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Es una escena de todos los días. Dos personas, o más, sentadas a una mesa. Cada una está mirando su teléfono. Lo mismo pasa en la calle: gente que camina sin levantar los ojos de la pantalla, y hay que avisarles para que no te choquen, o para que no los choque un auto. La tendencia es a tal punto un hecho que en una ciudad china llamada Chongqing decidieron construir una senda especial para adictos al teléfono, como una bicisenda pero para personas que no pueden sacar los ojos de la pantalla.

Famemass publica un estudio anual que arroja una cifra promedio del tiempo que la gente pasa usando redes. El del 2019 continúa la tendencia alcista: las personas se pasan un promedio de 2 horas y 23 minutos por día en redes. Argentina ocupa el último lugar entre los cinco países de todo el mundo que más consumen redes, después de Filipinas, Brasil, Colombia y Nigeria. En cuanto al ranking de plataformas, Facebook sigue arriba de todo con 2.26 billones de usuarios en el mundo, sigue Youtube con 1.9 billones, Instagram con 1 billón y abajo todas las otras.

Nadie puede negar que las redes tienen muchos usos muy positivos, como la conexión a distancia con amigos o familia, fuente de inspiración para negocios o ideas, noticias, información. Pero tiene muchos otros muy negativos.

“Yo pensaba que la idea de que todo el mundo pudiera conectarse libremente para cambiar ideas e información iba a hacer del mundo un lugar mejor, pero me equivoque”, declaró hace mucho Evan Williams, el inventor de Blogger y uno de los fundadores de Twitter. No se esperaba que Facebook live se usara para filmar atentados en real time, ni el nivel de bullying que se vive en Twitter, o la fantasías angustiantes que dispara Instagram.

La Royal Society for Public Health propone una serie de acciones para controlar el uso de pantallas. Algunas de ellas son:

  1. La incorporación de un pop up cuando se excedió cierto límite de uso que se considera potencialmente peligroso. Quedará después a criterio del usuario si quiere seguir conectado o no, pero al menos sabrá que es riesgoso: el pop up tendrá links a información sobre la adicción a las redes sociales.
  2. Las plataformas informarán automáticamente al usuario cuando una foto fue retocada digitalmente. Con un pequeño ícono o un sello de agua, sabremos que esa imagen que estamos viendo no es real, porque fue manipulada o tiene un filtro.
  3. Enseñar en las escuelas el uso responsable de las redes sociales. A los chicos hay que enseñarles sobre cyberbullying, adicción a las redes sociales, la imagen corporal y las redes y otros malos usos que los adultos pueden distinguir más fácilmente.

Y también existe el antídoto del movimiento desconectista, que forman aquellos que proponen estrategias y planes detox para limitar el tiempo en la pantalla y favorecer la conexión con el día a día más real y más próximo. Orianna Fielding, la autora de The Essential Digital Detox Plan, dice en su libro: “Estar presente de verdad para mí es conectar con las estaciones, con los ciclos de la luna y mirar el siempre cambiante ir y venir de las olas en el mar. Yo aprendí a estar en los mercados locales de frutas y verduras: aprendí a detenerme a mirar la imperfección de las cosas naturales, la forma rara del tomate, el verdadero sentido de slow. En los mercados aprendí a seguir un ritmo diferente, donde no hay plazos fijados de antemano. Donde, si hay que hacer una cola de 20 minutos para comprar duraznos frescos, se hace, y mientras tanto se conversa con todos en la fila porque todos tienen una historia para compartir.”