Sentir hambre

Depende de dos hormonas.

La palabra leptina deriva del griego leptos, que quiere decir delgado. La ciencia llama lepti- na a la hormona que secretan las células grasas para indicarle al cerebro que el cuerpo ya tiene suficientes reservas. Es de liberación lenta. La grelina, en cambio, es la señal que indi- ca que el estómago está vacío. Se dispara rápido y juega un rol decisivo en el ciclo que em- pieza cuando sentimos hambre y queremos comer.

En 1995, la revista Science reportó que un grupo de investigadores había logrado aislar una proteína que está presente en ratones de tamaño normal pero no se encuentra en ratones obesos. Cuando los investigadores le inyectaron a ambos grupos de ratones -los fit y los obesos- la proteína en cuestión -la leptina, ahora considerada hormona-, notaron que comían menos y perdían peso.

“Todo el mundo pensaba que se iban a ganar el Nobel”, declaró por entonces Umut Ozcan, un endocrinólogo del Hospital del Niños de Boston. “Pero lo cierto es que las personas obe- sas que tomaban o se inyectaban la hormona perdían peso sólo temporariamente, y luego engordaban otra vez. La mayoría de las personas que tiene sobrepeso es resistente a la lepti- na. Es como si la leptina fuera hasta el cerebro y golpeara la puerta, pero la persona que está adentro fuera sorda.”

“Los investigadores descubrieron que tener la leptina baja es más determinante que tenerla alta, en realidad. La leptina se produce en las células grasas, y es la manera que tiene el cuerpo de hacerle saber al cerebro que tiene reservas. Si los niveles de leptina disminuyen, baja el metabolismo del cuerpo, que pedirá más alimento para activarse otra vez. Este es uno de los motivos por los que bajar de peso es tan difícil”, dice la nota Why we eat and eat and eat que publica The New York Times.

Los juegos del hambre

Es obvio que no sólo comemos por hambre. También comemos cuando estamos estresados, aburridos, ansiosos, tristes y hasta cuando tenemos sed y la confundimos con hambre.
Es importante distinguir el hambre del apetito. Mientras el hambre es una necesidad básica del cuerpo que puede presentarse con ruidos y dolor de panza, mareos, dolor de cabeza, can- sancio, sueño y que se calma con comida, el apetito se relaciona más con un disparador emocional que nos pide comer algo específico, que no nos llena físicamente pero sí nos calma.

“Raramente será coliflor. El mapa de los antojos es complejo y depende de cada cuerpo, pero en general cuando tenemos apetito buscamos sal, grasas y/o azúcar. Son esas comidas híper-sabrosas que liberan dopamina, que al principio pueden hacernos sentir bien y darnos ganas de más, pero que al final pueden convertirse en un hábito complicado”, dice la nota Listening to your hunger cues que publica Harvard Health.
Tampoco se trata de suprimirlas para siempre. Ya todos sabemos lo que Freud decía sobre el principio del placer, esa tendencia que nos lleva a buscar lo que nos da placer y nos evita el dolor: algo que pertenece al orden de lo necesario, de lo irreductible, algo que impera. Pero tampoco conviene suprimir los antojos por motivos fisiológicos, porque está probado que una dieta no diversificada da hambre, y este principio vale lo mismo para las dietas saluda- bles como para las dietas basadas en carbohidratos. En la variedad está el gusto.

Habla el Dr. Junger

TheG entrevistó al Doctor Alejandro Junger, médico cardiólogo, creador del Programa Clean y autor del libro Clean, el programa revolucionario que le devolverá a tu cuerpo su capacidad autocurativa, que estuvo entre los más vendidos de The New York Times. Junger fue el médico que acompañó a Gwyneth Paltrow en el camino de su sanación física y emocional. 

No comemos únicamente porque sentimos hambre, ¿verdad? ¿Qué es el hambre emocional?
Hay mucha gente en el planeta, demasiada, que sí tiene hambre de verdad y que ni siquiera así puede comer. Pero la mayoría de los lectores de esta nota, apuesto, ni siquiera saben lo que es el hambre. O si lo saben, no es realmente lo que los impulsa a comer la mayor parte del tiempo. Lo que la mayoría de la personas en ciudades modernas -incluido yo- hacemos cuando comemos, es responder a una sensación corporal que nada tiene que ver con el hambre real. Es una reacción de algún tipo, generalmente asociada a cambios metabólicos en organismos con metabolismos que van perdiendo su flexibilidad metabólica por hábitos, que a su vez están fuertemente asociados a experiencias o estados emocionales y mentales. ¿Quien no se comió un kilo de helado al terminar con un gran amor, en un ataque de tristeza?

