Sistema límbico

Donde somos más animales que racionales.

“El corazón tiene razones que la razón no comprende”, dijo el filósofo francés Blaise Pascal en el siglo XVII. Acaso sin saberlo, estaba haciendo referencia a que el lugar del cerebro donde se alojan las emociones no es el mismo donde se aloja el pensamiento.
Está consensuado que el órgano del cerebro está compuesto por tres partes diferenciadas: el cerebro reptiliano, el límbico y el neocórtex. Grosso modo, el primero es el que corresponde a las funciones automáticas de nuestro cuerpo, como respirar, por ejemplo. El límbico es el de las emociones y el neocórtex, el responsable de las funciones cognitivas más elevadas.
Claro que no son compartimentos estancos y que no está todo dicho todavía sobre cómo funciona el cerebro. Pero aquella idea extendida que todos tenemos de que primero tomamos la información por los sentidos y recién después armamos una idea puede no seguir exactamente ese orden.
En 1989, el doctor Joseph LeDoux, psicólogo del Center for Neural Science de New York University presentó un estudio que sostiene que algunas emociones existen independientemente del pensamiento. Según LeDoux, algunas vías nerviosas transmiten emociones que no pasan por la corteza. Lo que explica por qué muchas veces no podemos explicar racionalmente lo que nos pasa.

En el limbo
El sistema límbico es un complejo conjunto de estructuras ubicado a ambos lados del tálamo. Incluye el hipotálamo, el hipocampo, la amígdala y otras áreas cercanas. Más que decir que compone “el cerebro emocional”, podría decirse que ahí residen los instintos necesarios para la preservación de la especie, lo que incluye -claro está- a las emociones, pero también a la memoria, la atención, el deseo y el placer.
Veamos un ejemplo práctico de cómo funciona, que publicó Harvard Business Review pero que también aparece en un capítulo de Billions. Se trata de un juego y dos jugadores. Uno tiene un billete de $100 y le ofrece al otro un deal:
“Yo te hago una oferta por parte de esos cien pesos, pero no te digo de antemano cuánto te voy a ofrecer. Si vos la aceptás, los dos nos vamos con algo de plata. Si vos no la aceptás, ninguno de los dos tiene derecho a quedarse con nada. ¿Jugás?”
“Sí”, dice el otro.
“Bueno, te ofrezco 1 peso de esos 100.”
“¡Ah, no! Salí de acá. No acepto el peso.”
“¿Seguro? 1 peso es más que nada… Además, si no aceptás, ninguno se queda con nada…”
“Bueno, prefiero que los dos perdamos a que vos ganes más que yo.”
Así funciona, exactamente. El abordaje 100% racional sería preferir que los dos se vayan con algo, pero en la decisión final intervinieron algunas emociones (envidia, bronca por la oferta tan baja, deseo de venganza), y todo está mezclado, y tampoco es fácil discriminarlo. Ni hay por qué hacerlo. Aunque las emociones no tienen buena prensa a la hora de tomar decisiones, son un faro.

Que pase el que sabe
TheG habló con la doctora Teresa Torralva, Neurospicóloga y Doctora en Neurociencias, Jefa del Departamento de Neuropsicología de INECO e investigadora del Laboratorio de Neuropsicología del Incyt- Fundación INECO.

Al sistema límbico también se le llama cerebro mamífero. ¿Podría decirse que es nuestra parte más animal?
“El sistema límbico responde a ciertos estímulos ambientales produciendo respuestas emocionales, como miedo, alegría, enojo o tristeza. Aunque dichas emociones han sido consideradas características únicas del ser humano, Charles Darwin demostró que las emociones animales son homólogas a las humanas y que existe un set limitado de emociones que están presentes en las diferentes especies y culturas. El sistema límbico es el principal responsable de nuestra vida emocional y se relaciona fuertemente con la formación de memorias.”

