Hambre de madre

Kelly McDaniel es terapeuta y autora de Mother Hunger (Cómo las hijas adultas pueden entender y sanar su falta de nutrición, protección y guía), un libro publicado el año pasado (todavía no está en español) que le habla a aquellas millones de mujeres que cargan con un peso emocional que afecta su auto-estima y que puede incidir en la crianza de sus hijos.

“Las madres son responsables de satisfacer tres importantes necesidades de desarrollo: nutrición, protección y guía. Si uno de estos tres elementos falta, su hija crecerá sintiendo una soledad que distorsionará su propia imagen y la capacidad de tener relaciones sanas. A esto le llamo mother hunger”, escribe Kelly en su página web.

¿Cómo fue tu infancia? ¿Cómo fue la relación con tu propia madre?

Me encanta hablar del “mother hunger”, pero en lo que va desde que publiqué el libro me di cuenta de que no todo el mundo se siente cómodo hablando de esto. Como hijas, cuando hablamos de nuestras madres, se nos vienen muchas cosas a la cabeza, pero siempre queremos ser buenas y no decir cosas hirientes, aunque no siempre la verdad es delicada. Yo prefiero no hablar de mi historia personal porque no quiero sacar el foco de “mother hunger”. Y también porque mi madre vive todavía y ella era muy joven cuando me tuvo y yo sé que ella hizo lo que mejor que pudo dentro de los conocimientos de la época. Creo que es dificil para una madre repasar las formas en que pudo haber defraudado a sus hijos, porque todas creemos que hicimos lo mejor que pudimos.

¿De dónde sale el concepto “mother hunger”?

La verdad es que di con él por accidente. Yo estaba escribiendo mi primer libro (Ready to heal) para mujeres que tienen relaciones adictivas y me di cuenta que todas las mujeres de la práctica, cuando llegaban a su punto de quiebre, hacían referencia al amor de su mamá. Ese ansia por el amor de su madre estaba por detrás de sus relaciones adictivas y también de sus relaciones complicadas con otras mujeres. 

Nos gusta pensar que las madres son perfectas, pero después de que empecé a usar esta expresión en 2008 enseguida resonó en muchas mujeres de mi práctica pero también en el ámbito profesional. Muchas incluso me pidieron que hablara del hambre en sentido literal. Porque lo más primitivo que aprendemos de nuestras madres es a comer y a ser sostenidas, lo que define nuestra relación con la comida y el amor.

¿Qué quiere decir tener “mother hunger”? ¿Es una deficiencia en sí misma o es la incapacidad de tener suficiente?

Es un deseo de ser alimentado de ciertas formas. “Mother hunger” se refiere a la falta de cuidado maternal (nutritivo, protector). Cuando somos bebés, necesitamos ser tocados, mirados, respondidos y sentirnos seguros. Desgraciadamente, muchas madres no saben qué es nutrir o dar seguridad.

Para un bebé, su hogar es el cuerpo de su madre. Nacemos cableados para estar cerca de ella, de su corazón latiendo, de su perfume. Estamos enamorados. Una separación de la madre que ocurre muy rápido o muy pronto es la nuez de la inseguridad. Y esto pasa también por razones que tienen que ver con la vida en el mundo, no necesariamente por falta de amor. Pero los bebés no saben esto y crecen en esa inseguridad y luego lo llevan a su vida adulta a menos que haya alguna intervención. 

Es interesante porque tu libro habla del tema desde la perspectiva de un hijo, no desde la de una madre.

Escribi mi libro no para dar consejos a los padres sino para hablarle a las mujeres sobre sus conflictos en las relaciones y con la comida. La esencia de “mother hunger” son la verguenza y el dolor congelado. Verguenza porque, cuando somos chicos (sobre todo menores de tres años) amamos y reverenciamos a nuestras madres. No las podemos ver como nada menos que perfectas. Necesitamos su contacto, su seguridad, su comida. Y entonces pasa que, cuando necesitamos todo eso y no lo obtenemos, no se nos ocurre pensar que algo está mal con ellas sino con nosotros. Muchas mujeres crecen pensando que no son dignas de amor, lo que se traduce en una vergüenza que nos impide confiar, ser felices, jugar… Y a veces ni siquiera podemos hablarlo con nadie. El dolor se congela en el cuerpo hasta que buscamos ayuda. 

¿Cómo se presenta el “mother hunger” en una relación amorosa, o en el trabajo, o en nuestras amistades?

Generalmente, recién cuando una persona escucha la expresión se da cuenta de que tiene hambre de algo. El clásico ejemplo es el de una persona que busca una pareja que lo mantenga y que además le de seguridad, y que sea inspiración y guía. Porque el tercer elemento que buscamos en nuestras madres, además de comida y amor, es su inspiración y su guía. 

En general, aquellas mujeres que lo padecen ni saben que lo padecen. Y seguimos comportándonos igual que cuando éramos niños para suplir esas necesidades, sólo que ahora duplicamos lo que hacíamos en la infancia para obtenerlo. Pasa con la comida: en vez de comer para nutrirnos, nos damos atracones. O con el sexo: en vez de las expresiones creativas del amor, caemos en conductas sexuales manipulativas. 

