Hijos impacientes.
Insistir, resistir y persistir. Un estudio liderado por Steven Zarit, Profesor de Desarrollo Humano y Estudios de Familia de Penn State University, y publicado en 2015, analiza un comportamiento común en las personas mayores y sus implicancias en la relación con sus hijos adultos: la obstinación.
El objetivo del estudio no era comprobar la terquedad de los mayores sino estudiar la diferente percepción que tienen padres e hijos de esta conducta. Entre sus descubrimientos, Zarit concluye que la percepción de la tozudez de los mayores depende, para los hijos, de cómo perciben su relación con sus padres; en cambio, los padres mayores pueden autopercibirse tercos pero no a raíz del vínculo con sus hijos sino en sí mismos: si son malhumorados o neuróticos, no tienen problema en reconocerse tercos.
El estudio también demuestra que los hijos adultos atribuyen terquedad a sus padres mayores, pero estos no necesariamente lo perciben así.
“Una de las cosas más temibles para las personas que están envejeciendo es sentir que ya no tienen el control”, explica Steven Zarit. “Entonces, cuando le decís a tu padre que no salga a palear la nieve, vos asumís que te va a escuchar. Es ese punto sensible. Pero él puede responder saliendo a palear igual. Es una manera de aferrarse a la vida que se escurre”, dice Zarit a The Atlantic.
“En la vejez, los intentos de mantener la independencia pueden no llevarse bien con las muy bien intencionadas sugerencias de nuestros hijos. Queremos importarles pero nos da miedo que nos protejan, y ahí surge el tironeo tan común en todas las familias”, sigue el artículo.
Dicen los padres mayores
“El otro día me encontré con mi amiga Julia en un museo. Ella tiene 75 y es una editora retirada. Durante nuestro almuerzo, nos pusimos al día sobre los temas familiares, hijos, nietos, esas cosas. En un momento, ella sacó su teléfono para mostrarme fotos. Le pregunté por su hija, que acaba de mudarse otra vez a la Costa Este. ‘Debe ser muy lindo para vos tenerla otra vez de vuelta y verla más seguido’, le dije. Julia suspiró: ‘Sí, pero… Cada vez que Brenda pasa por casa, no me queda claro si viene a visitarme o a chequear lo que hago. ¿Está suficientemente limpia mi casa? El yogur que tengo en la heladera, ¿está vencido?’.”
“Sé perfectamente de lo que está hablando. Mi esposo y yo nos tomamos muy en serio lo de mirar las fechas de vencimiento de los productos que hay en casa antes de la visita de cualquiera de nuestros tres hijos. Si hasta traen a sus propios hijos y les piden que revisen la alacena… Para ellos es un juego, pero yo no tengo ganas de jugar ese juego. Hace diez años tal vez me hubiera prendido. Ahora soy más sensible a las críticas”, escribe Claire Berman, autora de What aging parents want from their kids, que publica The Atlantic.
Dicen los hijos adultos
¿En qué momento pasamos de ser atendidos por nuestros padres a tener que atenderlos nosotros a ellos? Salvo cuando interviene un tema de salud u otro motivo inhabilitante, ese traspaso es gradual, justamente porque requiere la adaptación de ambas partes.
“A muchas personas les cuesta ser testigos del deterioro de sus padres. Los guiones culturales que valoran la autonomía relacionan la vulnerabilidad con el fracaso. Y, para ser honestos, si llevamos este mensaje al extremo, todos fracasamos en algún punto”, dice Laura Carstensen, profesora de Psicología en Standford University. Lo que sería un buen pie para practicar la paciencia. Y el respeto.
Entender por qué nuestros padres insisten o resisten en su manera de hacer las cosas es un puente a la comunicación, dice Zarit. “No busques la pelea. No provoques la resistencia de tus padres. Planteales una idea, dáles espacio y retomála más tarde. Dales espacio”, aconseja.
Los seguros de salud ofrecen cantidad de servicios para cuando nos toca ser padres de bebitos hermosos. Y mucho menos servicios para acompañarnos en la vejez de nuestros padres. Lo mismo podría decirse de la información que se publica. Y del hecho de que nadie nos da licencia en el trabajo para cuidar a tus padres pero sí para cuidar a nuestros hijos.
Que la vejez tenga “mala prensa” no debería transformarla en un tabú. Liz O’Donnell es la fundadora de Working Daughter, una comunidad para mujeres que son, al mismo tiempo, madres de niños, hijas de adultos mayores, profesionales, amigas, esposas, etc, etc… A Liz le pasó que, en un mismo día, ambos sus padres recibieron un diagnóstico terminal. Sin mediación, Liz entró de un día para otro en la “generación sandwich”, como se denomina a las personas que se ocupan al mismo tiempo del bienestar de sus hijos y el de sus padres. Después de que sus padres murieron, Liz confiesa que le hubiera gustado tener más información disponible y es por eso que creó Working Daughter.
En As You Like It, William Shakespeare escribió: “Todo el mundo es un escenario, y todos los hombres y mujeres, meros actores; tienen sus salidas y sus entradas, y un hombre en su vida interpreta muchos roles, siendo sus actos siete edades”. Son la infancia, la niñez, la juventud enamorada, la etapa del soldado y la del juez, la senectud y la muerte. Pensando en nuestra capacidades autónomas, el final de la vida es muy parecido al comienzo, propone Shakespeare.
La vejez es una etapa más de la vida de nuestros padres. Pero también de la nuestra.