El autoboicot

Aprender a identificarlo.

Se podría decir que no he tenido suerte en el amor, me dijo un paciente en una consulta reciente. Y comenzó a enumerar una serie de relaciones románticas fallidas, todas encadenadas por un mismo tema: en todos los casos, el hombre había sido víctima de mujeres poco compasivas que lo habían dejado por otro. Y este no era el único campo de la vida donde se mostraba desilusionado: en el trabajo, acababa de perder una promoción que, en su opinión, le habían dado a otro candidato de inferiores aptitudes. […] Lo que me resultaba sorprendente de este joven talentoso y articulado era su convicción de ser una víctima de la mala suerte, que lo asolaba en la forma de mujeres infieles y jefes caprichosos. Mi paciente no tenía el menor registro de que él mismo podría tener algo que ver con esa mala suerte”, dice el artículo Saboteando el éxito, que publica The New York Times

El autosabotaje, o autoboicot, es un condicionamiento inconsciente que obstaculiza nuestro camino a la consecución de lo que deseamos. Que muchas veces ni sabemos qué es, porque el deseo no es la redención espléndida que nos venden en redes, sino una fuerza que nos tira en direcciones desconocidas y a la que solemos resistirnos. 

“El autosabotaje es lo que ocurre cuando nos rehusamos a satisfacer/enfrentar de manera consciente nuestras más recónditas necesidades, a menudo porque no nos creemos capaces de manejarlas”, escribe Brianna Wiest en su bestseller La montaña eres tú: como transformar el autosabotaje en automaestría.

“Los seres humanos experimentamos una resistencia natural a lo desconocido, porque es en esencia la principal pérdida de control. […] Esta sensación a menudo lleva a las personas a confundir la incomodidad de lo desconocido con el hecho de que esté mal, o sea algo amenazante”, escribe Wiest. Es lo que se llama tolerancia a la felicidad, que difiere en cada uno de nosotros. “Todas las personas tienen una capacidad por la que se permiten sentirse bien. Es su predisposición establecida, a la que vuelven de forma habitual, incluso si determinados eventos o circunstancias cambian temporalmente. Pequeños cambios, acumulados con el tiempo, pueden tener como resultado ajustes en nuestra predisposición establecida. […] Sin embargo, con frecuencia no se afianzan, porque nos topamos con nuestros límites. […] tan pronto como nuestras circunstancias sobrepasan el grado de felicidad al que estamos acostumbrados, encontramos maneras, tanto conscientes como inconscientes, de regresar a un sentimiento en el que nos sentíamos cómodos”, escribe Wiest. 

El fracaso de triunfar

En su Carta a Romain Rolland de 1936, Sigmund Freud relata una experiencia que le había pasado hacía más de treinta años, en ocasión de un viaje que hizo con su hermano a Grecia. Parados delante de la Acrópolis de Atenas, Freud se asombra por el hecho de haber llegado a un lugar que pensaba que sólo existía en los libros escolares. Le dice a su hermano: “¿Recuerdas cómo en nuestra juventud hacíamos día tras día el mismo camino, desde la calle hasta la escuela, y después, cada domingo, íbamos siempre al Prater o emprendíamos una de las archisabidas excursiones al campo? ¡Y ahora estamos en Atenas, de pie sobre la Acrópolis! ¡Realmente hemos llegado lejos!”

“¿Qué diría nuestro padre si pudiera estar presente?”

El padre de Freud era comerciante de lana y tuvo con Amalia, la madre del descubridor del inconsciente, ocho hijos. Motivos económicos y socio-políticos le impidieron viajar por el mundo, como harían después sus hijos. Es evidente que a Sigmund el disfrute se le mezcla con culpa. Y así lo escribe en la carta a Rolland: “Parece como si lo esencial en el éxito fuera haber llegado más lejos que el padre, y como si continuara prohibido querer sobrepasar al padre.”

La Licenciada Carolina Rozzi refiere en su cuenta de IG que son muchas las personas que se sienten desdichadas o cambian sus conductas cuando se ven próximas a realizar un anhelo largamente perseguido. Como dice Freud, “uno no se permite la dicha.” Porque, en muchos casos, “uno no puede esperar del destino algo tan bueno”.

