El beso

El cuadro es de 1908. Lo pintó el austríaco Gustav Klimt y es un retrato del artista y de Emilie Louise Flöge, una diseñadora de ropa que fue su amor durante décadas. Qué clase de amor no se sabe, pero no hace falta definirlo. Lo cierto es que Klimt y Emilie mantuvieron una correspondencia durante décadas, y hay muchas fotos de ellos compartiendo distintos momentos en la ciudad y en el norte de Austria, donde pasaban los veranos. Ella con sus largos vestidos estampados, diseños muy modernos para la época, y su melena corta con rulos. Él, con su delantal hasta el piso. Klimt no era de ella, ni ella era de él. Él tenía varias mujeres y amantes, y concibió catorce hijos ilegítimos. A ella le gustaba mucho estar sola.
El beso es de esos cuadros que hablan por sí mismos. Una pareja enredada en un gesto erótico que toma toda la escena y nos absorbe. Ella está arrodillada, él doblado sobre su rostro, los ojos cerrados, la entrega. Los dos están envueltos en telas doradas como un aura mágica que se extiende sobre el fondo. Llevan guirnaldas en el pelo, lo que hace pensar en alguna clase de ritual.
No era habitual que Klimt pintara dos personas en sus cuadros. Y sin embargo acá plasmó el gesto desnudo de una unión. Aunque ellos están vestidos, la escena es tan potente y sugestiva que la sociedad vienesa la consideró pornográfica.
“Para valorar una obra, creo que suma conocer el contexto al que pertenece, su lugar, su época. El arte también da testimonio de la historia. Si bien es importante dejar de lado la razón y el conocimiento cuando se está frente a un cuadro, para darle lugar a la conexión estética, conocer el trasfondo enriquece la observación en algún punto”, dice Lucrecia Cornejo, fundadora -junto a Angie Braun y a Stefy Jaugust- de www.diderot.art, el primer ecommerce de arte contemporáneo argentino con más de 700 obras de 70 artistas.
El beso pertenece a la “época dorada” del artista, la última. En esta fase, Klimt estampa en sus obras su devoción por los mosaicos bizantinos y sus dorados tan característicos, que aprendió a amar viendo trabajar a su padre, que era un artesano del metal.
Gustav Klimt murió en 1918, cuando tenía 55. Dicen que sus últimas palabras fueron: “Traigan a Emilie.” Después de la muerte del artista, Emilie Flöge quemó la correspondencia entre ambos. Nunca se casó.
El beso fue comprado por el Museo Belvedere de Viena aún antes de que el artista lo terminara por una suma que rondaría los U$ 200.000 de hoy. Es la estrella de su colección permanente. No está a la venta, pero un cuadro de Klimt cotiza en torno a los U$ 200 millones.