Hermanos

Ese vínculo.

La rivalidad entre hermanos es tan antigua como Caín y Abel. Psicológicamente, tiene que ver con el principio de diferenciación y es funcional al desarrollo de la individualidad. Los enfrentamientos entre hermanos son más dramáticos durante la infancia, cuando ganarse la atención de los padres es todo, y aflojan gradualmente en la adolescencia, cuando empiezan a fijarse las dinámicas.

“Desde los orígenes de la investigación psicológica sobre niños y adolescentes, catedráticos y médicos coinciden en que la relación clave para el desarrollo de la salud mental es la de padres-hijos. Pero, en los últimos 30 años, la investigación ha avanzado mucho en el plano de las relaciones interparentales -incluidos los problemas de pareja- y su incidencia en los hijos. En cambio, no se ha avanzado tanto en una relación familiar igual de importante: los hermanos”, dice la investigación titulada El tercer carril de los sistemas familiares, publicada en 2013.

“En la primera infancia, el contacto diario y cercano fomentan el desarrollo de la sociabilidad, y el apoyo de los hermanos juega un rol importante en la adaptación temprana. Como si fuera un ring donde practicamos otras relaciones sociales, la calidez y el respaldo de un hermano tendrá un correlato en la aceptación de los pares y la competencia, y -más adelante- en las primeras relaciones íntimas durante la adolescencia. Aunque el contacto con los hermanos se vuelve menos estrecho con la edad, las relaciones con los hermanos siguen ejerciendo una influencia. No en vano el término fraternidad se usa para connotar cohesión, aún en grupos de individuos que no tienen una relación biológica.”

Durante el primer año de la vida de una persona, se modelan sus relaciones de apego, fundamentalmente con sus cuidadores primarios. Esa base de seguridad permite a los niños, a medida que pasan los meses, explorar otras respuestas. Es entonces cuando los hermanos se convierten en objetos de apego. “Es importante destacar que apego no necesariamente implica una relación positiva, pero define un vínculo profundo, que varía según si ese objeto de apego sirve -o no- como fuente de seguridad emocional”, dice el estudio Theoretical Perspectives on Sibling Relationships publicado en 2012. Si la relación entre los hermanos es armoniosa, servirá de consuelo en situaciones difíciles. Pero esto no sólo lo experimentan, como habitualmente se piensa, los hermanos menores respecto de los mayores, sino entre cualquier dupla de hermanos de cualquier edad. Lo que define que un hermano sea o no sea un refugio es el lazo que construimos entre los dos.

La consciencia familiar

TheG entrevistó a Andrea Kovacs Kadar, médica psicoterapeuta y consteladora, para hablar de las relaciones entre hermanos.

¿Cómo trabaja un constelador?

Bert Hellinger, el mentor de las Constelaciones, postuló la existencia de un Campo de Amor Mayor donde actúan fuerzas que se abordan desde lo que llamamos “Centro”. El centramiento del constelador es fundamental para catalizar y acompañar lo que el consultante trae: una fuerza sanadora que nunca es individual -y que opera tanto cuanto un sistema familiar lo necesite-, siempre reconciliatoria e inclusiva. Todo está en las fuerzas del campo de información, que van a acercar lo que está separado para volverlo a unir y, así, reconciliar. Son la fuerzas del Amor, que nada tiene que ver con ser amorosos, sino con una energía que piensa y crea todo tal y como es, y que guía a los individuos y a sus sistemas.

¿Cuáles son las relaciones más importantes dentro de un grupo familiar?

“Relación” es un trato o unión entre dos o más personas, mientras que “vínculo” es una conexión no material entre personas, tengan o no tengan relación. Toda familia está unida por una “consciencia familiar” que la vincula, heredando así toda la fuerza de amor que viene de ella. Para la mirada de las Constelaciones, todos estamos interconectados y nuestras reacciones frente a la vida son el resultado de esas interconexiones, ya sean conscientes o inconscientes. Cuando las relaciones familiares se han desordenado, y los principios sistémicos se han transgredido de forma consciente o inconsciente, y ya no existe respeto por quienes nos han precedido ni por la vida que recibimos, esto se manifestará en la vida de la persona de alguna forma: propios desórdenes y obstáculos que serán el síntoma para volver a trabajar en la unión de lo que está separado. Todos estos desequilibrios activarán una serie de compensaciones ciegas, que se traducen en la culpa de reproducir viejas dinámicas, y que se perpetúan en el tiempo.

¿Cuáles son las características del vínculo entre hermanos?