Modus operandi

“A veces saboteamos nuestras relaciones porque en realidad lo que queremos es encontrarnos a nosotros mismos, pero nos da miedo estar solos. A veces saboteamos nuestro éxito profesional porque lo que en realidad queremos es crear arte, aunque nos haga ver menos ambiciosos para los estándares de la sociedad. Otras veces saboteamos nuestro camino de sanación, sobreanalizando nuestros sentimientos, porque hacerlo nos asegura que evitemos experimentarlos de verdad. Otras veces saboteamos nuestro diálogo interno porque, si creyéramos en nosotros mismos, nos sentiríamos libres para regresar al mundo y tomar riesgos, y eso nos dejaría vulnerables.”

“Al final, el autosabotaje es con mucha frecuencia solo un mecanismo de supervivencia mal adaptado; una forma en que obtenemos lo que necesitamos sin tener que abordar de verdad lo que dicha necesidad representa. Pero, como todo mecanismo de supervivencia, es apenas eso: una forma de afrontar. No es una respuesta, no es una solución y nunca resuelve de verdad el problema. Tan sólo anestesiamos nuestros deseos dándoles un alivio temporal.”

“A veces nuestras conductas de mayor sabotaje son en realidad el resultado de miedos antiguos, no examinados, acerca del mundo y de nosotros mismos”, dice Weist.

Para hackear la mente, Brianna Wiest propone algunas herramientas:

Reconocé el patrón.

Lo primero es tomar conciencia, siempre. Lo que es tan importante como vaciar de contenido todos los imperativos que te dicen por donde va el éxito. Porque hay mil maneras de hacer las cosas y cada uno tiene que encontrar la suya.

No te preocupes por hacerlo bien, simplemente hacélo.

En vez de poner el foco en la perfección, concentrate en el progreso. En vez de buscar hacer algo muy bien, concentrate en hacerlo. A partir de ahí vas a poder editarlo, construirlo y desarrollarlo hasta alcanzar lo que envisionabas.

Soltá el apego a lo que realmente no querés para vos.

A veces lo que creemos que queremos en nuestras vidas es en verdad lo que quieren otros. A veces luchamos mucho por querer algo que en verdad no es lo nuestro, y después nos sentimos vacíos porque por ahí no pasa nuestro deseo. ¿De verdad quiero esto? A veces el auto-boicot sirve para demostrarnos que vamos por el camino incorrecto y que se impone una reconsideración, aunque esto implique desilusionar a algunas personas (y hasta a nuestra anterior versión).

Deponé tu orgullo.

A menudo el orgullo mete la cola en nuestras peores decisiones. A veces sabemos que nuestra relación ya no va, pero el orgullo de separarnos pesa más que aceptar que se terminó. Para sobreponernos a este impedimento, tenemos que aprender a contemplarnos más amplia y honestamente. Asumir que no nos la sabemos todas nos permite reconocer nuestros errores, pedir ayuda y apoyarnos en otros, lo que a la larga será mejor para nuestra evolución. 

[La montaña eres tú trae muchos más ejemplos y herramientas.]

Con todo esto, esta nota de TheG no busca ni siquiera insinuar que somos los culpables de nuestras desgracias. A veces nos toca enfrentar una seguidilla de infortunios, y esto no nos convierte automáticamente en masoquistas. Dentro del grupo de mujeres que decepcionaron al joven del principio de esta nota, seguramente había alguna que prefiere ser infiel a enfrentar el compromiso, porque ella también lucha con su deseo. 

A lo que nos referimos es al patrón de decepciones parecidas, que se presentan en distintos campos de la vida y que pueden provocarnos impotencia. “Muchas personas no alcanzan a desarrollar todo su potencial no porque secretamente deseen fracasar sino porque el éxito les dispara una ansiedad inmanejable.”

“El autosabotaje no es una manera de hacernos daño. Es un intento de protegernos”, dice Wiest. 


Por Lala Bruzoni y Carmen Güiraldes.