Cuando extrañamos.
En 2016, los neurocientíficos James Coan y David Sbarra, de la Universidad de Virginia, publicaron un estudio que titularon Teoría de la Línea Base Social. En él, los autores demuestran que el cerebro humano asume la proximidad de sus relaciones sociales o, dicho de otro modo: el cerebro humano da por sentado que cuenta con relaciones definidas por la interdependencia, los proyectos en común y la atención recíproca. “Cuando esto no sucede, se observa un aumento de esfuerzo cognitivo y psicológico, porque el cerebro se prepara para conservar su propia energía. Este esfuerzo extra a menudo viene acompañado de estrés, agudo o crónico”, dice el estudio. “Este es el primer aspecto de la Teoría de la Línea Base social, el que se refiere a la ecología básica del cerebro, que da por sentado que funcionamos mejor cuando nos relacionamos. Pero también significa otra cosa. En aquellos estudios científicos que miden sus resultados a través de imágenes de resonancia magnética, la convención es comparar los efectos de un tratamiento con el estado de reposo: la persona sola acostada en el tomógrafo. Esta convención asume que los tratamientos estimulan un cerebro que está privado de sensaciones, justamente porque está solo y libre de emociones. Pero es exactamente lo contrario. Diversas pruebas sugieren que el cerebro responde a la soledad del tomógrafo como un estímulo sensorial agregado. ¿Qué quiere decir esto? Que el cerebro está más descansado cuando tiene cerca a alguien que cuando está solo.”
Extrañar se siente como que nos falta algo. Lo cual es absolutamente normal si nos separamos de alguien que amamos. El amor libera hormonas que se activan en la presencia de la persona que amamos, y quedan errantes cuando está ausente.
“El tiempo que lleva una relación incide en la manera que nuestro cerebro procesa las emociones. Si nuestra pareja se va de viaje por trabajo, por ejemplo, podemos sentir cierto estrés, especialmente si se trata de una relación nueva. Lo que nos pasa es que, biológicamente, necesitamos la confirmación de que el otro está bien. En las relaciones que llevan más tiempo, el impacto emocional está más atenuado. Cuanto más seguros vos y tu pareja están de su relación, menos necesitan chequear si el otro está bien y menos nos afectan las hormonas del apego”, explica la nota This Is What Hap- pens In Your Brain When You Miss Your Partner que publica Elite Daily.
Saudade
Es notable cómo, en la era del amor con garantías, cualquier emoción que nos provoque otra persona viene adosada a un manual para controlar sus efectos. Rendirse al amor y a su daño colateral a su felicidad, a su sufrimiento, a extrañar, a desbordar, a odiar un poco tiene algo de claudicación.
Cualquier nota que uno lee sobre extrañar trae un manual de instrucciones sobre cómo dejar de hacerlo. Que incluye tomarse tiempo para uno mismo (llenar todo el espacio de uno mismo), sublimar, meditar, organizarse muchos programas y, eventualmente, por qué no, hundir la nariz en el perfume de su buzo.
En portugués, te extraño se dice estou com saudade de voçê (también se puede decir sinto falta de voçê, la traducción literal de la idea que expusimos más arriba). Pero el término saudade no tiene implicancias de tristeza. Saudade no excluye la felicidad de los momentos vividos, una nostalgia alegre que nos hace bien porque nos da una narrativa de continuidad. Nos ubica en nuestra vida, en lo que sentimos cuando vivimos y nos relacionamos.
Extraño, ergo soy
TheGelatina conversó con Miguel Jorge Lares, Licenciado en Psicología.
¿Qué es extrañar para la campo de la psicología?
Es un concepto paradójico, que por un lado quiere decir expulsar, exiliar, enajenar, y por otro quiere decir evocar, algo ligado a la rememoración y a la nostalgia. En nuestra lengua no existe un equivalente al término saudade del portugués, que es un concepto que anuda tristeza y felicidad, porque es la evocación de lo perdido pero también la felicidad de lo vivido.
¿Extrañar es propiedad del amor?
