Stamina

La resistencia.

En inglés se le llama “stamina” a la capacidad mental y física de sostener una actividad durante un período prolongado de tiempo.

No es una hormona ni se compra envasada: la stamina es una habilidad que se entrena. Según Insider, hay algunas señales de que tu stamina está a punto:

  1. Un ritmo cardíaco saludable.
  2. La capacidad de seguir el tranco de otras personas al caminar o correr.
  3. Una rápida recuperación del ritmo cardíaco. 
  4. No te dan miedo las escaleras.
  5. Descansás bien. 

“Los humanos y su ancestro inmediato, el Homo erectus, atravesaron una cantidad de adaptaciones que los convirtieron en el animal más apto para correr largas distancias. La mayoría de los animales que consideramos excelentes corredores -como los antílopes y las chitas, por ejemplo- están diseñados para la velocidad, no para la resistencia. Aún aquellos animales que se destacan por ser buenos corredores de distancias -como los caballos o los perros- sólo correrían una maratón si fueran forzados a hacerlo, mientras que millones de humanos lo hacen volutariamente todo el tiempo”, explica el Profesor de Antropología de Harvard Daniel Lieberman en su charla Why Humans Run: The Biology and Evolution of Marathon Running.

“Específicamente, desarrollamos tendones largos en nuestras piernas y pies, que funcionan como elásticos que almacenan energía y la liberan en cada paso, lo que reduce la cantidad de esfuerzo que necesitamos para dar el paso siguiente. También tenemos otras adaptaciones que nos ayudan a mantener el equilibrio cuando corremos, como el contrapeso del brazo opuesto al pie que avanza, buenos músculos traseros que sostienen el torso y un ligamento elástico en el cuello que mantiene nuestra cabeza erguida”, explica Lieberman. “Hasta la cintura humana, más delgada y flexible que la de nuestros parientes los primates, nos da más movilidad en el tronco para contrarrestar la fuerza que hacen nuestras piernas al correr.”

“Pero es nuestra capacidad de correr en calor lo que nos destaca por sobre todos los otros animales. Los humanos contamos con mecanismos para eliminar el calor que produce correr. Somos lampiños, podemos transpirar y podemos respirar por la boca, lo que nos permite tomar más cantidad de aire, lo que también nos refresca.”

Pero también existe un aguante espiritual. Se llama “tenacidad mental” y, según The Conversation, “es mucho más que mostrar resiliencia ante las situaciones complejas de la vida. Se relaciona más bien con un marco psicológico que suscribe a un compromiso con el éxito. En su libro Developing Mental Toughness, el psicólogo Peter Clough describe la tenacidad mental como una combinación de los siguientes factores:

  • El control que una persona cree que tiene sobre su vida y sus emociones.
  • El compromiso puesto en alcanzar los objetivos a pesar de los reveses.
  • La capacidad de ver los desafíos como oportunidades.
  • La adaptación a distintas situaciones.
  • La confianza que una persona tiene en triunfar a pesar de sus tropiezos.”

Para el psicoanálisis, en cambio, la resistencia es una habilidad que se construye fundamentalmente en las relaciones: entre sujetos, y entre los sujetos y sus entornos. “Los estudios coinciden en la noción de resistencia como un proceso que va más allá de la simple adaptación. De hecho, es una habilidad para sobrevivir, relacionada con capacidades intrapsíquicas y experiencias emocionales tempranas. En este sentido, la resistencia emerge como una característica que está estrechamente relacionada con el contexto social del sujeto”, dice el paper Resilience and psychoanalysis publicado en Porto Alegre en 2018. En esta línea, la vulnerabilidad a la que nos exponen nuestros lazos es la vía hacia una conexión real, lo que a su vez es una fuente de fortaleza. “De tu vulnerabilidad saldrá tu fuerza”, dijo Sigmund Freud. Porque no somos sujetos con metas, somos humanos.