La conversación

De qué (y cómo) hablamos las mujeres.

“Cuando las cabezas de las mujeres se juntan alrededor de un fuego, nacen fuerzas, crecen magias, arden brasas, que gozan, festejan, curan, recomponen, inventan, crean, unen, desunen, entierran, dan vida, rezongan, se conduelen”, escribió la psicóloga uruguaya Simone Seija Paseyro.

Dicen las encuestas online que, cuando un grupo de mujeres se reúne y no hay hombres cerca, lo que hacen es hablar de comida, belleza, hijos, sexo, trabajo, redes, la pareja, mal de otros, exes, ropa, cuerpo, etc. Los temas no importan tanto como el modo, que sería lo más característico: es un modo circular, que va entrando un poco más en cada vuelta, elíptico, inconducente si lo pensamos en términos de comparación o independencia, pero muy eficiente cuando lo analizamos en términos de camaradería y apoyo. Un modo que no concluye, que solo termina porque es tarde pero revive en chats a la mañana siguiente. Hilos.

“Las mujeres tenemos una forma única, que creo que los hombres no van a entender nunca. Cuando charlamos entre nosotras, lo hacemos en otra frecuencia. Los hombres se juntan y hablan todos del mismo tema, que en general no los involucra mucho: fútbol, política, algo externo… Nosotras nunca estamos hablando de un tema solo. Viste que te juntás con cuatro amigas, cada una abre cinco o seis ventanas, ninguna cierra ninguna, en un momento se retoma un tema, todas saben de lo que están hablando todas… Es realmente hermoso ese momento en el que una se abre y nos abrimos todas, y sentimos ese alivio de ay, esto es algo que no me pasa a mí sola. Podemos estar hablando del tema más profundo del mundo y, de repente y esa cadenita de dónde es, pero no por superficiales sino porque podemos hablar de todo al mismo tiempo”, dice la comediante Dalia Gutmann.

Solución vs. intimidad
“El foco puesto en la conversación es lo que distingue la amistad entre mujeres de la amistad entre hombres, o entre un hombre y una mujer”, dice Deborah Tannen, profesora de lingüística de la Universidad de Georgetown, y aclara que siempre que se refiere a estos tópicos habla de patrones y no de generalidades. “Para las mujeres, hablar es ese adhesivo que nos mantiene unidas. Los hombres, en cambio, se unen por sus actividades”, dice Tannen.

Tannen es autora de varios libros que estudian las formas en las que nos comunicamos todos los sujetos, en nuestra posición de hombres, mujeres, madres, hijas, amigos, hermanos, etc, etc. El eje de su investigación está en las diferencias más notorias que encuentra en los estilos de conversación propios de los hombres y de las mujeres.

“En mi libro You just don’t understand, desarrollo el concepto de conversación problemática. Me refiero a eso que hacés cuando te pasás un rato largo hablando de algo que te molesta, y esto puede darse entre cualquiera pero es más común entre mujeres. Supongamos esta situación en la que una mujer le empieza a contar a un hombre cercano a ella un problema que tiene, y él le sugiere cómo solucionarlo. Entonces ella se frustra porque no estaba buscando la solución como primera medida. Ahora supongamos la misma conversación entre dos mujeres: la que escucha interrumpe para preguntar ¿y qué te dijo después?, ¿y entonces qué pasó?, ¿cómo reaccionó cuando le dijiste eso? Una cantidad de preguntas que apuntan a obtener más información para dar un consejo, en caso de que lo pidas. Porque el mero hecho de estar teniendo esa conversación, todas esa retahíla de preguntas, es una muestra de que ahí hay compañerismo y amor. En mis clases hablo del mensaje y del meta mensaje: el mensaje es el significado de las palabras; el meta mensaje es lo que esas palabras dicen de la relación. En este caso hay un meta mensaje de intimidad que se comunica con preguntas. No es que no lo haya en el caso del diálogo con el hombre, es solo que anticipar la solución es una manera de terminarla antes de que empiece.”