Hay una falta de identificación con nuestras necesidades centrales… O una herida… 

Es que no sabemos que la tenemos, y cada vez que tratamos de arreglarla como adultos y no como el niño lastimado que todavía somos, volvemos a sufrir. Y esto va empeorando con la edad: lo que hay dentro de mí es una chiquita que quiere a su mamá y mi trabajo de adulta es encontrar las formas de darle cuidado nutritivo y protección, y un consejo sabio. 

Hay un concepto en tu libro que llamas “esperanza patológica”. ¿Qué es? 

Cuando somos chicos, la biología nos protege. En vez de enterarnos de que la madre que tenemos está ocupada o murió o no puede darnos lo que necesitamos, nos creamos una madre imaginaria que sí puede darnos lo que necesitamos. Esto es sobrevivencia pura. Esa capacidad de crear una madre de fantasía también va creciendo con nosotros. Es la ilusión de seguir esperando de ella todo el tiempo, y que forzosamente termina en desilusión cada vez que ella nos responde igual que como cuando éramos chicos. Y esto puede pasar una vez por semana, o por mes, o sólo una vez por año en las fiestas, y es triste porque nos damos cuenta de que no va a cambiar. Seguir esperando de nuestra madre una reaccion diferente es lo que yo llamo “esperanza patológica”. Y lo mismo puede pasar con una pareja: volver una y otra vez a alguien esperando un resultado distinto.

Otro concepto que aparece en tu libro es el del “dolor privado de derechos”. ¿Podrías desarrollar?

Es el dolor que no tiene reconocimiento cultural o permiso para sentirse. No tenemos a dónde ir con ese dolor. Por ejemplo: recibimos un diagnóstico de cáncer. Todos conocemos a alguien que enfrentó este tema y entonces podemos encararlo y hablar con esa persona y con otras, y esto nos ayuda a atravesar el dolor.

Pero al dolor privado de derechos nadie quiere escucharlo. Es un dolor que se congela dentro nuestro y entonces se manifiesta a través de síntomas en el cuerpo. Cuando una persona percibe que padece “mother hunger”, en general ya es grande, tiene 40, o 50 o más. Y lleva largo tiempo sin encontrar un espacio, un permiso para sentirlo. Aunque también hay mujeres que se dan cuenta antes porque tal vez sus madres murieron y se enfrentaron con el dolor antes.

¿Cómo es esa herida? ¿Puede ser una potencia?¿Alguien con “mother hunger” puede ser muy exitoso? ¿Cuáles son los primeros pasos para curarla?

Sí, porque es un hambre de vida. Pero el primer paso es reconocer la herida y querer curarnos. Si no, transmitiremos el sufrimiento a los que nos siguen de forma casi intacta. 

Entonces, para romper el círculo, le ponemos un nombre al problema y, después, evaluamos la graduación de las tres necesidades (comida, protección, guía) para empezar a sanar. Una madre divertida, que le gustaban los chicos y se tomaba el tiempo para jugar con nosotros y se tiraba a piso, seguramente te pudo nutrir. A lo mejor falló en darte seguridad y entonces te pasó ansiedad. Pero a lo mejor no fue por su culpa: tal vez hubo una crisis durante tu infancia, o un problema mundial, como una guerra o una pandemia, y esto comprometió la seguridad que tu madre podía darte y -sin quererlo- acabó criando un niño adulto.

La sanacion se trata de encontrar esa pieza que te faltó para dar con la forma de proveérselo -ya como adulto- a tu niño interior. También están aquellos casos de “mother hunger” de 3er grado, que es el caso de esas personas a las que les faltaron los tres elementos, y que pueden terminar teniendo problemas de personalidad más serios. Escribí un capítulo entero sobre esto para quitar el estigma de todos estos problemas de personalidad derivados, como personalidad border, o cosas así. 

¿Cómo podemos ayudar a crear una cultura más protectora, que prevenga el “mother hunger”?

Es el motivo por el que escribí este libro. Tenemos que concientizar sobre la importancia de los primeros 3 años de vida, y esto es un llamado a los pediatras, los ginecólogos, algunos me dicen que este libro tiene que formar parte de la educación secundaria, etc. Creo que si las mujeres tuviéramos más información sobre lo que requiere ser madre, tomaríamos mejores decisiones. Es difícil ser madre, y nadie te enseña a serlo. No tenemos buenas guías. Ojalá mi libro se vuelva una guía para madres. Escribí una nota al final del libro a las nuevas madres, porque muchas de nosotras no podemos recurrir a nuestras madres cuando somos mamás, por un motivo o por otro. Y ahí vamos, solas, a ciegas, buscando el camino con no tan buenos mapas. 

Y quiero hacer una recomendación: a aquellas mujeres que tienen “mother hunger” de 3er grado, tal vez leer este libro puede resultarles muy difícil. Porque se les viene a la mente la voz de su madre y eso les impide concentrarse. Algunas lectoras me dijeron que, para esos casos, es mejor el audio libro que el libro papel, porque escuchan mi voz en vez de la de su madre. 


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