Karma

No es una fuerza divina. No es algo del más allá que nos premia o castiga según cómo nos comportamos. Para entender el karma hay que aceptar la idea de que somos responsables de nuestros actos y que éstos van a determinar nuestro futuro, así como los actos del pasado determinaron nuestro presente. Y así se despeja la incógnita: karma es lo que elijo hacer ahora, en este mismo momento. Y lo que elijo hacer ahora va a tener consecuencias naturales, tan naturales como cualquier acto que se regule por leyes universales, como la gravedad, por ejemplo.

Karma es una palabra sánscrita que se traduce como “acción”. La ley del karma coincide con el principio de causa y efecto que, aplicado a la conducta humana, establece que la voluntad detrás de cada acción trae aparejado un resultado. Cuando actuamos motivados por la codicia o el odio, por ejemplo, plantamos una semilla de futuro dolor. Cuando actuamos motivados por el amor o la generosidad, en cambio, estamos creando ahora mismo un escenario futuro de felicidad y abundancia.

Del mismo modo que si plantamos una semilla de mango obtenemos un mango y no una manzana, la ley del karma provoca respuestas coherentes en el plano psicológico. Haz bonito y te volverá bonito, o igual pero en su versión oscura.

Buda hablaba de karma para hacer referencia a la intención que hay detrás de cada acción. El karma es el deseo, la semilla de la acción que se despliega en el futuro. Inherente a la motivación con la que actuamos es la reacción que tendrá como resultado. Por eso invoca la responsabilidad, que no es miedo, porque el budismo no reprime, solo advierte. Para el budismo, el karma es lo que se necesita para tomar conciencia de nuestros actos. “No te castigarán por tu mal genio. Es tu mal genio el que te castigará”, dijo Buda.

Nadie sabe quién las escribió, si son el equivalente a las tablas de la ley bajadas por Buda o una versión práctica más propia de la modernidad, pero cuando uno se pone a investigar sobre el karma, aparecen 12 leyes que explican mejor el concepto. Son:

  1. La Gran Ley: cosecharás tu siembra. También se la conoce como “ley de causa y efecto” y hace referencia a la energía implícita en cada acción, que tendrá consecuencias en el mundo físico, inmediatamente o en el futuro.
  2. La Ley de la Creación: desear es participar. No se trata solamente de lanzar nuestro deseo al aire y descansar. Según esta ley del karma, el deseo es una fuerza creadora que inexorablemente se cumple cuando actuamos en consonancia con el universo.
  3. La Ley de la Humildad: lo que resistes persiste. Para cambiar lo que no nos gusta, primero tenemos que aceptarlo. Es un cambio de perspectiva sutil, pero poderoso: se trata de no aplicar nuestra energía a combatir lo que no queremos, sino entrar para encontrar una salida.
  4. La Ley del Crecimiento: si sucede, es para que crezcamos. El único campo de acción real y posible somos nosotros mismos. Cambia, y las cosas cambiarán. De lo contrario, nos pasaremos la vida haciendo responsables a los demás de nuestro estado.
  5. La Ley de la Responsabilidad: lo que nos rodea es nuestro reflejo. Nada es azar sino la consecuencia de nuestro estado interior o, al menos, la tendencia a ver las cosas de una u otra manera según como nos sentimos.
  6. La Ley de la Conexión: todo está conectado. Presente, pasado y futuro son un flujo continuo de información. La acción más pequeña de hoy puede tener las consecuencias de un tsunami en el futuro.
  7. La Ley del Foco: no podemos atender dos cosas al mismo tiempo. Poner la energía en más de una cosa a la vez hará que no resulte ninguna.
  8. La Ley de Dar y Recibir: amores son obras. Sin una verdadera conexión con los demás y con el entorno, el crecimiento espiritual es una entelequia.
  9. La Ley del Cambio: la historia se repite. Una y otra vez, hasta que incorporemos la lección que trae consigo.
  10. La Ley del Aquí y Ahora: sólo existe el presente. No vale mirar para atrás, tampoco es posible adivinar futuro. La oportunidad es hoy.
  11. La Ley de la Paciencia y la Recompensa: lo que vale, cuesta. Nada importante se logra sin tiempo y dedicación. Y, un bello día, todo cae en nuestras manos como un melón maduro.
  12. La Ley del Valor y la Inspiración: el premio es de todos. De nada sirve una recompensa que deja afuera al universo. Cada aporte personal debe estar en consonancia con el todo, es el dios de las pequeñas cosas.