¿Qué es mejor, cantidad o calidad?
Calidad.
¿Dónde vive el deseo: en el cuerpo o en la cabeza?
En una mente en modo erótico. Mi cuerpo puede estar muy predispuesto al sexo pero la realidad es que si mi mente no está conectada con momentos placenteros, con fantasías, si mis sentidos no están estimulados, lo más probable es que -por mucho que intente- no voy a llegar al orgasmo o a la erección. Porque no empieza en los genitales sino en el deseo pensado, elaborado.
Si el deseo se encienda en la mente, es el revés del control. Es decir, una mente sexy es lo contrario de una mente reguladora o dominadora. Es lo que queda de ella después que nos animamos a desarticularla, a usarla de otra manera, a hacerla un poco a un lado, como cae el vestido al costado de la cama.
Exelente nota!!!
Gracias Ale 🍒