Siempre la tenemos nosotros
La agenciación es la capacidad de tomar responsabilidad sobre la propia vida, sobre la manera en la que funcionamos y sobre los eventos que afectan nuestra vida y cómo los elegimos vivir. Se trata de un concepto crucial para la psicología cognitiva. Con agenciación podemos sentirnos más al comando de nuestras vidas.Albert Bandura, un psicólogo canadiense-norteamericano, autor de La Teoría del Aprendizaje Social, sostenía que la agenciación es la capacidad de influir sobre nuestros pensamientos y sobre nuestra conducta, y la consecuente fe que resulta de creer que podemos enfrentar un rango amplio de situaciones con la flexibilidad que requieren los conflictos y cambios.
“Existe probada evidencia de que la realización humana y el bienestar requieren de un optimismo eficaz. Y esto se debe a que la realidad está regada de dificultades, llena de impedimentos, adversidades, inequidades y frustraciones. Para poder mantenernos perseverantes, debemos tener un sentido de la eficacia robusto. Porque es muy común que un tropiezo nos llene de dudas. Y lo relevante no es esto, que puede ser una reacción natural ante cualquier revés de la vida, sino la capacidad de recuperarnos. Algunas personas vuelven a ponerse de pie bastante rápido; otros no logran sobreponerse y pierden confianza en sus capacidades”, escribe Bandura.
Aunque nadie discute que para vivir la vida hay que abrazar lo incierto, la idea de la agenciación subraya nuestro protagonismo. Para Bandura, las personas somos agentes de nuestro comportamiento, proactivos, organizados, “productores de las circunstancias de nuestra vida y no solo de sus productos”. En definitiva, tenemos un poder que ni sabemos que tenemos, capaz de incidir en (algunos) resultados y de influir además en otras personas. Quienes se destacan por una agenciación alta comenzarán a actuar si están 80% (o más) seguras. Por lo tanto, no hay tampoco que deliberar demasiado antes de actuar. Siempre se puede luego reevaluar si es necesario.
Ejercitar la disciplina de la pausa, de realmente prestar atención y trabajar en encontrar un mejor camino, un mejor paso, un mejor pasar para uno. Practicar la agenciación, este sentido consciente de la responsabilidad activa de las alertas internas. Poner, de alguna manera, la bandera del Norte deseado aunque -por la circunstancia que fuere- la vida no pueda darnos ese Norte en ese momento.
Autoeficacia
Es creer que somos capaces de poder lograr ciertas tareas específicas. “Si creés que sos capaz de cocinar un plato o terminar un proyecto, entonces tenés una autoeficacia alta. La gente con poca autoeficacia generalmente pone menos esfuerzo en una tarea porque no cree que pueda llevarla a cabo y esto aumenta su probabilidad de fracasar”, dice el artículo Cómo tener más confianza en tí mismo, que publica The New York Times.
En general, se confunde autoeficacia con autoconfianza, aunque para Bandura no son exactamente lo mismo. “La autoconfianza, o confianza en uno mismo, es más bien una visión general de cuán probable es que se cumpla una meta, sobre todo basados en nuestra experiencia pasada. Cuando pasás tiempo practicando en el piano, aumenta tu confianza en tu habilidad para tocar. Tanto la autoconfianza como la autoeficacia están basadas en la experiencia, pero la autoconfianza refleja una visión más amplia de uno mismo.”
(Y la autoestima es la percepción de nuestro valor, aunque -de las tres- es la menos decisiva a la hora de actuar.)
Los 7 ayudantes
En su libro The Power of Agency, los psicólogos Paul Napper y Anthony Rao proponen siete pasos para fortalecer la agenciación:
Controlar los estímulos. La agenciación empieza con aquello a lo que le damos -o no- cabida. Si carecemos de agenciación, es probable que cualquier cosa atente contra nuestra atención y tengamos que trabajar en ello. Por ejemplo, está probado científicamente que los celulares atentan contra la concentración mientras que salir a dar una vuelta nos devuelve el foco.
Elegir con quién relacionarse. O dime con quién andas y te diré quién eres. Porque es imposible no engancharse con lo que hacen las personas que nos rodean. Esto quiere decir que es importante aprender a ponerle límites a los demás, desvincularnos de mecanismos viciados y elegir con quién vamos a mostrarnos vulnerables. Siempre es mejor rodearse de aquellos que nos quieren bien.
Moverse. El ejercicio, junto con el debido descanso y una buena alimentación, ayudan a calibrar cuerpo y mente. Son numerosos los estudios que prueban que es recomendable hacer repetidas pausas durante largas jornadas laborales, y que incluso hacer ejercicio físico es una forma de adiestrar la voluntad.
Ser aprendiz. Las personas con altos niveles de agenciación suelen ser curiosas y buscan canales donde pueden aprender o adoptar una manera más colaborativa de vivir la vida. Esto requiere salir de la zona de confort y permitirse explorar ideas nuevas, nuevos grupos. Este paso no es necesariamente fácil, pero abrir nuestra mente -reconocer que somos un trabajo en proceso constante- nos ayuda a combatir el miedo al fracaso y al juicio externo.
Manejar nuestras emociones y creencias. A menudo operamos según premisas establecidas -“ya estoy grande para aprender algo nuevo” o “quién va a querer estar en pareja conmigo”- que nos impiden advertir hasta dónde nos condicionan. Cuando nos gobiernan el miedo o la tristeza, nuestra agenciación se ve afectada. Tomar conciencia de nuestra autopercepción nos ayuda a conquistar cierta libertad. Puede que lleve tiempo y esfuerzo, pero reconocer nuestras emociones nos devuelve el control.
Chequear nuestra intuición. Pensemos la intuición como ese saber interior compuesto de millones de datos almacenados en nuestro cerebro a través de los años. Usada correctamente, puede volverse un tremendo estímulo para nuestra creatividad y un tutor de nuestras decisiones. Todos hemos experimentado ese sentimiento visceral que nos despiertan algunas situaciones o personas. Sin embargo, la intuición no debe confundirse con sesgos o prejuicios: cuando hay en juego emociones -como en una entrevista de trabajo o en Tinder, por ejemplo- es recomendable hacer un alto y chequear con otros antes de caer en respuestas automáticas.
Pienso, luego actúo. Frente a una decisión importante, mejor pensar antes. Las personas con baja agenciación suelen encontrar impedimentos varios a la hora de decidir. Tal vez posterguen, se obsesionen con los detalles o se preocupen excesivamente en el proceso; o lo contrario, y actúen impulsivamente. Ponderar los pros y los contras de cualquier decisión y hacerse preguntas abiertas puede ayudar en la deliberación.
Bandura escribió: “Las creencias de las personas en sus habilidades tienen un profundo efecto en esas habilidades. La capacidad no es una propiedad fija; hay una gran variabilidad en la forma de llevar a cabo. Las personas que tienen un sentido de autoeficacia se recuperan del fracaso; abordan las cosas en términos de cómo manejarlas en lugar de preocuparse por lo que puede salir mal.”
Ahora bien, si la confianza en uno mismo se tiene o se construye ya es otro debate. Pero nadie discute que la relación con los otros es determinante. Freud consideraba que “los niños que habían sido amados por su madre acarreaban consigo, una vez llegados a la edad adulta, un optimismo inquebrantable”.