Editorial Nº18

Mi columna dominical pretende ser realidad (o no) y ficción (o no) semana tras semana. Una mezcla de temperaturas. Es la forma que encuentro para mostrarles que lo importante es lo que pasa entre foto y foto.

Buscaré aquí un guiño que vaya bocetando el propio sistema de creencias de una persona normal, que intenta un balance para que la vida tenga sentido todo el tiempo. Salud!

CALOR

Mi abuela Idelia me decía “Patita”.

Su segundo nombre era Enriqueta.

Mi abuelo Arturo tenía un sillón de pana rojo y escuchaba a Boca por una radio gris del tamaño exacto de su mano. La tapa de la pila de la radio estaba sostenida por una cinta blanca para venda. Fanático quemado de Boquita, lo veo hoy como lo más sano y futbolero que conocí. Nos regalaba a mí y a mis cuatro hermanos una bolsita transparente llena de golosinas casi todos los domingos. Casi siempre había moneditas de chocolate y paraguitas a lunares multicolor. Él y mi abuela venían muy seguido a casa en el 60 y luego en el 60 diferencial. Después en remis. Hasta que un día se fueron. Los abuelos son de los recuerdos que más calma traen. Qué maravilla.

El postre de cabecera en lo de mis abuelos era los duraznos en almíbar en lata.

De más chica el plan con mi abuela era ayudarla a bajar la ropa del tender a polea. Yo vivía en una casa, la ropa se secaba afuera. Su departamento en la calle San Benito de Palermo tenía este tender al techo que me volvía loca. Lo izaba y desizaba.

También tenía un tachito para los broches de ropa como con un broderie de plástico color manteca. Yo también lo amaba. Era un rincón de una casa de muñecas real. Y tenía unos azulejos amarillos con flores tan de la casa de mi abuela.

Para la hora del té, Idelia me pedía la lata de galletitas saladas de la despensa. Era una lata vieja pero impecable, en la que guardaba sus galletitas de salvado. Las quebraba y las metía dentro del café con leche. Las dejaba ablandar y las pescaba con cuchara.

Muchas veces cuando no puedo poner la mente en blanco a la hora de meditar, empiezo a pensar en el tender de mi abuela Idelia. Lo subo y lo bajo. Soy esa chica mirando ese tender.

Y después sólo empiezo a escuchar mi respiración. Luego la mente hace su trabajo.

Y al final se hace el lugar en mí, para volver a empezar.

Quiero decirles que estos tiempos son para acordarnos de nuestras Idelias y de nuestros Arturos.

De volver a la fuente.

Al hogar. A los libros, a los cuentos. A las lecturas, los audiolibros. A las recetas de la abuela.

A dejar el caos externo o el caos mental. Y luego tomar todas esas notas, esos archivos guardado en frases y repasarlos para usarlos operativamente y estar en calma.

FRIO

Los más chicos se asustan con un virus o con un monstruo. Los adultos mayores se mueren de la noche a la mañana y ya no están.

La mamá de una amiga de mi mamá murió anteanoche en España. Ella misma está con este coronavirus todopoderoso (todopoderoso si le damos la entrada). También su marido, su hijo, y quizás su padre.

No es broma verlos partir así.

No es broma ver a los que más dinero tienen comprar todo lo que pueden y dejar a otros sin nada, cuando no hay emergencia aún. El desabastecimiento de esta gente con plata es mental.

Es un momento ideal para acordarnos que la lavandina, el cloro, el jabón y el agua son los mejores aliados a la hora de desinfectar y lavar.

Y recordar que los nuevos modelos sociales o comunicacionales como el whatsup frenético, los debates en los barrios cerrados, las super mamis, las falsas alarmas y las fake news pasan a ser las nuevas migrañas.

Prudencia, elogio del silencio o información responsable. Eso buscamos.

Desde TheG proponemos contagiar la calma, escuchar a nuestros gobernantes, confiar, tomar ejemplos que han funcionado y rezar en la religión que sea por la salud de estos tiempos.

Los dejo aquí con la Playlist que proponemos este domingo, de la grandiosa película de Woody Allen, Medianoche en París. Con un especial abrazo a nuestros hermanos Franceses, toda nuestra templanza y salud para estos tiempos a los Italianos, Españoles, Chinos, Japoneses, Norteamericanos, Nórdicos y a todos. Y si aun no conocen las increíbles calles de París, soñemos con estas canciones. Todo ocurre primero en nuestra mente. Y en nuestros corazones. Salud!

L.-