Catarsis

Expresarse es sanador. 

Aristóteles escribió sobre la función del arte en la purificación de los sentimientos en el siglo IV a.C. Para el filósofo griego, la catarsis era un proceso que se da en la tragedia y que tiene efectos en el alma de los espectadores. El espectador se reconoce en el personaje al que le pasan cosas, se identifica con él y siente que a él le podría pasar lo mismo. Cuanto más patética sea la historia, más uno se engancha, no por morbo sino por miedo, y más efectiva será la catarsis al final. 

Llorar alivia. Lo mismo que esa conversación emocional que tenemos las mujeres entre nosotras cada tanto, y algunos hombres. Lo mismo que la risa, que tiene el poder de romper el encanto, el bueno y el malo. Se trata de rendirse a los sentimientos, ni más ni menos. Sacarlos afuera, porque reprimirlos no es bueno, ni para la salud ni para las relaciones, a la larga. 

Pero no a todos nos gusta reconocernos vulnerables. Entonces preferimos hacerlo en soledad, en la cama mirando la escena nada que ver de la serie nada que ver pero que igual nos sirve para hacer catarsis. Del otro lado están quienes prefieren hacer el proceso junto a otros, sobre una taza de café o un vino que no cesa, o a través de la fantasía de las redes. Como dice la psicoanalista Marina Esborraz: “Si la novela en tiempo real protagonizada por Wanda y elenco convocó tanto no es por morbo, sino porque cumple la función de cualquier novela, película o libro, que nos permite vivir y proyectar nuestros sentimientos en una historia que actúan otros.”

Catarsis en griego quiere decir purga. Aristóteles creía que, para que se produzca, debe mediar una identificación, que trasciende los hechos narrados o actuados en escena porque apela a las emociones profundas y universales. Gracias a la catarsis, el espectador puede purgar sus emociones a través de otro. Incluso puede verlas con más claridad en otro que en sí mismo, aunque después sirvan de disparador para el auto-análisis.

Es mejor con otros

TheG ahondó un poco más en el tema junto a la psicoanalista Marina Esborraz.

¿Cuál es la diferencia entre hacer catarsis viendo una película o una obra de teatro y contarle (mediando palabras) lo que me pasa a otra persona?

Entiendo por catarsis la acción de descargar, eliminar o purificar el ánimo a través de la recuperación de recuerdos, de situaciones o de escenas en las que, en su momento, quedó detenida la posibilidad de expresar las emociones asociadas. Una catarsis se puede hacer poniendo en palabras el afecto que quedó retenido, frente a alguien o a través de una película, una serie o un libro que dispare una conversación, que al final resulta una forma de alivio porque ayuda a vehiculizar en palabras ese afecto. En ocasiones, apreciar una obra de arte también produce en sí mismo un efecto catártico. Cuando nos sentimos conmovidos por la visión o lectura de una manifestación artística entramos en contacto con nuestras fantasías, conscientes o inconscientes, y esto nos permite vivir proyectivamente nuestras pasiones, sentimientos, insatisfacciones. Las ficciones son un modo privilegiado de tramitar algunos afectos cuya expresión resulta coartada por las imposiciones del mundo exterior y de la vida cotidiana.

¿Existe algo así como un “alivio psicológico” cuando entro en contacto con mis emociones y logro expresarlas?

En el texto El creador literario y el fantaseo, Sigmund Freud compara el juego del niño con la creación poética. Cuando juega, el niño se crea un mundo propio, ubica las cosas de su mundo del modo que le resulta más agradable, lo que conlleva la exteriorización de “montos de afecto”, como llamó Freud a la carga afectiva de esas cosas de su mundo. El poeta o escritor actúa del mismo modo cuando crea sus mundos de fantasía, combinando ideas que no nos aportarían ninguna satisfacción en la vida real con sus fantasías transformadoras. Para Freud, el procedimiento catártico libera un monto de afecto que el aparato psíquico no logra descargar, y agrega que tanto la creación poética como el sueño diurno son la continuación y sustitución de esos juegos infantiles.   

¿Hay espacio para la expresión libre de las emociones en la vida contemporánea? 