Sed y hambre: ¿se sienten parecidos? ¿pueden confundirse?
La verdad es que sed y hambre son muy diferentes, pero el ser humano moderno se confunde. Por eso a mucha gente le funciona tomar agua al sentir hambre para saciarlo (cuando están tratando de perder peso).

¿Cuánto incide la cultura en nuestra dieta? Ej: comer cuatro comidas, ¿responde a una necesidad biológica?
La cultura moderna es la causa de el genocidio planetario de la especie humana, a través de la pandemia de las enfermedades crónicas de hoy. Y es un genocidio con tortura, porque no nos morimos de golpe. Nos morimos lentamente. Postre a postre. Y esto a su vez depende de otra variable enfermiza de nuestra cultura: el sistema de medicina moderno. No digo la medicina moderna en sí: me refiero a un sistema que se transformó en un negocio hiper competitivo que a veces convoca más a quienes quieren hacerse millonarios que a quienes realmente quieren sanar a la gente.

Los ayunos intermitentes hackean la convención de la dieta de cuatro comidas. ¿Cuáles son los beneficios de practicarlos?
El ayuno intermitente es la forma en que se alimentan todas las especies animales del planeta. Es la forma impuesta por la naturaleza y que todos los seres vivos siguen, menos la especie humana. El desayuno, almuerzo y cena es una creación cultural y socio-económica que nada tiene que ver con necesidades biológicas. Es más, son contrarias a las necesidades de los organismos. El beneficio de practicar el ayuno intermitente es que le hace pensar a tus genes que estás viviendo de manera más natural. Pero no puede tratarse de un ayuno intermitente que termina en una comida de hamburguesas con papas fritas y coca cola, porque en ese caso el hackeo se anula con un ‘virus’.

¿Cada persona tiene su propio ciclo de hambre, por decirlo de alguna manera? Ej: yo siento mucha hambre antes de desayunar, pero el resto del día casi no siento hambre. 
Sí, cada persona tiene sus propios ciclos de hambre -o lo que sea que llamamos “hambre”- de acuerdo a los hábitos metabólicos que ha creado. Aunque, si fuéramos una especie viviendo de forma natural, quién sabe cuál sería nuestro hábito de alimentación…  

¿Querer adelgazar es una utopía? ¿Cada cuerpo tiene un peso y vuelve a él eventualmente?
Querer adelgazar es muchas cosas: es presión social, vergüenza, vanidad, salud. Lo que todos deberíamos querer es volver a tener un cuerpo que funcione bien.  El peso extra ya es una disfunción en sí misma, y esto no es un juicio por apariencia: es simplemente una observación de lo que significa metabólicamente. Hoy en día, la acumulación de grasa se produce por un mecanismo de defensa en contra de las moléculas tóxicas que sólo se disuelven en grasa. Es por eso que el cuerpo humano tiende a acumular y generar grasa (en general), como defensa y adaptación, para amortiguar el efecto irritante de las toxinas que consumimos.  

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Esta no es una nota para honrar al cuerpo flaco sino para volver la atención sobre un aspecto esencial de nuestra humanidad (de toda la humanidad), tan esencial que se dice “hambre de vivir”.
“El hambre es deseo. Es un deseo más amplio que el deseo. No es voluntad, que es una for- ma de fuerza. Tampoco es debilidad, ya que el hambre no conoce la pasividad. El hambrien- to es un ser que busca”, escribe Amélie Nothomb en Biografía del hambre.

En algún momento, más tarde o más temprano, lo satisfacemos. Sólo para volver a sentirlo más tarde. Pero en ese rato que comemos -lo que sea, lo que nos deje en paz con lo que creemos que es mejor para nuestro cuerpo- somos un poco animales. Voraces, masticadores, deglutidores, obedientes y, finalmente, entregados. Somos un cuerpo que come. Y lo que viene inmediatamente después se llama satisfacción: “un estado de bienestar producido por una mayor o menor optimización de la retroalimentación cerebral, en donde las diferentes regiones compensan su potencial energético, dando la sensación de plenitud e inapetencia extrema.” Que no es lo mismo que felicidad, por supuesto.