Editorial Nº40 – “El divorcio”

Mi columna dominical pretende ser realidad (o no) y ficción (o no) semana tras semana. Una mezcla de temperaturas. Es la forma que encuentro para mostrarles que lo importante es lo que pasa entre foto y foto.

Buscaré aquí un guiño que vaya bocetando el propio sistema de creencias de una persona normal, que intenta un balance para que la vida tenga sentido todo el tiempo. Salud!

FRÍO Y CALOR

“Era mi cumpleaños número 38. Mi ex marido y yo estábamos pasando unos días en la Toscana, en una lindísima casa sobre una colina junto a un bosque. Por dentro, la casa tenía todo lo que uno podía soñar para un viaje de cumpleaños: un living cálido con una chimenea, la mesa de la cocina rebosante de duraznos, tomates, albahaca, huevos. No me acuerdo el momento exacto, pero sí me acuerdo que me di cuenta -a pesar de las largas caminatas, de las noches largas, de las copas de Barolo y de las manos dadas- que mi matrimonio estaba terminado.

Lo que me acuerdo bien es que fue involuntario, como el sonido de una campanada que ya no puede dejar de escucharse. Intenté sofocar la idea, taparla, reprimirla. Traté de convencerme de que había sido apenas una ocurrencia, que un matrimonio es complicado, que va y viene. Pero lo sabía, lo sentía en los huesos.

Los primeros años logré hacerme la sorda. Pero aquel fin de semana el dique ya estaba lo suficientemente roto para no escuchar el ruido del agua.

Mi ex y yo siempre fuimos amigos. Nos hacían gracia las mismas cosas, nos reíamos juntos. Nos gustaba la misma clase de música. Éramos muy unidos, sí, pero no formábamos una pareja. Era como que no encajábamos. Siempre había cierta tensión de fondo. ¡Pero cuánto amábamos a nuestros hijos!

Entre aquel día en el que supe que lo nuestro estaba terminado hasta el día que finalmente nos rendimos a la verdad, lo intentamos todo.

En aquellos días oscuros, trataba de imaginarme cómo iba a seguir mi vida. No lograba entender cómo iba a hacer para desenredarme del hombre con quien había fusionado mi ADN. Me parecía imposible esa extirpación.

Fue entonces cuando empecé a preguntarme, por ridículo que suene, si existiría una forma de continuar con la estructura familiar, aunque sea a algún nivel. ¿Podríamos armar un modelo en el que compartiéramos de vez en cuando una comida? ¿Vacaciones, incluso? ¿Podríamos reírnos juntos algún día? Y, más aún, ¿podría mi ex seguir formando parte de mi familia, alguien que me protege y quiere lo mejor para mí? ¿Y yo lo mismo para él?

No había escuchado antes la expresión separación consciente. Fue una sugerencia de nuestro analista, el hombre que nos ayudó a moldear nuestro futuro, y al principio me sonó pretenciosa y difícil de tragar. Decidimos intentarlo.

Prueba y error. Pasaba que teníamos días geniales y días muy malos. Días en los que no nos aguantábamos, pero manteníamos en mente el objetivo. Le encontrábamos la vuelta para llevar los chicos a almorzar, como habíamos quedado. Mirando para atrás, ese debe haber sido sin duda el año más difícil de toda mi vida. Me gobernaba el miedo. Me preocupaba que los chicos no se integraran bien a su nueva vida, a su nueva escuela, a la nueva estructura familiar. Me torturaba pensar que el mundo se enteraría de que ya no éramos pareja antes de que juntáramos el coraje de comunicarlo. ¿Cómo lo haríamos? ¿Qué diríamos?

Y llegó el día. Con un plan bien definido, publicamos un newsletter en Goop con el título Separación consciente. Sabíamos que la carta iba a hacer mucho ruido. A la sorpresa, siguió la ira. Una rara mezcla de burla y odio que nunca antes había visto. Yo, que ya venía golpeada de un año difícil, tuve que hundir la cabeza en la tierra como nunca antes en mi vida pública.

Claro que este proceso es distinto para cada pareja pero, para mí, sobre todo, se trató de hacerme responsable de mi parte en la disolución de nuestro vínculo. Había aspectos de mí que yo había querido sanar a través de esa relación y no fui lo suficientemente honesta conmigo para darme cuenta. Fui ciega, reservada, invulnerable y poco tolerante. Tuve que admitirlo y, después, ser fuerte para compartirlo.

Se necesita mucho perdón, y entender qué es exactamente perdonar. Entendí que perdonar implica hacerse cargo de la mitad de una relación. Que no podés ni empezar a perdonar hasta que no te ponés en los zapatos de la otra persona, y sentís cómo lidia él con tus partes más pesadas, con tu trauma, con tus disfunciones. Claro que hay excepciones, pero en la mayoría de los casos las relaciones son 50/50: es más fácil ponerte en el lugar del herido que hacerte cargo de tu propia mierda.

Dejar ir el rencor es clave. El rencor nos lleva a creer que nosotros tenemos razón. Nos mantiene inmunes a nuestras faltas. Si la separación tiene un sentido, es el de crecer: mirarte a vos mismo y sanar patrones para no volver a repetirlos.

Cuando el rencor bloquea el proceso, fomentar los buenos sentimientos puede ayudar. Porque alguna vez amaste a esa persona, y posiblemente todavía la ames, por aquellas cualidades que mejor tener siempre presentes. Lo que me lleva al punto final de esta carta, y al más radical: está bien que sigas enamorada de aquellas partes de tu ex que siempre te enamoraron. De hecho, ese es el secreto de la separación consciente: amá esas partes geniales del otro. Todavía las tiene, y pueden hacerte sentir lo mismo que antes. En vez de bloquearlos, abríte a esos sentimientos, explorálos. Porque nos perdemos todos los maravillosos matices de la vida cuando optamos por blanco o negro.

Y, aún si todavía son chicos, los hijos van a entender que el amor toma múltiples formas. Siempre supe que mi ex marido iba a ser el padre de mis hijos, y también sé que mi actual es la persona con la que voy a envejecer. La separación consciente nos permite reconocer que esas dos formas de amor pueden coexistir, y nutrirse mutuamente.”

(*) Este ensayo está acortado, lo escribió Gwyneth Paltrow y se publicó el pasado 6 de agoto de 2020 en la revista Vogue UK.

Y yo pienso que no todas las personas que se divorcian pueden seguir enamorados de esas partes que alguna vez enamoraron para separarse conscientemente. Quizás el tiempo sea más sabio.

Algunas veces, muchas veces, las cosa se rompen de verdad.
Que cada uno encuentre su método y no se frustre.

Salud!

L.-

Lo siento los comentarios están cerrados en esta entrada.