Hablar del amor implica cierta complejidad. El amor comienza en una situación muy desigual cuando nosotros, como bebés, dependemos totalmente de la asistencia de los otros. En esta dependencia absoluta que dura muchos años pasa algo extraordinario: aún cuando los niños pequeños dependen de los grandes de manera muy radical, aún así hablan. Existe una comunicación temprana. Creo que en esa matriz amorosa se va a constituir mi manera futura de evocar el amor. Hay algo de esa desigualdad de la dependencia que se vincula después con cómo voy a hacer mi recorrido amoroso: a veces se replican esas situaciones de asimetría, respecto a quien puede, quien no puede, quien domina y es dominado.
¿Cómo funciona el extrañamiento simbólicamente? ¿Es una fantasía que dispara la ausencia?
Sí, toda evocación involucra una construcción y en esa construcción hay un relato, y un lenguaje. Son ciertas palabras que tocan el cuerpo. Lo evocado no necesariamente se corresponde con lo vivido sino con la construcción que hago de lo vivido. En esa evocación hay un enlazamiento de recuerdos que no son más que palabras.
¿Entonces lo que se extraña es una comunicación? ¿Una presencia que responde?
Sí, se extraña esa presencia de un deseo no anónimo. Se extraña a esa persona que, con su mirada y su voz, me ubica en el lugar de alguien que es hablado y mirado por otro. De hecho, todos hemos pasado cuando éramos bebés por la situación de haber sido hablados y mirados por otro antes de poder nosotros mirar y hablar. Esa mirada y esa voz vienen del campo del otro y son necesarias para constituirnos como sujetos propios.
¿Entonces puede ser lindo extrañar?
Sí, porque evoca esa conexión con esa mirada y esa voz que nos situó de alguna manera en el campo del amor. Y porque en esa fantasía nos contentamos. En una entrevista, la cantante brasileña Maria Bethânia dijo “la música y el perfume están vinculados”, porque a veces puede pasarnos que cierta música o un perfume nos conecta con algo del orden de lo vivido. Es algo más que un recuerdo: se siente casi como una presencia. Hay una dimensión de esa evocación que también puede vincularnos con una presencia y que ya no pertenece al terreno de la fantasía. Por eso no es descabellado llegar a sentir una presencia mediante una evocación muy vívida.
Recomponiéndonos
A veces nos extrañamos a nosotros mismos. Algo de lo que fuimos, una época en la que nos daba por hacer equis cosa que ya no hacemos, cierta frescura, la irreverencia de la juventud. No sabemos bien qué es lo que extrañamos porque, como bien dice el Licenciado Lares, “la melancolía se parece a un duelo que no sabe qué perdió”.
En su último libro, Own Yourself, Kelly Brogan dice que la mayoría de las personas vive en un estado de alienación. “La gente hoy vive en un estado de miedo crónico. Perdieron la conexión con esa parte de ellos que acepta y lidia naturalmente con la incertidumbre, el dolor, la tristeza, la pérdida, el desencanto. Hay un malestar general en nuestra cultura. La gente siente nostalgia: extrañan sentirse cómodos dentro de ellos mismos, en sus comunidades y en la sociedad en su conjunto. Extrañan esa sensación de hogar que es el amor primero, el refugio”, escribe Brogan.
“Colectivamente, hemos superado la etapa del médico-gurú para entrar en la fase de la medicina en la que cada uno de nosotros puede arrogarse la faculta de curarnos, idealmente con el apoyo de otras personas.”
Negar las emociones es una mala idea y puede desencadenar problemas mayores. Intentar regularlas, como enseñan millones de coachs en redes, puede ser un poco cortoplacista. Las emociones traen información valiosa que conviene dejar entrar, sentir, procesar, y que después seguirán su curso como nosotros seguiremos el nuestro. Por supuesto que no es lindo sentirse triste, o angustiado, o extrañar tanto que parece que duele, y haríamos cualquier cosa para evitarlo. Pero a veces el cuerpo habla porque tiene cosas para decir. Callarlo es insensato. Callar, también.