De avanzada
“Las reglas eran claras: se podía hablar de cualquier cosa, menos de bebés, niños y tareas domésticas. Nadie quería saber qué marca de lavarropas tenía la otra”, dijo Pat Bowers sobre el grupo de mujeres al que se unió en 1972 en Hull, Inglaterra. Había llegado a esa ciudad procedente de otra y a raíz del trabajo de su marido, y tenía hijos pero se sentía sola. Lo mismo le pasó a Betty Jerman, una periodista de The Guardian, que publicó una nota en el diario inglés contando los desafíos de la soledad de los suburbios para una ama de casa con hijos. Corría febrero de 1960. Apenas apareció la nota, empezó a recibir respuestas en forma de cartas de lectoras

Definitivamente, no era la única mujer que lidiaba con la maternidad, la soledad y la falta de estímulos. “Desde que tuve mi primer hijo, me llama la atención ver cuántas mujeres optan por exiliarse voluntariamente en sus casas”, le contestó una lectora. “Tal vez las amas de casa que tienen algún deseo de seguir siendo individuos podrían juntarse y armar un registro nacional”, le sugirió. Y lo armaron. Y, de un minuto a otro, tenía 2000 miembros. El Registro Nacional de Amas de Casa (1966) pasó a llamarse Registro Nacional de la Mujer en 1987. Tuvo su pico de afiliación en los 80 y, cuando los tiempos por fortuna cambiaron y las mujeres se integraron a la vida profesional, empezó a bajar. La función del Registro Nacional de la Mujer (NWR) fue crucial en los 60 y 70s: fue una plataforma más para apoyar la tendencia que empezaba a reconocer que las mujeres también tenían opiniones valiosas sobre temas que no eran estrictamente femeninos.

Me salvan la vida
La conversación entre amigas habilita un espacio de intimidad, confianza y, sobre todo, un espacio humano donde el error es posible y donde la vulnerabilidad no es señalada con el dedo.

“Una investigación de UCLA sugiere que la amistad entre mujeres es especial. Modelan lo que somos y lo que podemos llegar a ser. Calman nuestro maremoto interior, rellenan las grietas de nuestras parejas y nos recuerdan todo el tiempo quién somos. Los científicos del estudio también sugieren que pasar un rato con una amiga puede ayudar a calmar los síntomas del estrés, como el dolor de panza o la falta de aire. El estudio revela que las mujeres responden al estrés con una cascada de reacciones químicas que nos predisponen a recurrir a una amiga. Hasta que se dio a conocer este estudio, se creía que el estrés disparaba una reacción hormonal que hace que el cuerpo se prepare para luchar o para huir (fight or flight). Pero este estudio demuestra que existe otra respuesta: vincularse (bond). Los investigadores sospechan que las mujeres tienen un repertorio más vasto de respuestas: parece que cuando el estrés dispara la secreción de oxitocina, la reacción lucha-huída se apaga un poco y en cambio se activa el deseo de reunir a los niños y salir a buscar otras mujeres. Esta reacción no aparece en los hombres, dice el estudio, porque la testosterona -que los hombres producen en vastas cantidades cuando están estresados- aplaca los efectos de la oxitocina. El estrógeno, en cambio, la potencia”, comenta la psicóloga norteamericana Gail Berkowitz sobre el estudio.

“El hecho de que las mujeres reaccionemos al estrés de una manera distinta a cómo lo hacen los hombres tiene implicancias importantes en la salud. Puede llevar todavía algún tiempo descubrir de qué manera la oxitocina nos predispone a cuidar de nuestros niños y recurrir a nuestras amigas, pero la reacción bond podría tener alguna relación con el hecho de que las mujeres vivan más años que los hombres. Uno tras otro, los estudios confirman que los lazos socio-afectivos ayudan a controlar la presión sanguínea y el colesterol. Por eso, antes de cancelar la próxima reunión de amigas porque estamos demasiado ocupadas con el trabajo y la familia, pensémoslo dos veces. Las mujeres son una poderosa fuente de fortaleza para otras mujeres. Nos nutrimos unas a otras. Necesitamos de ese espacio libre de obligaciones para dar rienda suelta a esa clase de conversación que se da entre mujeres. Es una experiencia realmente sanadora.”

Dice Dalia Gutmann: “Las charlas entre amigas son muy importantes porque nos juzgamos menos, nos podemos abrir y confesar cosas que tal vez habiendo un hombre sería más difícil. Me gusta mucho trabajar con mujeres porque sé que puedo ser franca y la otra me va a entender.”


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