En la era en que la virulencia se consagró como la forma más eficiente de reclamar derechos, la dulzura quedó en un rincón. No se la mira bien, no se confía en su eficiencia, comúnmente se la asocia con puerilidad, con niñerías. Ser dulce no tiene sustancia. Cortala con tanta dulzura. Etcétera. Etcétera.
“A pesar de toda la evidencia que indica que el éxito se basa en el trabajo de nuestras fortalezas, 75% de los encuestados sostiene que abordar nuestras debilidades es el camino de la superación personal. Tal vez esto se deba a que los humanos somos muy sensibles al peligro y al dolor. Nuestras papilas gustativas responden con más fuerza a los sabores amargos que a los dulces: es una defensa natural al veneno. Etcoff, un psicólogo evolutivo, estudia cómo la evolución natural de las especies determinó nuestros cuerpos pero también nuestras emociones. Llevando el argumento dulce/amargo a las relaciones, Etcoff muestra estudios que evidencian que, a diferencia de las parejas destinadas a divorciarse, las parejas exitosas tienen más gestos de dulzura cuando discuten”, escribió Craig Lambert en The Science of Happiness.
“La dulzura se encuentra en el volumen, el tono, en la expresión facial, en las palabras que se eligen o en la mirada. Las personas dulces proyectan una calidez sincera. Su expresión facial invita a devolverles una mirada o sonrisa iguales. Su manera relajada de pedir algo hace que uno se sienta valorado y querido. La dulzura es la mejor rival de la agresividad y del trato seco”, define Patricia Ramírez en El País. Siempre y cuando se mantenga en dosis normales porque, cuando es excesiva, la dulzura puede producir el efecto contrario. Una persona melosa (que contiene miel, etimológicamente) es alguien afectadamente amable, y puede sentirse pegajoso.
“La dulzura es innata a la niñez. Pero a medida que crecemos, nos vamos acostumbrando a reemplazarla por un impulso más resultadista. La ambición por tener y pertenecer comienza a tapar aquello que traíamos en esencia. Gradualmente, la dulzura va quedando tapada por nuestras personalidades externas y por la imagen que queremos proyectar al mundo”, escribió Agapi Stassinopoulos, autor de Unbinding your heart, para Huffington Post. “Todas aquellas prácticas que carezcan de dulzura nos terminan dejando tan secos como un desierto. A menos que nuestro corazón esté comprometido en una práctica espiritual de algún tipo, muy fácilmente vamos a pasar por alto esta advertencia. Un momento de dulzura tiene el poder de traernos de vuelta. A nosotros, y a otros.”
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Me encanto ! De chica me decían dulcinea y claramente me siento cómoda con la dulzura. Necesité muchos años de aprendizaje y evolución personal para equilibrarla cuando fuera necesario. Hace unos días, en esta cuarentena, encontré una hoja en donde escribí mis fortalezas y del otro lado mis debilidades , pude ver con felicidad que ya no las anotaría más de esa manera. Y me dio felicidad descubrirlo. Muchas veces sentí con nostalgia que esa dulcinea se perdía! Hoy comprendo que fue logrando equilibrarse . Mi trabajo hoy es mantener ese equilibrio ….. como el chocolate negro que Amo!!! Gracias por esta Columna, diferente . La espero cada Domingo ?
Gracias por tus palabras ❤️ ?