Viajar de uno mismo

Trasladarse en cuerpo y alma.

Existen miles de maneras de escapar de nuestra vida de todos los días. Algunas son definitivamente más destructivas que otras, y más artificiales, aunque también están las versiones más beatas del escape, como la meditación y otras formas de autoexploración, que son maneras universalmente aceptadas de fugarse hacia adentro.

Viajar es otra forma de escapar. Es trasladar el cuerpo a un paisaje que no es el habitual para cambiar la escena en la esperanza de que cambie nuestro percepción a las cosas, o de nosotros mismos. Dicen que uno es su verdadero yo cuando viaja, cuando se libera de los supuestos de quién es y qué hace para entregarse a vivir bajo reglas que desconoce y activan el modo supervivencia, sin artificios.

Un estudio publicado en University of Chicago Philosophy Review dice: “A una edad muy temprana, muchos de nosotros creíamos que la manera de protegernos de los fantasmas que estaban abajo de la cama era tapándonos la cabeza con la sábana. El razonamiento era más o menos este: nadie va a poder lastimarme acá abajo, ¡estoy a salvo! ¿Por qué esto tendría algún sentido? Si efectivamente había monstruos abajo de la cama, ¿por qué una sábana iba a detenerlos? Algo parecido pasa cuando un libro de autoayuda te recomienda que, para desestresarte, tenés que viajar. Nada va a estresarte en un lugar feliz, sugieren. ¿Tiene sentido? Viajar a un lugar distante y bello no va a cambiar los motivos que me alteran, salvo el hecho de no estar cerca de esos motivos, claro. Y, sin embargo, esta sugerencia tiene un poder enorme.”

Utopía
“Escapar es una forma de lidiar con nuestros problemas de todos los días”, continúa el estudio. “Los monstruos no van a desaparecer por el hecho de taparme la cabeza con la sábana, pero si lo hago puedo intentar dormir. Escapar es una manera de lidiar con los problemas, no porque los resuelva, sino porque les saca su entidad de problema (al menos temporalmente)”.

El hexagrama 33 del I Ching, el gran libro de la sabiduría china, desarrolla la idea de la “retirada activa”. Dice el libro: “Este retiro no debe confundirse con la huida, en que uno intenta salvarse a cualquier precio. Hay que tener cuidado para no dejar pasar el momento propicio mientras uno permanece en posesión de su fuerza y de su posición. Entonces seremos capaces de interpretar los signos de la época antes de que sea demasiado tarde para preparar esa retirada provisoria en lugar de entablar un combate desesperado. De esta manera, en la retirada uno ya prepara la contra-ofensiva.” Para nuestra mente occidental, no es fácil entender las leyes de la retirada activa: sugiere que retirarse a tiempo es un acto de valentía, y no lo contrario.
Pero, ¿a dónde? ¿Cuándo? ¿Cómo?
Aunque está científicamente comprobado que no hay que irse al otro extremo del mundo para escapar, elegir un lugar donde se hable otra lengua contribuye al efecto-extrañamiento. Alexis Diradourian dejó su carrera de abogada para asociarse a una agencia de viajes donde brinda un servicio de viajes a medida y donde vuelca su experiencia de trotamundos. Solo en 2019 visitó distintos países en tres continentes y estuvo afuera de su casa 124 de los 365 que tiene el año. “Cuando fui a Groenlandia fue cuando más lejos de casa me sentí. Fue un viaje muy especial. Fui con un grupo de fotógrafos, a los que conocí al llegar a destino. Para acceder a los lugares más remotos y fotogénicos teníamos que caminar mucho durante el día y pasar las noches en carpa. Para mí fue un desafío: por la incomodidad del viaje, por la experiencia de pasar diez días con gente que no conocía y no hablaba mi idioma, y porque un día nos tuvieron que evacuar por una tormenta y terminamos durmiendo en una escuela de un pueblo de 150 habitantes que se llama Augpilatog. Por momentos, me sentí desamparada y me pregunté qué había ido a buscar tan lejos, pero logré sopreponerme y caminar bajo el clima más hostil, y con 23 kilos en la espalda, los 12 kilómetros que nos separaban del pueblo.”

