Editorial Nº52 – “Intimidad como respuesta”

Mi columna dominical pretende ser realidad (o no) y ficción (o no) semana tras semana. Una mezcla de temperaturas. Es la forma que encuentro para mostrarles que lo importante es lo que pasa entre foto y foto.

Buscaré aquí un guiño que vaya bocetando el propio sistema de creencias de una persona normal, que intenta un balance para que la vida tenga sentido todo el tiempo. Salud!

FRÍO Y CALOR

Yo creo que sí, que los hombres aprenden a amar cuando finalmente de verdad se quieren a ellos mismos. Cuando encuentran esa paz, esa “luz verde” consigo mismos de no tener que demostrale nada a nadie y pueden abandonar el mandato bajo el que seguramente han sido gestados.

Creo también que cuando una mujer es amada por este varón desde esta evolución, entiende los espacios y los lugares que la hacen femenina así, para que él pueda explayar su masculinidad sin explicarle nada a nadie. Ni a ella, ni a su entorno, porque están unidos en verdadera intimidad.

Y uno esta intimidad a nuestra segunda nota de hoy. El desconsuelo. Creo que es desde la intimidad que el dolor, puede acompañarse y transformarse en menos dolor. Creo que uno no viene a la vida a sufrir pero el sufrimiento es parte de la ensalada que es la vida, por ponerlo visual. Nunca elegiríamos ese ingrediente, siempre lo dejaríamos de lado. Se degusta y se digiere con unos pocos.

Estudié hace unos días unos apuntes que decían que el desconsuelo puede compararse a una pelota que entra con su tamaño justo dentro de una caja. Hay en esa caja también un botón llamado “el botón de la pena”.

Esta caja contiene esta pelota.

Al principio la pelota es tan grande como la caja.

La pelota presiona el botón de la pena todo el tiempo. A cada segundo.

Ring. Duele.
Ring. Duele.
Ring. Duele.
Ring. Duele.
Ring. Cómo duele.

Con el tiempo la pelota se hace más chica dentro de la caja. Cuando toca el botón de la pena duele igual de mucho. Pero lo va tocando cada vez menos. Esto es mejor porque uno puede ir funcionando mejor día a día. Lo difícil de esto es que la pelota toca el botón al azar. Y a uno el dolor lo agarra desprevenido.
Para la mayoría de la gente la gente la pelota nunca sale de la caja. Seguramente golpee menos y menos el botón y se tenga más y más tiempo para recuperarse entre ring y ring. Diferente a cuando la pelota era gigante y entraba justo dentro de la caja.

Pienso que esta es una de las mejores descripciones de desconsuelo que leí en muchísimo tiempo.

Y aplica para aquellos que se nos van al cielo.
Aplica a aquellos hombres que perdemos.
Y a esos hombres y mujeres que nos dejan de amar.

Salud!

L.-