Paciencia

Es todo lo que necesitamos.

Según un estudio publicado en Journal of Positive Psychology en 2012, existen tres prototipos de paciencia: 1. La interpersonal, que se hace evidente cuando logramos mantener la calma durante la interacción con alguien que está enojado, o irritado, o es hiriente. 2. La que es capaz de ver el vaso medio lleno aún en medio de una crisis. 3. La que permite contener la molestia que causan las dilaciones y reveses de todos los días.
El estudio busca demostrar que la paciencia revela una flexibilidad de ánimo que está en la base del optimismo, porque nos permite aceptar más fácilmente que las cosas pueden no salir como lo teníamos previsto. En otras palabras, la paciencia mejora la calidad de vida.
En chino paciencia se dice ren, y comprende además las nociones de tolerancia, resistencia, sacrificio y autodominio. El ideograma de ren se dibuja con dos símbolos: el de un cuchillo y el de un corazón. Para la filosofía oriental la imagen de un cuchillo atravesando un corazón representa dos cosas: lo doloroso que es practicar la paciencia y el valor de la persistencia en la figura de un corazón que sigue latiendo aún herido.
En Oriente la paciencia tiene mucha mejor prensa que en Occidente, acostumbrados como estamos a la aceleración del tiempo y los resultados inmediatos. Pero podemos entrenarla. Entrenarla, no forzarla: practicarla todos los días como si fuéramos a correr una maratón. Respirar hondo, contar hasta diez, repetir un mantra, todo vale a la hora de separar el estímulo de la reacción. Poco a poco el músculo se fortalece.

Hey, woman, take it slow
El tema es la amígdala, ese órgano con forma de almendra que forma parte del sistema límbico y procesa nuestras reacciones emocionales. Aunque los sistemas cerebrales son máquinas complejas que se mueven articuladamente, la amígdala “se corta sola” y se comunica con el hipotálamo para producir respuestas de las que no somos necesariamente conscientes. La amígdala gobierna las hormonas que aumentan el ritmo cardíaco y la presión sanguínea, y preparan el cuerpo para la pelea. Esto debe entenderse a nivel supervivencia: el cuerpo reacciona naturalmente ante una amenaza.
La buena noticia es que la amígdala responde al oxígeno. Es por eso que respirar hondo ayuda a controlar nuestras reacciones. “La respiración superficial limita el rango de movimiento del diafragma. La parte baja de los pulmones no recibe su dosis de aire oxigenado, lo que a su vez provoca esa sensación de falta de aire. En cambio, la respiración profunda (o abdominal) favorece una oxigenación cabal: el circuito completo de oxígeno que entra y dióxido de carbono que sale. Es por eso que respirar hondo tiene el poder de apaciguar el ritmo cardíaco y bajar la presión”, dice el paper titulado Relaxation techniques publicado en Harvard Health Publishing.

PaZiencia
“La paciencia nos trae paz de espíritu. Con paciencia, nuestro estado interior se parece más a las aguas planchadas de una laguna que a un río correntoso. En vez de dejarnos arrastrar por el odio, el pánico y el miedo ante cada instancia que la vida nos presenta -una cita cancelada, un esposo que se olvidó de comprar lo que le pedimos- podemos tomar perspectiva y mantenernos en control”, dice M.J. Ryan en su libro The Power of Patience, que trae ejercicios prácticos para conquistar la virtud.
“Con paciencia, en vez de ser uno de esos quejosos incurables que agota a su entorno, nos volvemos esa persona a la que todos recurren en busca de aliento cuando las cosas se ponen feas. El padre jesuita Anthony de Mello lo dice así: Está todo bien, está todo bien. Aunque está todo mal, está todo bien.
“Con paciencia, podemos mantenernos equilibrados por dentro no importa qué pase afuera. Confiamos en nuestra capacidad de lidiar con lo que sea que nos toque. Y esa confianza nos da paz. Uno de los sinónimos de paciencia es auto-control. Me gusta la idea: me recuerda que, con paciencia, somos más dueños de nosotros mismos. Elegimos cómo responder en vez de caer presas de nuestras emociones. Es como la quilla de un barco: nos ayuda a seguir navegando en la dirección que queremos aún en el más tormentoso de los mares.”

El bosque, no el árbol
Sarah A. Schnitker es Profesora de Psicología y Neurociencias en Baylor University. Para ejercitar la paciencia, ella propone una técnica muy efectiva que se llama revaluación cognitiva, que no es otra cosa que hacer el esfuerzo de ver una misma situación desde otro enfoque.
“La estrategia es usarla antes de descargar nuestra respuesta emotiva. Lo que implica una revaluación cognitiva es: 1. Atender la situación emocional, lo que resulta en un juicio automático de dicha situación (lo que se llama evaluación), y luego 2. Hacer una re-evaluación o un re-juicio de la situación en un sentido más neutral o positivo (lo que se llama revaluación). Lo que pasa cuando uno se toma un segundo para echar luz sobre una situación oscura tiene el poder de revertir nuestra experiencia emocional por completo. Entonces, lo que hasta hace un segundo era para mí un idiota al volante ahora es un señor que está manejando rápido porque llega tarde al trabajo. Lo que hasta hace un segundo era el sweater más feo del mundo ahora es el lindo gesto que tuvo mi tía de tejerlo para este invierno. Estudios de laboratorio han demostrado que usar la técnica de la revaluación cognitiva puede cambiarlo todo bastante rápido, e incluso aplacar el impacto de las emociones en el cuerpo. Por ejemplo, enojarse acelera el corazón y la respiración, pero con la revaluación los índices no se van tan alto”, explica Schnitker.
También sugiere otra estrategia: poner el foco en por qué y de qué manera la paciencia es un valor esencial. “Por ejemplo, supongamos que estoy hablando con un padre que tiene problemas con su hijo, lo que yo haría es decirle: Miremos primero la foto completa: ¿por qué ser padre es importante para vos? ¿qué significa en tu vida? Reflexionar sobre cómo contribuye la paciencia a tu integridad y a tu equilibro te animará a seguir construyéndola todos los días”, declaró Sarah A. Schnitker a The New York Times.


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