Ser amable

Cómo sobrevivir en la era del egoísmo.

“En la antigüedad se valoraba la bondad. Era, en palabras del emperador romano Marco Aurelio, el placer supremo, y muchos pensadores y escritores que lo siguieron opinaron igual. Pero hoy en día la gente sospecha de ese placer. Se ha creado una imagen del yo totalmente despojada de su generosidad natural. La mayoría de las personas cree que en lo profundo de sí mismos (o de las otras personas) son feos, sucios y malos; que como especie estamos profunda y esencialmente enfrentados unos con otros, que nuestros motivos son puramente egoístas y que, si somos simpáticos, es solo como forma de protegernos”, dicen Adam Phillips y Barbara Taylor en On kindness, un libro publicado en 2010 que repasa la historia de esta cualidad.

A la bondad se la llama de mil formas. Es generosidad, altruismo, filantropía, humanidad, compasión, etc. Hoy se la asocia con empatía, la facultad de “ponerse en los zapatos del otro” para ayudarlo, aunque esta es una idea que el psicoanálisis rechaza de plano cuando sugiere que para ponerse en los zapatos del otro deberíamos primero sacar al otro, porque no puede haber dos personas en el mismo puesto, lo que al final en lugar de ayudarlo lo desplaza.

En la historia de Occidente, la bondad se asocia con su principal promotor, el Cristianismo y su lema “ama a tu prójimo como a ti mismo”. Durante mucho tiempo, la caritas fue el factor aglutinante de las comunidades. Pero en el universo pagano de los dispositivos electrónicos, nos está faltando un poco de cuerpo a cuerpo para desplegar las emociones.

La escuela de la bondad
“Si querés ver a los otros felices, practicá la compasión. Si querés ser feliz vos mismo, practicá la compasión”, dijo el Dalai Lama. El término tibetano para compasión es nying je, que el mismo Dalai Lama explica: “Connota amor, afecto, amabilidad, generosidad de espíritu, un corazón abierto”.

Richard Davidson es el fundador del Center for Healthy Minds de la Universidad de Wisconsin, donde tienen un Programa para la Bondad que enseña a niños en edad preescolar a prestar atención a sus emociones. Davidson explica que a él lo inspiró el mismo líder espiritual, cuando en una oportunidad le pidió que sacara del contexto religioso los preceptos de la práctica contemplativa y los pusiera al servicio de crear estrategias para mejorar la vida de las personas.

“Los meditadores budistas observan sus sensaciones corporales y sus sentimientos para generar una sensación de serenidad destinada a fomentar la compasión. Davidson afirma que usó el concepto como base para enseñar a los niños a centrar su atención en cómo se sienten y en la forma en que se mueven sus cuerpos. En una de las prácticas, los niños observaron a su amigo de pancita, un peluche que se colocan en el vientre y que ven subir y bajar al ritmo de su respiración”, escribió Richard Schiffman para The New York Times.

La bondad cura
“Servir a otros cambia el lente a través del cual miramos la vida. Es tan fácil como eso. Podés tomar tus remedios, hacer tu yoga, tus técnicas de respiración y tu meditación, seguir tu rutina de ejercicios, tu dieta y todo lo que se te ocurra para tratar de reducir tu estrés… O, simplemente, podés cambiar el lente a través del cual mirás el mundo. Para mí, ese cambio fue empezar a ayudar a otros, y ahora me siento mucho más feliz que cuando tenía 20”, dice Tiffany Cruikshank en Thrive Global. Tiffany es una instructora de yoga de fama mundial que viaja por el mundo enseñando a usar el yoga como una medicina.

Para devolver un poco de todo lo que le dio el país y esta práctica milenaria, Tiffany creó un hogar-refugio en India con capacidad para alojar 100 mujeres a la vez, generalmente víctimas de la violencia, el tráfico y otros abusos. Nunca imaginó, dice, que dar la iba a hacer sentir tan bien.

Hacer el bien hace bien. Según WebMD, “los científicos identificaron regiones del cerebro que se activan con emociones como la compasión o la empatía. El cerebro de una mujer que acaba de ser madre -específicamente el lóbulo prefrontal- se ilumina cuando ve una foto de su bebé y no sucede lo mismo cuando mira fotos de otros bebés.”

“Es muy importante”, continúa WebMD, “porque esta es la parte del cerebro relacionado con el cuidado y la conexión, que no tiene nada que ver con la parte del cerebro que se vincula al sentimiento del amor romántico. Estos estudios dejan en evidencia esa sensación de alegría que nos produce dar. Y no se relaciona con el mero acto de dar, como puede ser firmar un cheque con una donación, sino con la generosidad de interactuar con las personas. Es la sonrisa, el tono de voz, la palmada en la espalda. Nos referimos al amor altruista.”

“También entra en juego la química cerebral. Un estudio demostró altos niveles de oxitocina (la hormona de la conexión) en personas que son especialmente generosas. La oxitocina es famosa porque es la hormona que prepara a las madres para el parto, pero también está probado que esta hormona ayuda a las personas a construir lazos duraderos.”

Las “personas buenas” presentan bajos índices de cortisol, que es la respuesta que produce el cuerpo ante situaciones amenazantes.

Espíritu navideño
En el Centro de Espiritualidad Santa María dan un Curso de Acompañamiento Espiritual que dura cuatro años: “Es un vínculo que se establece entre dos personas cuando una persona le pide presencia a la otra, que es acompañante y que tiene una experiencia personal de un propio proceso. El sentido del acompañamiento es despertar la conciencia espiritual, que la tenemos dormida pero está en nosotros, al margen de que adhiramos a un credo o no”, dice Viviana Udaquiola.

“La vida bondadosa -la que se vive instintivamente conectada con las necesidades de los demás- es la vida a la que tendemos naturalmente, y de hecho es la que vivimos cuando no nos dejamos convencer de que está mal hacerlo. Las personas llevan vidas amables a escondidas, porque carecen de validación externa. Vivir de acuerdo a nuestras simpatías, creemos, sólo nos muestra débiles; la bondad sabotea una vida exitosa”, dice Barbara Taylor en On kindness.