“Desde que tomé un rol en la vida pública, me catapultaron al puesto de la mujer más poderosa del mundo y después me bajaron a la categoría de brava mujer negra. Siempre tuve ganas de preguntarle a mis detractores qué parte de la frase destacarían más, si mujer, o negra, o brava. Tuve que sonreír para sacarme una foto con una persona a quien escuché insultar a mi esposo, pero aún así quería la foto para el portarretratos. Me enteré que hay foros oscuros en internet donde cuestionan todo de mí, hasta si soy varón o mujer. Un miembro del congreso de los Estados Unidos se rió de mi cola. Me dolió. Me enojó mucho. Pero, sobre todas las cosas, trato de reírme”, dice Michelle Obama en el Prefacio de Mi historia.
Cuando este libro salió, en 2018, muchos se preguntaron si la esposa del dos veces presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, estaba lanzando su candidatura política. Pero no. En este libro Michelle Robinson cuenta su vida. Una infancia feliz, en un barrio del sur de Chicago, con un padre que trabajaba y una madre que se quedaba en casa para cuidar de ella y de su hermano. Cuenta cómo de los suburbios pasó a Princeton, y después a Harvard, cuenta cómo conoció a Barack y no le gustó nada de entrada por su estilo relajado (ella se define como una control freak). Cuenta de los tratamientos de fertilidad que tuvo que hacer para quedarse embarazada, de la terapia de pareja en un momento en el que la política lo puso todo en jaque, de su estilo, de su pelo, de sus rulos, de la ropa que le cuestionaban pero que decía mucho de su carácter, de sus días en la Casa Blanca. Todo ese ruido tuvo que apagarse para que ella pudiera hablar.
“Déjenme empezar por contarles algo que me pasó no hace mucho. Estaba en casa, en esta casa de ladrillos a la que nos mudamos no hace mucho. La casa queda no tan lejos de donde vivíamos antes, en una calle tranquila de barrio. Todavía nos estamos adaptando. En el living, los muebles están dispuestos de la misma forma que estaban en la Casa Blanca. Tenemos recordatorios por todos lados que nos dicen que lo que pasó fue real: fotos de la familia en Camp David, un libro autografiado por Nelson Mandela… Pero lo que era raro ese día es que no había nadie en casa. Barack estaba de viaje. Sasha había salido con amigos. Malia está viviendo y trabajando en New York. Solo estaba yo. Y nuestros dos perros. Y una casa vacía y silenciosa como no recuerdo haber habitado en ocho años. Y tenía hambre. Bajé las escaleras hasta la cocina, y abrí la heladera. Encontré una hogaza de pan, corté dos rebanadas y las puse en el horno. Busqué un plato. Sé que suena raro decirlo, pero sacar un plato de un ropero sin que nadie te esté insistiendo en hacerlo por vos, y esperar a que el pan se tueste, es lo más parecido a haber vuelto a mi vida. O a una vida nueva que se está desplegando frente a mí.”
El libro va a convertirse en el guión de una serie para Netflix.