Dentro de una misma familia, cada hermano tiene su línea de destino a cumplir. Si uno de ellos presenta un destino difícil, alguno de sus hermanos puede cargar con el peso de la culpa, que no le permitirá prosperar en la vida porque disparará saboteos en el estilo de las compensaciones ciegas: “Yo por vos…”, etc.

El principio de la jerarquía de los sistemas es reconocer estos puntos de equilibrio. Cada hermano tiene su lugar, por orden de llegada, y quien no lo ocupe provocará un desorden que se manifestará en las relaciones. Pero tenemos un lugar por el mero hecho de existir, incluso un embrión que no pasó al plano de la existencia también es parte. Reconocer los lugares ordena el sistema. Entre los hermanos pero también en toda la familia, para arriba y para abajo. Todos tenemos a alguien anterior a quien honrar y respetar, y también alguien que nos sigue. La descendencia toma fuerza de todos y de todo. Y el respeto y la gratitud, a todo como es y a todo como fue, es la clave.

Existe una jerarquía natural entre hermanos, ¿pero cuánto hay de realidad en la sabiduría popular de que los hermanos mayores cargan con el rol de la responsabilidad y los del medio son los conflictivos?

La jerarquía natural entre hermanos es vital de reconocer para que el orden del sistema se reestablezca y cada uno pueda estar en su fuerza. De lo contrario, el desorden se manifestará en una diversidad de conflictos… Cuando hablamos de lugares en la línea de llegada, en general observarmos que el hermano o hermana mayor puede tener (no siempre es regla) una relación difícil con sus padres, o incluso cierta dificultad de sentirse hijo/a de ellos. También es común observar que el menor es el que tiene el destino más duro de todos. Independientemente del lugar que se ocupa, es importante ir comprendiendo las dinámicas ocultas, sin guiarnos por los estereotipos de la jerarquía y teniendo en cuenta que todos los lugares son valiosos, todos son importantes. Y que todo lo que sucede está al servicio de la vida. 

¿Cómo se trabaja en constelaciones para cambiar algunas dinámicas fijadas? 

Para empezar, es importante reconocer el papel que juega cada uno en el sistema familiar. En esta mirada sistémica, la aceptación de todo como es y ha sido es el camino a la sanación. Ordenar y reconciliar lo fácil con lo difícil que toda historia familiar trae dibujará una nueva armonía hacia el futuro. Tomar al adulto que tenemos dentro significa tomar aquello en nosotros que está en el presente, que asume la responsabilidad de sus decisiones en la creación de un nuevo guión de vida, que sabe que la gratitud es la clave para traer una fuerza nueva y que sabe que, pase lo que pase, ser libres de ser quienes somos nos aportará -a nosotros y a nuestro colectivo- un nuevo campo de experiencias evolucionado.

Hasta en las mejores familias

En un país como el nuestro, donde la familia es soberana, puede dar mucha culpa llevarse mal con un hermano. Pero lo cierto es que es bastante frecuente. Y aunque existen múltiples factores, es importante analizar el rol de los padres en la fundación de un lenguaje más (o menos) amoroso, más (o menos) tolerante, más (o menos) equitativo, más (o menos) abierto a las diferencias. La familia no es una entelequia sino un conglomerado de personas que comparten espacio y tiempo, y si el tono dominante es el de la humillación y el castigo, no hay Martín Fierro que valga. 

Claro que también hay padres amorosos, que enseñan sin proponérselo. Porque, a menudo, esos padres amorosos no suelen darse el crédito: les sale. “Una cosa es intervenir en una pelea de hermanos por un juguete y otra muy distinta es el desafío de criar hijos que de verdad se quieren y eligen apoyarse en las buenas y en las malas. Laurie Kramer, psicóloga y profesora de Northwestern University, descubrió que aquellas madres que no se llevan tan bien con sus hermanos son las más propensas a enseñar buenos vínculos. Porque saben que cultivar buenas relaciones lleva tiempo y esfuerzo. Para Kramer, pasa mucho por enseñar lo divertido que es tener hermanos, un vínculo positivo que termine ganándole a la rivalidad”, dice la nota How to raise siblings that get along, que publica The New York Times.

No, no es todo culpa de los padres. De hecho, ellos en algún momento se irán y los hermanos se quedan. A propósito, -siempre y cuando no medien tragedias- un/a hermano/a es la persona que va a estar con vos durante más años, por no decir toda tu vida. No es fácil venderle fruta a esa persona, como tampoco es fácil demostrarle que ya no sos esa nenita que se dejaba tirar el pelo. 

Tener hermanos es andar sobre supuestos, una mezcla rara de intimidad y extrañeza que -en las mejores historias- decanta por una complicidad que sólo entienden ellos mismos. Los de afuera son de palo.