Los introvertidos

No son necesariamente solitarios.

“Si te sentís solo cuando estás solo, estás en mala compañía”, dijo Jean Paul Sartre, y elegimos esta cita para aclarar de entrada que, aunque a menudo se llama solitario al introvertido, en realidad querer estar solo es más una consecuencia de una forma de ser.
El introvertido es esa persona que tiende a mirar hacia adentro, a enfocar su energía en sí mismo y en su mundo interior. Por oposición al extrovertido, que tiende a mirar hacia afuera y prefiere el contacto con otras personas o experiencias. El introvertido es el que prefiere quedarse leyendo un libro en vez de ir a un recital, el que no atiende las llamadas que le entran al celular salvo que hayan sido programadas.
En Twitter circula el Bingo del Introvertido, 16 casillas para ver cuántas clickeamos:

No atiendo la llamada para que vaya directamente al contestador.

Leí tres o más libros el mes pasado.

Mi lugar favorito es mi casa.

Expresamente evité a una persona hoy.

Soy el rey/la reina de las excusas.

Me enamoré de un personaje de ficción.

Hoy dormí siesta.

A menudo pienso sobre el pensamiento.

Mi mejor amigo es, literalmente, un animal.

Soy mejor escribiendo que hablando.

Soy adorablemente extraño/a.

Sé escuchar.

Parezco mucho más cool en redes de lo que soy.

Soy fanático de artistas y autores.

Las personas me cansan.

Hago mis compras mayormente online.

No es que los introvertidos sean necesariamente antisociales, es que el exceso de estímulos los satura. Mientras a los extrovertidos una fiesta ruidosa y llena de gente les alimenta la energía, a un introvertido lo mismo puede causarle mucha angustia y ganas de replegarse.
“¿Por qué algunas personas viajan largas distancias para encontrarse consigo mismas mientras otras padecen la soledad y siempre están buscando estar con otros? La respuesta más obvia podría ser que esto depende de su personalidad: que los extrovertidos sufren cuando están solos y los introvertidos prefieren su propia compañía a la de cualquier otro”, dice Christian Jarrett en un artículo publicado en Research Digest.
Y, sin embargo, no existe evidencia científica de que el introvertido disfruta más de la soledad que el extrovertido. La diferencia está en la independencia. Un estudio de la Universidad de Rochester citado en el mismo artículo dice que las personas independientes articulan su conducta sobre sus propios intereses y valores, y son resistentes a la presión de los demás o del mundo exterior porque están más interesados en aprender de sus propias emociones.
“El introvertido está constantemente probando que todo lo que hace depende de sus convicciones, y que de ningún modo actúa bajo la influencia de otro, o por el deseo de agradar o conciliar con una idea o una persona”, lo definió Carl Jung.
Eventualmente, el introvertido va a querer entrar en contacto. Y si se pasó mucho rato ahuyentando a las personas, tal vez le cueste más encontrar con quién juntarse cuando decida juntarse. La buena noticia es que no se necesita más de un amigo/a para romper el ostracismo. Ni tampoco se requieren muchas horas de charla y alcohol, o una confesión demasiado larga o demasiado íntima: alcanza con un rato de intercambio amoroso para que el introvertido y su amigo/a se sientan bien. Al introvertido, además, este encuentro le va a sacar la culpa de sentirse siempre un raro entre tanto mandato de sociabilidad y felicidad en grupo.