La belleza colateral
Viajar tiene otros efectos benéficos científicamente comprobados.

  1. Estimula la creatividad. Adam Galinsky, profesor de la Universidad de Columbia y autor de varios estudios que vinculan los viajes con la creatividad explica que “una experiencia fuera de casa estimula la flexibilidad cognitiva y la integración de las ideas, la habilidad de establecer conexiones profundas entre términos distantes”.
  2. Hace bien a la salud. Un estudio publicado en 2019 por la Universidad de Syracuse establece que las personas que se toman más vacaciones tienen menos riesgos de presentar enfermedades cardíacas. “Anecdóticamente”, agrega el estudio, “las personas del muestreo declaran que tomarse vacaciones tiene un efecto relajante, así que solo la idea incide en la reducción del estrés a nivel psicológico también”.
  3. Nos hace felices. Un conocido estudio de la 2014 de la Universidad de Cornell dice que “invertir en experiencias (dinero gastado en hacer) nos proporciona una alegría más duradera que invertir en cosas materiales (dinero gastado en tener).”

¿Hay que viajar solo para lograr la desconexión de todo y la mejor conexión con uno mismo? “No, definitivamente no”, dice Alexis Diradourian. “La conexión con uno mismo puede suceder en cualquier lado y a cualquier hora. Es solo tener ganas de tener esa conexión. Igual, yo aconsejo viajar alguna vez en la vida en soledad: es una experiencia extraordinaria. Yo la hice a los 39 años, a los pocos meses de separarme. Me fui a la costa amalfitana, una maravilla. ¿Sabés lo que extrañé? La risa, uno cuando está solo no se ríe. Me di cuenta de que para la risa se necesita un cómplice.”

3 experiencias

DUNTON RIVER CAMP
Está en Dolores, Colorado, Estados Unidos. Es un pueblo fantasma construido sobre unas termas naturales que brotan entre montañas, pero también es un alojamiento de lujo con cocina de primer nivel y wifi velocísimo. La zona ofrece mil formas de vincularse con la naturaleza: trekking para perderse, pesca con mosca, escaladas y mountain bike, rafting, paseos arqueológicos al desierto… Y varias opciones de alojamiento: en cabañas de madera, en tiendas o en tipis, que son las carpas tradicionales de los indios (siempre y cuando no sea en invierno). El non plus ultra son los baños termales, los mismos donde se relajaban los mineros de la zona en el siglo XIX. Las termas de Dunton River Camp tienen las propiedades curativas del agua carbonatada con alto contenido de calcio, hierro y magnesio, y también algo de litio. Bañarse en estas aguas mejora la circulación del cuerpo; además, el magnesio tiene el poder de transformar el azúcar del cuerpo en energía y le hace muy bien a la piel. Todavía se conserva la pileta original, pero también hay una fuente a cielo abierto, y tres piletas más.

www.duntondestinations.com

ELQUI DOMOS
El astroturismo es tendencia. Es el turismo organizado para mirar el paisaje del cielo: se trata de trasladarse a aquellos lugares donde hay mejores posibilidades de observación de los fenómenos astronómicos. En Elqui, a aproximadamente 500 kilómetros al norte de Santiago, la capital de Chile, hay un centro orientado al descanso y la observación del cielo. Los huéspedes se alojan en domos especialmente diseñados con cúpulas convertibles para que puedan ver la bóveda celeste desde la cama. El lugar también tiene un observatorio privado y ofrece otros servicios, como caminatas nocturnas con un guía que enseña a leer la vía láctea y un menú de masajes terapéuticos.

