A M A R

Hay que reinventar el amor.

“Más que de amor, prefiero hablar del verbo amar. Para mí es primero amar que amor”, dice Esther Perel, psicoterapeuta y escritora belga. “Se trata de un compromiso activo con todo el espectro de los sentimientos, los positivos, los primitivos y hasta los más odiosos. Pero es un verbo. Y es un verbo muy activo. A menudo sorprende cómo cambia. Es como la luna: creemos que desapareció y, de repente, se llena de nuevo.”

Ya sabemos cómo funciona. Al principio son mariposas, puras coincidencias, manos dadas en atardeceres con cascadas, regalos que van y vienen, la comida preferida, las delicadezas. Pero en algún momento del camino todo se asienta y, de alguna forma, desluce. De repente, nos sorprende darnos cuenta de que lo que más nos atraía de nuestra persona, eso que nos resultaba diferente, original, es justamente lo que más nos irrita.

Lo que pasó, por suerte, es que nos liberamos del romanticismo. De la información que nos llenó la cabeza con la idea de la media naranja, la comunicación telepática, los te quiero como sos, los nunca y los para siempres. Pero despojar a una relación de ese glaseado dulce que es el romanticismo nos deja de cara a un par de desafíos. Que igual pueden enfrentarse con mucho amor, amor tozudo.

De corazón a corazón
Lo primero que cambia es el tono de la conversación. Una pareja nueva suele arrancar con un intercambio suave y pausado, pero con el tiempo la conversación se acelera, anda sobre supuestos, los parlamentos se pisan, sube el volumen… Cuando las palabras ya no alcanzan, entran a escena las expresiones, como morderse el labio o revolear los ojos.

Un estudio publicado en 2004 por la Universidad de North Carolina establece que el mindfulness es una herramienta muy útil para la comunicación de una pareja. El estudio comprobó que la técnica mejoró las relaciones del muestreo en sus niveles de satisfacción, autonomía, intimidad, aceptación del otro y en el manejo del estrés. A nivel individual, impacta positivamente en el optimismo, la relajación y la espiritualidad.

10 pasos para mejorar la comunicación
Aplicado a un intercambio de pareja, el mindfulness se traduce en este protocolo:

  1. Cuando uno siente que la conversación está escalando, lo primero que tiene que hacer es preguntarse si no está operando con una agenda previa que lo que busca es llevar todo a determinado lugar.
  2. Prestar total atención a lo que está diciendo nuestra pareja. Detenerse en su tono de voz y en la velocidad con la que dice las cosas. También puede ayudar a bajar la intensidad observar su lenguaje corporal.
  3. Monitorear lo que sentimos y pensamos, pero no reaccionar inmediatamente con cada cosa que se nos viene a la mente. Es mejor, insiste la técnica, observar al otro.
  4. En vez de estar elaborando la respuesta mientras la otra persona todavía está argumentando, va a ser más constructivo entregarle toda nuestra atención y escucharlo a fondo.
  5. Una vez que el otro terminó de hablar, hacer una pausa y respirar hondo. Es vital darse un momento para reflexionar sobre lo que dijo el otro y, recién ahí, responder.
  6. Repetir en voz alta lo que uno entendió de lo que dijo la otra persona puede ayudar a minimizar los malentendidos, y ponerlos a los dos en la misma página.
  7. Ahora sí. Cuando vamos a hablar, no está de más intentar buscar la manera más amorosa de responder. Hablar lento y con calma mirando al otro a los ojos.
  8. En vez de usar el pronombre yo, tal vez usar nosotros encauce la conversación hacia un terreno común.
  9. Recortar el asunto de la pelea, y no salirse de esos bordes, es útil para buscar una solución constructiva.
  10. Practicar mindfulness en una discusión de ningún modo debe otorgarnos superioridad moral sobre nuestra pareja. Esto, para arrancar. La comprensión nos alcanza a todos.

Frenar el espiral
Claro que es más fácil decirlo que hacerlo. Si no no habría tanto escrito sobre este tema de entendernos que nos importa tanto a todos. Por suerte, hay algunos consejos sesudos y al grano.

Un grupo de psicólogos de la Universidad de Kentucky llevó a cabo un estudio para establecer cómo lidian las parejas con sus problemas.

“Imaginate que estás saliendo con alguien y esa persona hace algo que te molesta. Tal vez es que gasta mucho, o que flirtea con otros, o se distrae en el medio de lo que le estás contando. ¿Qué hacés vos?”, escriben John Tierney y Roy Baumeister para The Atlantic.

Y plantean cuatro opciones:

  1. Lo dejás pasar y confías en que va a mejorar.
  2. Le explicás qué es lo que te molesta y trabajan juntos en un compromiso.
  3. No decís nada, pero te distanciás emocionalmente de tu pareja.
  4. Pedís pista. Amenazás con cortar o te ponés a buscar otras opciones.

“Estas respuestas son parte de un estudio clásico sobre cómo lidian las parejas con sus problemas. En ellas, profesionales de la Universidad de Kentucky identificaron dos estrategias: la constructiva y la destructiva. Las constructivas parecen sensibles y admirables, pero no mueven tanto la aguja. Mantenerse leal tampoco parece impactar demasiado en el devenir de la relación y comprometerse a trabajar en una solución mejora, pero solo un poquito. Lo que hace toda la diferencia es, paradójicamente, lo malo: no es tanto lo constructivo, lo que uno hace o deja de hacer por el otro lo que incide en el curso de una relación sino lo que hacen o dejan de hacer cuando aparecen los problemas. Si elegís hacer silencio, el otro apenas va a notar tu lealtad. Pero si empezás a proferir amenazas, activás un espiral de venganza imparable.”

“El motivo por el que las relaciones largas son difíciles”, dice Caryl Rusbult, que lideró el estudio, “es que tarde o temprano una de las personas instala la negatividad y a la otra persona no le queda otra que empezar a responder negativamente también. Y, cuando eso pasa, es difícil salvar la relación.”

El amor es un antídoto
Cuando uno sintoniza amor, lo hace a todo nivel, sin miramientos ni objetivos específicos. Es la misma vibra la que despierta la flor del jardín que la sonrisa de mi mejor amiga, o el ronroneo del gato. Es una frecuencia que conecta la corteza prefrontal del cerebro con el núcleo accumbens y que se traduce en emociones positivas, que encima se expanden. Lo contrario al amor no es el odio, decía Krishnamurti, sino el miedo. Cuando estamos enamorados, la máquina neuronal se relaja y nos sentimos más capaces de enfrentar situaciones desafiantes.

Elegir el amor y no el miedo puede sonar a lema aplicable a situaciones límite, o a grandes decisiones. Pero no. Todos los días nos relacionamos con alguien o algo, todos los días tenemos la oportunidad de activar nuestros mecanismos de defensa o de tomar el camino de la comprensión, que es el camino de las personas que aprendieron a amarse primero. Tozudamente.