La vida actual tal como está armada no deja demasiado espacio para el esparcimiento, el ocio y la disposición de tiempo para el encuentro con los vínculos más cercanos. Esto hace que muchas veces las redes sociales funcionen como canales de expresión de nuestras emociones, y también de nuestras frustraciones o resentimientos. En las redes, hay una delgada línea entre el alivio que puedo encontrar expresándome sin filtro y el riesgo de que  hacerlo me termine jugando en contra. Porque malas pasiones tenemos todos, pero las redes no suelen ser el mejor medio para desahogar un sentimiento. Hay vías y vínculos personales que pueden resultar mucho más favorables para eso.   

5 formas de perder el control

En su artículo In Defense of a Good Cry, and Other Options for “Losing It”, The New York Times propone alternativas para transitar ese momento en el que se nos salta la cadena.

  1. Llorar: “Puede ser verdaderamente catártico, porque cuando uno llora también toma grandes bocanadas de aire. Esas inspiraciones profundas activan el sistema parasimpático, que nos ayuda a calmarnos”, dice la nota.
  2. Comer: “Cuando uno está estresado, el cerebro necesita glucosa para alimentar las neuronas que nos mantienen en estado de alerta. Pero, además, las golosinas también nos ayudan a sentirnos mejor: los alimentos ricos en azúcar y en grasas activan el sistema de recompensa del cerebro.”
  3. Gritar: “En 2018 Kanye West probó la Terapia del Grito Ancestral, un tipo de terapia que consiste en gritar. La técnica se basa en el trabajo de Arthur Janov, un psicólogo que creía que un buen grito podía aliviar los traumas de la infancia.”
  4. Quejarse: “Está probado que hablar con alguien en quien confiamos baja nuestros niveles de estrés. La parte de nuestro cerebro que responde al peligro no es partidaria de la soledad. Porque evolucionamos como una especie sociable, llamar o encontrarse con una amiga activa los mismos mecanismos cerebrales que excita una barra de chocolate.”
  5. Mirar el techo: “Necesitamos momentos para estar con nosotros mismos sin necesidad de producir nada. Es recomendable tomarse un rato para colgarnos mirando el techo sin quedarnos dormidos, porque es una buena oportunidad para repasar cómo están nuestras emociones”, dice el artículo.

3 clases de lágrimas

“La ciencia organiza el líquido que producen los ojos en tres categorías: lágrimas de reflejo, lágrimas continuas y lágrimas emocionales. Las dos primeras clases de lágrimas cumplen la importante función de limpiar los ojos de basuras o smog, de lubricarlos y de ayudar a protegerlos de infecciones. Están compuestas de agua en un 98%”, dice la nota Is crying good for you?, que publica Harvard Health.

“Pero es la tercera categoría, la de las lágrimas emocionales (que sirven para limpiar el sistema de hormonas de estrés y otras toxinas), la que tiene más beneficios para la salud. Numerosas investigaciones descubrieron que llorar libera oxitocina y opioides endógenos, también llamados endorfina. Esos químicos del bienestar contribuyen a aliviar el dolor físico y emocional. También la cultura popular reconoce que llorar ayuda a que nos sintamos mejor, inclusive nos proporciona cierto placer físico.”

“Llorar es una válvula de seguridad importante, porque guardarse los sentimientos conflictivos para uno -lo que la psicología llama mecanismo de represión– puede afectar nuestra salud. Numerosos estudios relacionan la represión con un sistema inmunológico menos resiliente, con las enfermedades cardiovasculares y la hipertensión, así como también con otras condiciones de salud mental, incluido el estrés, la ansiedad y la depresión. Está probado que llorar potencia el apego, la cercanía, la empatía y es un imán para el apoyo de los amigos y la familia”, dice el artículo.

A veces sentimos el nudo en la garganta, y entonces salimos a buscar la vía para liberar nuestras emociones, con lágrimas, sin lágrimas, con otros, solos. Pero a veces el dolor nos toma desprevenidos, y nos encontramos haciendo una catarsis enorme por un accidente bobo, totalmente remediable y sin ninguna relación con lo que de verdad nos pasa. Borges lo dijo mejor: “no basta ser valiente / para aprender el arte del olvido. / Un símbolo, una rosa, te desgarra / y te puede matar una guitarra.”