www.elquidomos.cl

BAHÍA BUSTAMANTE
Astrid Perkins, que vive en el lugar y lleva adelante este lodge junto a Matías Soriano, dice: “Siempre sentí una intensa atracción por los sitios remotos y aislados. Esos de los que nadie escuchó hablar. Tengo el oído afilado para captar esos datos y salir a descubrir. Así, de casualidad y prestando atención, escuche hablar de Bahía Bustamante, en la costa de Chubut, un santuario de fauna y aves marinas. Pasaron cuatro años hasta que llegué como viajera y encontré un incipiente proyecto de hostería en medio de un paisaje de naturaleza pura y salvaje. Quedé completamente enamorada. Pero pasaron otros dos años hasta que, después de conocer mejor a Matias, el alma mater y arquitecto de este proyecto, me enamoré también de él. Llevo once años viviendo acá, a 100 kilómetros del pueblito más cercano (Camarones), a 200 kilómetros de la ciudad (Comodoro Rivadavia) y en medio de esta inmensa naturaleza. Acá la energía se produce por paneles solares y recién hace un año tenemos una señal de internet decente.”

“Cuando empecé mi relación con Matias, tenía mi propia consultora de comunicación y oficina en Buenos Aires. Tenía bastante trabajo, así que viajaba entre un mundo y el otro con frecuencia. Con el tiempo, empecé a acomodar mis prioridades, achiqué mi estructura y entendí lo que me hacía más feliz. Como la vida es una, no lo dudé: mi destino es estar acá full time, sobre este mar turquesa, con mi amor y entendiendo de qué se trata, de verdad, la libertad.”

“Bahía Bustamante es una estancia en la costa de Chubut, que nació con la actividad alguera que inició el abuelo de Matias. Hace algunos años Matías la convirtió en un lodge de naturaleza con capacidad muy reducida y una estancia que practica producción ovina con un método holístico. Los dos somos conservacionistas y nuestra vida se rige por cuidar y disfrutar de esta naturaleza que nos rodea, buscar recursos para ser más sustentables y poder difundir la fauna de la costa patagónica. En Bahía Bustamante hay colonias de pingüinos (100 mil individuos), lobos marinos (4 mil individuos) y es sitio de nidificación para el 80% de las aves marinas de la costa argentina. Es un auténtico santuario de fauna marina. Además, está la fauna de estepa: el ñandú, la mara, el zorro gris, el gato montés y el guanaco. Enfrente de casa, en la inmensa bahía, puedo avistar lobos marinos, pingüinos y hasta ballenas y delfines.”

“Como si todo esto fuera poco, estamos sobre algunas de las playas más lindas del país. Absolutamente vírgenes. Y en el campo hay un bosque petrificado de 65 millones de años de antigüedad, además de una enorme cantidad de sitios arqueológicos de gran importancia.”

“Vivo en una casa bien chiquita y fácil de mantener, limpiar y calentar. Mi gran lujo es el paisaje que me rodea. Los amaneceres sobre el mar y los atardeceres más espectaculares que jamás haya visto, sobre la estepa. Por la noche, ¡el cielo se siente tan cerca! Y el aire es tan limpio que se ve la via láctea con una claridad imponente: me canso de contar estrellas fugaces.”

¿Y el viento? ¿Cómo aguantas el viento? Es la pregunta de rigor, a pesar de la maravilla que habito. ¡Qué me importa el viento si estoy en el paraíso! El viento es parte del paisaje. Es un recordatorio de que aquí manda la naturaleza. No solo en forma de viento, también el sol abrasador en verano. La tierra desértica donde intento hacer crecer mi huerta. El frío cuando sopla el viento sur. Lo que sí sufro es la basura de plástico que escupe el mar en la orilla, o la que dejan los pescadores que se meten en el campo. Y ser testigos tan cercanos del cambio climático: ver cómo afecta a las colonias de animales.”

“Acá en Bahía Bustamante tengo todo lo que necesito para ser muy pero muy feliz. Y lo soy. Si me preguntas que cambiaría, te diría que nada. Quizás los precios de los pasajes de avión y la percepción de que estamos lejísimos, para que me venga a visitar mi familia.”

El lodge tiene seis cabinas de mar y cinco cabina de estepa. Lo que se consume en el restaurante es de su producción. Ofrece todo lo arriba descripto más la posibilidad de aprender cómo funciona la industria de las algas marinas y la producción de lana sustentable. Funciona de octubre a abril, pero únicamente con reserva previa.

www.bahiabustamante.com