¿Las emociones aparecen primero y el pensamiento después?
“No hay claro consenso de cuál viene primero, sin embargo sabemos que las emociones impactan sobre nuestros pensamientos y viceversa. Los psicólogos cognitivos sabemos bien que la forma de pensar impacta fuertemente sobre lo que sentimos y lo que hacemos. Por ejemplo, si escuchamos un ruido en medio de la noche, podemos interpretarlo como que es un ladrón entrando a la casa, lo que desencadenaría una serie de reacciones emocionales, físicas y conductuales (terror, miedo, me quedo quieta, taquicardia, etc), que son distintas a las que desencadenaría creer que fue el viento (me levanto, fastidio, pereza, etc).”

¿A tu criterio, el sistema límbico es la parte más evolucionada o la más involucionada del cerebro?
“Se cree que es la más antigua y la que mas rápidamente logra su desarrollo en los seres humanos. Los lóbulos frontales son los últimos en desarrollarse (a los 25 años aproximadamente), y el sistema límbico lo hace antes. Es por eso que los adolescentes manifiestan una suerte de desbalance: tienen un sistema límbico (subcortical) muy desarrollado y una lóbulo frontal (cortical) aún en vías de desarrollo. Esto explica el torbellino emocional por el que pasan los adolescentes, que se aplaca a medida que avanza el desarrollo del control inhibitorio.”

¿Existe entonces aquello de “lo que me dicen las tripas”? ¿Conviene escuchar esta señal para tomar decisiones?
“El neurocientifico Antonio Damasio distingue entre emociones (los aspectos corporales, observables y medibles, o sea, la dimensión objetiva de la emoción) y sentimientos (el aspecto mental y privado, no medible y no observable del proceso emocional, es decir, su dimensión subjetiva). Sobre esto, Damasio plantea la hipótesis del marcador somático (SMH), que es una de las teorías más influyentes en las neurociencias desde principios de los años 90s. Según esta teoría, el cuerpo envía por si mismo señales que se traducen en cambios físicos repentinos, inmediatos, que anticipan la toma de decisiones y, sobre todo, los posibles resultados de dichas elecciones, y que disminuyen la carga de trabajo en el proceso racional. Para Damasio, a la hora de tomar decisiones es de vital importancia la escucha activa de estas señales más primitivas o marcadores somáticos.”

¿Se pueden gobernar?
Las neurociencias demuestran que los circuitos cerebrales están en constante interacción. Aunque se dice que el neocórtex es el más evolucionado, el emocional es muy influyente y también más veloz. Cada vez son más los estudios que comprueban que los impulsos son automáticos, y que su incidencia es tan sutil como poderosa.
TheG también habló con Delfina de Achával, Psicóloga, Doctora en Salud Mental y facilitadora de Mindfulness.

¿Acaso podemos gobernar nuestras emociones con la razón?
“La regulación de las partes más primitivas, instintivas y animales de nuestro cerebro por parte de la más humana es muy importante, ya que en ciertas situaciones de estrés el cerebro primitivo (reptiliano y mamífero) puede dispararse y la corteza prefrontal empieza a perder la capacidad de regularlo todo. Cuando ya no puede resistir más, deja de ejercer ese balance emocional y es cuando perdemos el equilibrio y sentimos que se nos vuelan las chapas. Creo que hacerle espacio a la pausa (a lo que yo llamo la pausa sagrada) con herramientas de mindfulness nos ayuda a responder de forma consciente y con mayor flexibilidad mental al estresor que se nos presenta.”
“Lo maravilloso del mindfulness es que nos permite volver a nuestro cerebro integrado tomando consciencia de nuestra experiencia (pensamientos, emociones y sensaciones físicas) y de por qué hemos llegado hasta ahí. ¿Cómo lo hacemos? Ayudando a la corteza a no perder el control, reforzando sus funciones de manera consciente: nombrando, habilitando y entendiendo nuestras emociones, siendo conscientes de lo que nuestro cerebro necesita en cada momento (¿autocuidado?, ¿reconocimiento? ¿dormir, alimentarnos?) y tratar de ir tras de eso antes de explotar.”

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