Japa mala

Cuenta una historia del siglo IV a.C. que un rey llamado Haruri le preguntó a Buda de qué manera podía trasladarle a su pueblo las enseñanzas del budismo. Y que Buda le dijo: “Rey, para aplacar los deseos terrenos y poner fin al sufrimiento, enhebra 108 cuentas hechas con semillas de mokugenji en un hilo circular. Y llévalo siempre contigo. Cuando pases tus dedos por cada cuenta, recita las siguientes palabras: Namu Buda, Namu Dharma, Namu Sangha.”

El adorno, y específicamente el collar de cuentas, es una costumbre tan antigua como la humanidad. En India, los primeros registros ilustrados de estos collares datan del siglo VIII a.C. y se usaban para la meditación. Tradicionalmente, se llama japa mala (del sánscrito mala, guirnalda, y japa, repetición susurrada) a un collar de cuentas que se usa para apoyar el recitado del mantra durante la meditación. El número no es caprichoso: para el budismo, son 108 las pasiones humanas que impiden la iluminación, pero también se explica astrológicamente, porque nueve planetas multiplicado por doce casas da 108.

Cuenta Elizabeth Gilbert al comienzo de Comer, rezar, amar, el bestseller que después viró película:

“El japa mala se tiene en la mano y se maneja de manera circular, tocando una cuenta cada vez que se repite un mantra. En la Edad Media, cuando los cruzados llegaron a Oriente durante la Guerra Santa, vieron a los devotos rezar con sus japa malas y, admirados, llevaron la idea a Europa, donde se convirtió en rosario. El japa mala tradicional tiene 108 abalorios. En los círculos más esotéricos de la filosofía oriental, el número 108 se considera el más afortunado, un perfecto dígito de tres cifras, múltiplo de tres y cuyos componentes suman nueve, que es tres veces tres. Y tres, por supuesto, es el número que representa el supremo equilibrio, como sabe cualquiera que haya estudiado la Santísima Trinidad o un sencillo taburete. El caso es que todo japa mala tiene un abalorio de más, un abalorio especial -el número 109- que queda fuera del círculo equilibrado que forman los otros 108, colgando como un amuleto. Al principio yo creía que el abalorio 109 era de repuesto, como el botón extra de una blusa, pero parece ser que tiene un propósito más elevado. Cuando estás rezando y lo alcanzas con los dedos, debes interrumpir la concentración de la meditación para dar gracias a tus maestros.”

Llevar un japa mala hoy puede que no tenga el mismo carácter sagrado de la práctica hindú, al menos no en Occidente, pero es un símbolo de algo que eleva el espíritu. Y es uno más de esos objetos del pasado que la moda rescata porque le encanta volver al pasado, como lo fue la cruz en su momento.

Otro símbolo que se ve mucho en estos días es la mano de Hamsa, heredada de Medio Oriente. La mano es un poco judía y un poco islámica, y hasta incluso se cree que su representación es previa a cualquier religión. Tiene muchos significados, pero en su uso más difundido se la relaciona con una energía femenina que protege del demonio. Hamsa quiere decir cinco, por los cinco dedos de la mano que aparecen en el amuleto.

Por muy distantes que cualquiera de estos objetos esté de nuestra cultura, cuando se usan se usan con respeto. Hay algo de la ceremonia que no se altera. Se los ama, se confía en ellos, se preserva su espiritualidad, porque hace falta.